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Y dónde quedó mi auto volador?‏



Columnista - Nicolás Luco
Diario El Mercurio, Lunes 17 de febrero de 2014

Alerces de 2007

"Yo me siento feliz, en el mejor de los escenarios del país, sin perder contacto con el futuro del planeta. En realidad, el futuro son mis nietos, y esos alerces plantados en 2007 que vivirán más que ellos..."

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Veníamos de una exploración entre coigües gigantes, a 50 km de Futrono, avanzando por el parque Futangue, cuando José, mi nieto, me preguntó si había ya autos voladores.

Casi automáticamente le dije que no. Prototipos, claro que había visto.

Lo busqué en internet apenas obtuve conexión y me encontré con que el auto volador se ha convertido en el símbolo del fracaso de la ciencia ficción. La pregunta "¿dónde quedó mi auto volador?" se hace cuando uno quiere reírse de alguien que habla de un futuro increíble.

Bueno, el viernes en la conferencia anual de científicos estadounidenses (y del mundo) en Chicago, hubo una sesión dedicada al impulso que la ciencia ficción daba al desarrollo. Su título: "¿Y dónde quedó mi auto volador?". Richard García lo contó ayer.

Otra sesión se destinó a la improvisación en ciencia y en medicina, hablaron de cómo a veces la intuición era la ruta a nuevas maneras de vivir.

Se abrían ventanas. Mucho futuro positivo.

Unas de las primeras ventanas que se abrieron fue la sesión que reiteró, con mediciones, lo importante que es que la madre y el padre le hablen directamente al hijo o hija en sus primeros meses de vida. James Heckman, de la U. de Chicago, exhortó a implantar políticas para contrarrestar la alta posibilidad de que los nacidos en grupos sociales en riesgo crezcan sin habilidades suficientes y sean un factor más del "alza global de inequidad en los ingresos".

Una investigación siguió por 40 años el desarrollo de personas que en su infancia habían tenido acceso a apoyos preescolares y demostró que habían llegado más adelante en su educación, ganaron mejores sueldos, tenían mejor salud y menos posibilidades de delinquir que sus pares que no habían disfrutado de tal acceso. En la sesión, se presentó un programa, "¡Habla conmigo!", que enseña a mamás latinas en California estrategias para hablarles directamente a sus bebés.

En el paseo por el parque Futangue, hablando directamente con 9 de mis nietos, mirábamos las plantas parásitas en los troncos centenarios. Tepas, ulmos, arrayanes, soportaban penachos elegantes que parecían abrigos verdes de piel sobre los troncos, como cuellos de mujeres pintadas por Modigliani. En diferentes áreas, plantados el 2007, alerces, ciprés de las guaitecas, apuestas por el futuro. Mi mujer y mi hijo se preocupaban porque le prestaba mi Nikon 5100 a la Magdalena, de 6 años, que gozaba disparando y viendo el resultado. Así también con Constanza, Nicolás, Andrés.

Tuve que limitar mis conversaciones con ellos en los siguientes días, eso sí. Porque en la conferencia abrieron entusiasmantes expectativas: cómo organizar el sistema de innovación para la manufactura avanzada (usando impresoras 3D, por ejemplo), o los reactores nucleares pequeños, o el análisis genético a gran escala, o las grillas de microgeneradores de electricidad, o la investigación en urbanismo con el uso de big data , o cómo conseguir baterías mejores que las de litio. A mis nietos, a mi mujer, a mis hijos, casi les dejé de hablar, siguiendo la cosa en internet.

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