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Marlene Eguiguren - Soy autoexigente, pero no soy autoflagelante‏



El salto de Marlene Eguiguren
 
La hija mayor de la periodista Karin Ebensperger, quien comienza a ganarse un espacio en Canal 13 como nueva mujer ancla del noticiero nocturno, tiene un carácter forjado con hierro. Meticulosa y sobreexigente, saca partido a su lado racional para explicar sus fortalezas y esconder sus fisuras, dolores grandes como su separación matrimonial y la inesperada muerte de su padre.   

Por Pilar Navarrete M. Fotografías: Sebastián Utreras. maquillaje y pelo: Tere Irarrázaval. 
Diario El Mercurio, Revista Ya, martes 25 de febrero de 2014
http://diario.elmercurio.com/2014/02/25/ya/_portada/noticias/E5892BA2-0081-443D-9212-2FBFD742FBC8.htm?id={E5892BA2-0081-443D-9212-2FBFD742FBC8}

En Zapallar el día está invernal. Hace frío y el cielo está completamente cerrado como un muro impenetrable. Todo dice que, al parecer, no será día de playa. Pero esta mañana, Marlén Eguiguren desciende de su auto con su metro 75, el pelo mojado, su piel bronceada y un vestido de algodón colorido, corto y escotado, sobre el cual lleva puesta una chaqueta de jeans. La periodista que en noviembre pasado asumió la conducción de Teletrece Noche y que en dos meses ha llevado al noticiero al peak de sintonía en la franja de los informativos nocturnos, tal como lo hace en pantalla, luce sus piernas, eternas y atléticas, con una generosidad y desparpajo admirable. 

Hace dos semanas que está de vacaciones en la casa de playa de sus abuelos paternos, una construcción con base de piedra que estaba en pie desde antes que ella naciera, y donde alojan los recuerdos de casi todos sus veranos de infancia junto a sus cuatro hermanos y una tracalada de primos. Cuando su mamá, la emblemática periodista y comentarista de política internacional en Canal 13 Karin Ebensperger, "los depositaba" para irse a trabajar a Santiago en un ritmo, muchas veces, de 24/7. Sentada en un café a pocas cuadras de esa casa, repasa cómo ella, después de trabajar seis años en prensa escrita y otros seis en CNN, comienza a emprender vuelo propio como mujer fuerte de las noticias en señal abierta y también cómo hasta ahora ha sabido soslayar momentos inesperadamente duros.

-Por el trabajo de mi mamá, la actualidad y las noticias siempre fueron un tema en mi casa. Si me preguntas qué recuerdos tengo de ella cuando chica: a mí me quedó demasiado marcada la Guerra del Golfo, porque en esa época yo tenía 11 años, y ella tenía que estar 24/7 pendiente del tema. Nosotros la veíamos por la tele. Y no era que yo dijera: '¿por qué mi mamá está ahí y no conmigo?', sino que era al revés: para mí era obvio que ella tenía que estar ahí, porque lo que estaba pasando era demasiado importante. La caída del muro de Berlín, toda la época de la Guerra Fría y el problema de los misiles con Cuba, para mí no son hechos históricos, son hechos vivenciales -comenta con tono enfático.

Con el mismo énfasis con el que repasa sus recuerdos, asegura no tener claro su futuro, aunque el rating y las buenas críticas que ha recibido son auspiciosas:

-Yo no tengo añoranzas de decir 'esto quiero ser'. Soy de las que piensa que si te pones metas muy altas (y no las alcanzas), la frustración puede ser muy alta. Mi vida ha dado cien vueltas en todo sentido, y jamás pensé que iba a terminar trabajando en televisión. Por eso no me gusta dibujar a largo plazo. En este minuto mi meta es que Teletrece Noche se consolide como un híper buen noticiero, que sea el noticiero que ojalá todo el mundo sienta que no puede dejar de ver. ¿Qué viene después de eso? Ah, qué sé yo y no me interesa saberlo ahora tampoco. 

Dueña de un carácter fuerte y opinante, mientras se toma un café cortado, curiosamente Marlén Eguiguren asegura que en sus sueños de infancia jamás estuvo convertirse en periodista. Ella soñaba despierta con construir una familia feliz. 

