Revista Qué Pasa, jueves 23 de agosto de 2012
En 1980, Sony y Philips se aliaron para desarrollar un nuevo formato para grabar música. Los vinilos estaban en decadencia y los casetes no permitían gran fidelidad ni mucho espacio de almacenamiento. En cambio, el disco compacto tenía un diseño mucho más pequeño y durable. Además, permitía una excelente calidad de audio y podía almacenar 80 minutos de música. La industria de la música aplaudió y respaldó a rabiar el formato. Lógico. Dos años después, se presentó el primer CD de producción comercial. Fue en Alemania y el honor recayó nada menos que en el cuarteto sueco Abba y su álbum de 1982, The Visitors. Pocas semanas después, aparecieron masivamente los primeros reproductores de discos compactos. La colaboración entre Sony y Philips comenzó a dar frutos multimillonarios y el Discman (de Sony) se transformó en el reproductor portátil favorito. Pero ya todos sabemos lo que pasó después: internet, descargas online, crisis de la industria discográfica… Ahora se espera que los servicios de streaming (como Pandora o Spotify) superen por primera vez las ventas del formato físico. De todas formas: gracias, compact disc. Fue lindo mientras duró.
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