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Votos por un buen año 2012



Esa construcción mental de buena sociedad, inspirada por la buena voluntad y guiada por los valores, puede ser “utópica” pero es la condición de una convivencia civilizada. Es por eso que, sin ningún asomo de cinismo, proclamamos los deseos de feliz Año Nuevo. Razones para el pesimismo las hay y de sobra. Pero, ¿por qué no acreditar que las cosas pueden mejorar?

Navidad y Año Nuevo son fechas que invitan a la calma, a la retrospectiva y a los devaneos sobre el futuro. No será diferente en este paso del 2011 al 2012. Los predicadores de todas las religiones, los heraldos de buenas noticias, desde los políticos hasta los adivinadores del futuro, van a insistir en el “amaos los unos a los otros”, síntesis de que de lo más generoso ya se le ha propuesto a la humanidad.
El otro día, en una boda, escuché al celebrante predicar con emoción elamor entre los novios y los juramentos de fidelidad eterna. Pensé en silencio: ¿Ante la vida, él creerá en eso? Me parece que sí, y yo también.
Cúmplase o no al pie de la letra lo que está dictado como norma buena, ésta no deja de ser el punto de referencia sin el cual la sociabilidad no tendría en qué apoyarse y la relación entre las personas se daría con tal distanciamiento que el hombre se volvería enemigo del hombre. Podría ocurrir así, pero como anomalía, rechazada por la “buena sociedad”.
Esa construcción mental de buena sociedad, inspirada por la buena voluntad y guiada por los valores, puede ser “utópica” pero es la condición de una convivencia civilizada. Es por eso que, sin ningún asomo de cinismo, proclamamos los deseos de feliz Año Nuevo. Razones para el pesimismo las hay y de sobra. Pero, ¿por qué no acreditar que las cosas pueden mejorar?
Ahora, con los apuros financieros, los banqueros y los gobiernos europeos, que anteriormente hincharon de dinero a esos países, gritan: ¡Esos pueblos “del sur”, esos “mediterráneos” son irresponsables, gastan lo que no tienen y no quieren pagar lo que les prestamos!, ¡Duro contra ellos, nada de perdón de deudas, lo que llevaría a “debilidad moral”! Con eso quizá salven el euro pero difícilmente darán salida al empobrecimiento y al desempleo, que necesitan más inversiones para ceder. Esperemos que en 2012 Europa salga de este lío.
En 2011 vimos a Estados Unidos naufragar en una crisis financiera y de desempleo. Pero hay albricias. Con todo y estancamiento en el Congreso, con los grotescos candidatos del Partido Republicano discutiendo en la ignorancia, poco a poco parece que encontraron un candidato menos ridículo, aunque todavía “derechista”, Newt Gingrich.
El presidente estadounidense, Barack Obama, por su parte, más retórico que eficaz, se equilibró entre propuestas generosas y dificultades políticas para que éstas fueran aceptadas. Cedió, pero no capituló. Dejó que la Reserva Federal inundara los mercados de dólares, no tocó a los banqueros, vio que su prestigio se iba cuesta abajo por la dificultad de parar el desempleo creciente, pero parece que capeó el temporal. Esperemos que las cosas se acomoden y que el peso de la tragedia de los “mercados irracionalmente exuberantes” no recaiga sólo en el pueblo más pobre.
Europa, Dios mío, casi se debilitó. El mayor avance civilizatorio posterior a la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial, la zona del euro (17 de los 27 estados miembros de la Unión Europea) estuvo a punto de deshacerse y todavía es posible que surja algún problema en el futuro.
El euro, introducido en 2002, símbolo de la voluntad de unidad europea, fue duramente golpeado. Los constructores de la Unión Europea y del Banco Central Europeo consideraron que un tratado previo, firmado en la ciudad de Maastricht, Países Bajos, en 1992, era capaz de ordenar los presupuestos de los Estados soberanos. En él estaba estipulado que ningún país podría endeudarse por arriba del 3 por ciento del producto interno bruto.