-Cuando era chica mi fantasía siempre fue más con la casa que con el trabajo. Hoy no podría concebir la vida sin trabajar, me fascina lo que hago, pero tengo un lado hogareño súper marcado, probablemente porque yo era la mayor y como mi mamá trabajaba, yo era supermamá con mis hermanas. Me imaginaba casada y con niños, y obvio que siempre trabajando, pero (la profesión) no era donde yo me miraba. Me dibujaba mucho más como mamá y abocada a la maternidad que siendo una profesional. 

Marlén Eguiguren apoya su espalda en el respaldo de la silla, mira al horizonte y con sus manos dibuja el trayecto de un barco que navega por mares diferentes para explicar y darle sentido a su propia historia. Como la mayor de cinco hermanos, le tocó abrirse camino sola: hacerse una opinión de las cosas, tener su mirada personal acerca del mundo. Su paso por el Colegio Alemán hasta 8° básico la hizo valorar la multiculturalidad -"era como el mundo en un solo lugar", asegura- y luego en Las Ursulinas conoció un mundo más tradicional. 

-Mi vida siempre ha circulado un poco entre esos dos mundos: uno híper heterogéneo y otro súper homogéneo. Y en los dos me siento cómoda -confiesa, y continúa: 

-Mi familia era bien así, de un encuentro entre dos mundos, porque por el lado de mi papá mi familia es bien chilena, súper tradicional, de muchos hermanos, de muchos primos, muy achoclonados; y por el lado de mi mamá, mi familia es más bien alemana, de pocos hermanos, muy intelectual. La familia de mi papá era más bien chistosita, de reírse. Era de mucha fiesta. A mi tata lo que más le gustaba era organizar fiestas y hacer todo juntos, ir a la ópera juntos. En cambio en la familia de mi mamá, que era mucho más chica, mucho más intelectual, era súper importante tener una opinión, y una opinión fundada. Mi abuelo era fanático de la historia y muy lector, entonces en la familia de mi mamá todo era en silencio, con todo el mundo leyendo, mientras en la familia de mi papá era un despelote cuando tú te sentabas en la mesa. Era un mundo más gozador.

Aprendiendo a cruzar esos mundos, y sabiendo mezclar el discurso con la contemplación, Marlén forjó su carácter. 

-Acá (en la casa de Zapallar) pasábamos la mitad del tiempo y la otra mitad en Concón con los Ebensperger, donde éramos los únicos nietos y era todo súper riguroso. En esa casa todo era "por qué", entonces las conversaciones eran por qué el pan negro y no el pan blanco al desayuno, y por qué había que comer yogur, y no era cualquier yogur, sino que tenía que ser el yogur de pajarito. Mi abuelo era ecologista desde los años 40 entonces estaba prohibido sacar una rama de algún árbol. Mi abuela, por su lado, recogía perritos, gatitos, pajaritos, ¡hasta ratones! Y como ella era atleta, en la casa de los Ebensperger todo circulaba en torno al deporte. Los desafíos eran quién hacía el salto más largo, quién duraba más haciendo la invertida, quién nadaba hasta más adentro. Por eso, casi todos mis recuerdos de niña son haciendo deporte o recordando qué noticia estaba cubriendo mi mamá.

Aunque se esfuerza por mostrar su lado menos racional, a sus 35 años, Marlén Eguiguren parece forjada con hierro, como un muro infranqueable. Habla con fuerza, muy rápido, como un torbellino, pero como un remolino de viento también espanta los temas espinudos de su vida, porque aunque su carrera va en un franco ascenso, el camino personal que le ha tocado recorrer ha sido arduo. 

Recién salida de la universidad, entró a hacer la práctica en el diario La Segunda donde se quedó trabajando cubriendo política. En 2003, a los 24 años se casó con el ingeniero agrónomo Felipe Lavandero. Dos años después Canal 13 destapó la acusación de abusos sexuales contra su entonces suegro, el senador Jorge Lavandero, por la cual fue condenado. Ese mismo año nació su primer hijo, Max, y en 2006, Rafaela. Sus primeros años de crianza los pasó trabajando en la revista ED y en la desaparecida Papparazzi, pero cuando comenzó a echar de menos la política y la actualidad, volvió a tocar las puertas de La Segunda donde había un cupo en el sector de Economía. No muy convencida aceptó y al poco tiempo Eguiguren comenzó a hacerse conocida por su dominio del tema. En 2008 la periodista Eliana Rozas, quien fuera su profesora en la universidad, la llamó para presentarse a un casting para CNN. Pero Eguiguren no quedó. Convencida de que eso era lo que quería, insistió hasta que la aceptaron y entró como editora de Economía y como rostro del programa Agenda Económica. En eso estaba cuando, en noviembre de 2009, casi un mes antes de que celebrara sus 31 años, su papá, Sergio Eguiguren Muñoz, falleció inesperadamente. Dos años después, su propio matrimonio con Lavandero se quebró. 

