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Ideas, Diseños y Patentes



por Sebastián Errázuriz
Diario El Mercurio, VD (circa 2000?)

Las ideas se han estado registrando
en las oficinas de patentes
hace más de ciento cincuenta años.

[Einstein inventó la relatividad especial:
publicando en 1905 en el Annalen der Physik'
su trabajo «Sobre la electrodinámica
de los cuerpos en movimiento»
y publicó otro trabajo complementario
al anterior en que deduce 
la famosa ecuación E = mcˆ2
(la energía es igual a la masa
multiplicada por el cuadrado de la velocidad);
explicó el efecto fotoeléctrico como
un fenómeno cuántico (ganándose 
un premio Nobel por ello, años después), 
y también el efecto Browniano 
que dio pistas acerca de la naturaleza
del mundo microscópico
además de escribir su tesis de doctorado
en torno al tema de los calores específicos,
todo esto mientras trabajaba
en una oficina de patentes en Berna, Suiza,
analizando la coherencia conceptual de los inventos
con los principios aceptados de la  física,
tuvo hijos...todo eso, en su famoso Anus mirabilis.]

A través de patentes de diseño (apariencia estética)
o patentes de utilidad, (carácter funcional, 
mecanismos, tecnologías, etc), 
los creadores buscan proteger
su autoría intelectual para comercializar sus diseños,
hacerse ricos o convertirse en prestigiosos ciudadanos,
como el diseñador del "clip", creado en 1900
por el noruego Johann Vaaler, cuyo monumento
cerca de Oslo es un clip gigante.

El origen de un invento es a menudo
fruto de una obsesión.  Tal es el caso del velcro,
creado por un suizo que durante quince años
estudió el fenómeno de las semillas
que se adhieren a los cordones de los zapatos.

Otros resultan de la simple casualidad,
como los "Post-it", creados en 1970
por un investigador de 3M
cuyos papeles con pruebas de pegamentos
parecían un fracaso porque no se adherían con fuerza,
hasta que en sueños imaginó qué hacer con ellos
y, en 1981, 3M inició su comercialización.

Curiosamente, aquellos generados 
por una auténtica necesidad, son los menos.

El glorioso matamoscas, creado en 1905, es uno de ellos.

Sin embargo, resulta complejo definir dónde 
comienza y termina el rol del diseño en un invento.

En el caso del matamoscas, el principio estuvo
en observar que las moscas son capaces de detectar
una fuerte presión de aire desplazada por un objeto 
sólido y por ende alcanzan a escapar a tiempo.

Para impedir que alcancen 
a darse cuenta antes de ser aplastadas,
ingeniosamente el diseño aprovecha 
las perforaciones presentes 
o los espacios de las rendijas o rejillas
que permiten que pase el aire como en una raqueta,
disminuyendo la presión del aire sobre la mosca,
y posibilitando que ésta sea alcanzada por el implemento
antes de que logre emprender el vuelo.

El agregarle un mango flexible, hizo posible
imprimirle una mayor velocidad al matamoscas
conformando así una sencilla 
solución formal e industrializable.

En el caso de la bomba atómica en cambio,
la base del invento estuvo en provocar
la reacción nuclear en cadena,
proceso completamente ajeno al diseño.

Sin embargo, éste seguirá estando presente
tanto en la morfología del misil, como en
el mecanismo de liberación 
e incluso en el avión que la carga.

Debido a la complejidad que constituye
definir una idea, los abogados recomiendan
un período de madurez antes de patentarla
para evitar que otro se apropie de ellas.

El colgador de ropa, por ejemplo,
fue diseñado y patentado en 1903
por un humilde trabajador
de una fábrica de alambres
que no tenía cómo colgar la ropa.

Treinta años más tarde se emitiría
otra patente por una mejora
que agregaba un pedazo de cartón
doblado para impedir 
que la ropa se arrugara.

Tres años después saldría
una tercera patente 
porque se incorporaba
un tubo plástico en la barra inferior.

[Recientemente he visto 
un tipo de colgador de plástico, 
que tiene doble barra inferior,
una de ellas, la superior de dicha barra
es de un plástico flexible, levemente curvado,
entre las cuales pasa el pantalón y, con una
leve intervención de la mano, la barra
flexible baja, fijando la posición del  pantalón 
impidiendo que éste 
eventualmente resbale y caiga al suelo.]

Hay que recordar que en el proceso de patentes
y comercialización de un invento o diseño,
se requiere de tiempo, dinero, determinación
e incluso estar dispuesto a ser tildado de demente.

Lo importante es reconocer cuando uno
efectivamente lo está, como un tal Andrew Jackson
quien viendo que sus pollos se picaban los ojos,
patentó unos anteojos para gallinas.

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