Triste engaño: Alemania y Francia, hoy abanderados de la ortodoxia, fueron los primeros países en desobedecer. Como la Unión Europea se construyó a partir del principio de solidaridad, los países ricos transfirieron recursos a los más pobres. Portugal, España, Grecia, Irlanda construyeron autopistas y se “modernizaron”. Entre tanto, no todos creaban nuevas fuentes productivas.
Ahora, con los apuros financieros, los banqueros y los gobiernos europeos, que anteriormente hincharon de dinero a esos países, gritan: ¡Esos pueblos “del sur”, esos “mediterráneos” son irresponsables, gastan lo que no tienen y no quieren pagar lo que les prestamos!, ¡Duro contra ellos, nada de perdón de deudas, lo que llevaría a “debilidad moral”! Con eso quizá salven el euro pero difícilmente darán salida al empobrecimiento y al desempleo, que necesitan más inversiones para ceder. Esperemos que en 2012 Europa salga de este lío.
China, por su parte, gran victoriosa de estos últimos tiempos, se volvió poseedora de las mayores reservas de dinero del mundo. Invierte sin parar y, al contrario de los europeos y los estadounidenses, tiene el problema de frenar lentamente el crecimiento basado en exportaciones y hacer que los chinos compren más y ahorren menos. ¡Bonito desafío!
Queden registrados mi apoyo y mis votos para que la nueva generación que se prepara para asumir el poder continúe en la línea pragmática de la anterior y entienda que el “amaos los unos a los otros” (que puede expresarse en lenguaje ideográfico y confuciano) implica ampliar el bienestar de los chinos, pero también colaborar en acuerdos que aseguren la paz entre los pueblos y el fomento de sus economías.
Para el Oriente Medio y otros focos candentes del planeta, queda la esperanza de que la “revolución de primavera” no se resuelva en nuevos autoritarismos y fundamentalismos y que de ella resulte mayor presión para que prevalezcan dos Estados independientes y pacíficos en Palestina e Israel. O, por lo menos, que el terror atómico no le haga perder la razón a algún exaltado líder iraní o israelí, comprometiendo definitivamente la paz en el Oriente Medio. Por otro lado, espero que el delirio de “cambio de régimen”, que conduce a guerras perdidas de antemano, no vuelva a mecer las ambiciones de líderes occidentales en la región.
¿Y aquí en Brasil, en la patria amada? Por ahora vamos escapando a la ruina de la crisis financiera. Pero, atención: Lo que antes fue postergado, las reformas (las que van de las puertas de la fábrica para afuera a la fiscal, las de flexibilización del mercado laboral, las de asociaciones para acelerar las obras de infraestructura, etcétera, sin olvidar la siempre evocada pero poco entendida “revolución educativa”), se está volviendo insoslayable, si realmente queremos competir con los polos mundiales de crecimiento.
¿Cómo podremos enfrentar un desafío de este tamaño con el arreglo político vigente, basado en la pluralidad de leyendas y la escasez de partidos y en el botín del Estado para permitir lo que se está llamando “gobernabilidad” en un sistema de coaliciones entre grupos de interés?
Tenga valor, presidenta Dilma Rousseff, y trate de librarse del escombro heredado, un tejido de corrupción, clientelismo y connivencia. O mejor, tenga habilidad y competencia política para expulsar de su “base” a la banda de mezclilla que parece indispensable pero que pesa menos cuando se encara con una voluntad nacional alimentada con la energía de quien propone una agenda nueva. Es preciso tener grandeza para darle rumbo al país. Esos son mis votos.
Así como son mis votos para que las oposiciones ofrezcan puerto seguro, de paz y prosperidad, a los que deseen nuevos caminos para el país. Estos serán en número creciente a medida que prevalezca la inercia gubernamental.
La alternancia en el poder no es sólo una condición formal de la democracia, sino una necesidad para que las sociedades no se vuelvan apáticas por la repetición de las prácticas.
Valor, unidad y competencia, son mis deseos para las oposiciones.
¡Feliz Año Nuevo!
(Artículo de The New York Times Syndicate para Nación.cl)

1 comentario:

  1. Blog de

    Fernando Henrique Cardoso
    Sociólogo y escritor, fue Presidente de Brasil del 1 de enero de 1995 al 1 de enero de 2003.

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