-La muerte de mi papá fue súper heavy porque fue una muerte muy inesperada -confiesa, sin dar más detalles. -Eran muy distintos mi papá y mi mamá. Con mi papá pasé períodos de adolescente más alejada de él, pero después sí nos acercamos. Él pasaba todos los jueves a buscar a mi hijo para llevarlo al colegio: llegaba a tomar desayuno a mi casa, pasaba a buscar a Max y se lo llevaba. Practicábamos tenis juntos y desde que él no está no he podido volver a jugar. Ha sido difícil porque hay cosas que tengo marcadas de él ahí. Es algo que recién creo que estoy empezando a superar.

Más allá de las diferencias con él, su mundo paterno, comenta, siempre alimentó su lado festivo; el goce y la aceptación.

-Yo soy una gozadora y esa es la relación que tengo con mi cuerpo, porque para mí no existe un fin de semana light. Eso ya lo tengo asumido pero cuando adolescente obvio que sufría con el tema, porque me gusta demasiado comer, me gusta demasiado compartir con mi familia. Entonces cuando yo llegaba donde mi papá y le decía 'estoy gorda', siempre me respondía: "póngase contenta con su cuerpo porque usted nunca va a ser flaca porque es muy gozadora y punto". 

-¿En qué espacios se ha protegido durante los momentos difíciles?

-En mi casa, con mis niños y mi familia. Para mí el trabajo ha sido un refugio, pero en ningún caso lo más importante. Para mí pasar harto en mi casa es importante. No soy tan de salir, sino que realmente donde yo siento que me realizo es dentro de mi casa. Me mata tener una casa abierta para los amigos de mis niños, para mis hermanos, que mi casa sea un centro de reunión. A mí me gusta eso porque de verdad ahí me doy cuenta de que todo vale la pena. 

-¿Y quién ha sido la persona que la ha apuntalado en el camino?

-Mi mamá. Es la persona más fuerte, híper tiradora y sacadora para adelante y luchadora. Todos los días va a mi casa, todos los días va a ver a mis niños, es una abuela híper, híper, pero híper presente. Es bien poco de jugar, pero sí mucho de enseñar y de acoger. 

-¿Qué consejos la marcaron?

-El primer consejo que me dio fue 'la pega que vayas a hacer la tienes que hacer bien'. Y bien no implica que estés todo el día estudiando, pero sí que cuando tienes que estar concentrada tienes que estar concentrada. Para el día del fallo de La Haya tuve que estar nueve horas de corrido en transmisión y después de nuevo en la noche. Yo podía hacer bien la pega y estar híper concentrada solo porque sabía que mis niños estaban bien porque estaban con mi mamá. Y lo otro es que uno nunca, pero nunca, nunca, pierda las prioridades, y aunque la pega es importante, al final del día lo único que te queda es la familia. No te queda otra cosa. Al final de los días no me voy a dormir con mis trofeos, los que se van a despedir de mí son mis niños. 

-Forjada con una formación tan exigente, ¿le cuesta manejar la frustración?

-No sé si me cuesta manejar la frustración. Yo creo que parezco súper auto híper exigente pero no lo soy tanto; me permito caerme, sé que es parte del cuento. Sé que nunca voy a ser ni la más regia, ni la más top, ni pretendo serlo. Pretendo ser lo que estoy siendo. Con eso estoy ok. Pero tengo claro que no a todo el mundo le gusta lo que uno hace y bueno, no me enredo con eso porque me quedo tranquila con que yo lo hice lo mejor posible. Ahora, si no salió bien soy de las que piensa, 'bueno, a la próxima saldrá mejor'. Soy autoexigente, pero no soy autoflagelante. 

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