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Cultura agregada

ÓSCAR LANDARRETCHE, DIARIO LA TERCERA, VIERNES 7 DE FEBRERO DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/02/07/OSCAR-LANDERRETCHE/CULTURA-AGREGADA/Santiago 22.



Nuestro PIB per cápita bordea los 17 mil dólares. Lo usual es ajustarlo para ver cómo sería si es que comprara en Estados Unidos lo mismo que compra en Chile a lo que se denomina ajuste por Paridad de Poder de Compra. El cálculo más usado es del FMI, que probablemente situará a Chile cerca de los 19 mil dólares para el 2013 y superando los 20 mil el 2014 (los gringos se acercan a los 55 mil).
Durante mucho tiempo se habló de esos 20 mil como el umbral del desarrollo. Hoy se nos dice que es algo así como 23 mil o 24 mil dólares, que es el nivel de Portugal y Grecia. Por cierto que este fetichismo de la cifra es una tontería en la que subyace la extraña noción de que el complejo proceso de progreso social, económico, cultural y político de un país puede ser resumido en un indicador. Hay países petroleros que superan esos umbrales con regímenes políticos, sociales y culturales atrasados. Países ricos, sí, pero que son pensados y tratados como subdesarrollados. Sin embargo, hasta el momento nuestra estructura productiva se parece más a la de ellos que a los Ocde. Por cierto, Chile puede llegar a los 30 mil o 50 mil dólares, pero si sostiene los niveles actuales de desigualdad seguirá siendo tratado como subdesarrollado.
Se suele hablar del tránsito a una matriz productiva de mayor valor agregado. Este lenguaje proviene de la idea de que es el trabajo humano el que agrega valor a la materia prima para producir un bien o servicio. Más valor agregado es, entonces, trabajo más valioso. Los países desarrollados producirían alto valor agregado, esto es, tendrían trabajadores más valiosos. Esas estructuras productivas, más dependientes de las cualidades del trabajo, generarían naturalmente una política más justa y, por ende, más igualitaria.
La era de los superciclos de los commodities cambió esto. Fluctuaciones de la demanda por un metal o un alimento generadas al otro lado del mundo pueden “agregar valor” masivamente a un producto en el que no se ha hecho ningún esfuerzo por aumentar la productividad, calidad o sofisticación. Esto del “valor agregado” medido como excedentes de precios sobre costos de insumos ya no es una medida de desarrollo… sólo de riqueza. Ya no es lo mismo.
Quizás lo que debiéramos entender por desarrollo es otra cosa: una economía que en lo medular produce y exporta su cultura. No tanto el valor agregado, sino, digamos, la cultura agregada; eso que es tan evidente al decir que una cerveza es belga, una serie es inglesa, una máquina es alemana, un servicio es gringo o un videojuego es japonés. Y los países desarrollados como economías venden lo que son, no sólo lo que tienen.
Una economía basada en la explotación intensiva de recursos naturales puede ser tan rica como desigual. Una economía basada en la cultura agregada solamente puede serlo involucrando, capacitando, educando y sofisticando a sus trabajadores, haciéndolos protagonistas del proceso de desarrollo y beneficiarios en igualdad de sus logros. Esto implica, por cierto, una estrategia de desarrollo, una mirada económica, una estrategia política y un conjunto de políticas públicas muy diferentes a las que discutimos en la actualidad.
Estamos cerca de los 20 mil o 23 mil dólares, pero muy lejos del desarrollo.

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