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Adiós a los díscolos, bienvenidos los herejes.‏



El peligro de la herejía

Los miembros del futuro gobierno se moverán en un escenario pantanoso, donde siempre tendrán profundas dudas sobre los márgenes de su actividad.

por Patricio Dussaillant - Diario La Tercera, 22/02/2014 
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CON RAPIDEZ algunos miembros de la Nueva Mayoría han revelado su autoimpuesto rol de inquisidores, siguiendo el modelo que se recuerda en la película “La vida de los otros”, investigando la vida de “los otros” con el fin de funar a todos aquellos que tengan unos principios diferentes a los del pensamiento establecido, en este caso, en el programa.

Los que, en su momento, quedaron afónicos denunciando “conflictos de interés”, ahora los olvidaron. Tal vez el afán de excesivo hermetismo y el pavor a las filtraciones les impidió verlos y comprender que ahora, además, debían verificar los “conflictos de fidelidad ideológica” antes de nombrar a alguien.
Ya se ve que el escenario en el que se moverán los futuros actores es, fundamentalmente, pantanoso, es decir, que siempre tendrán profundas dudas sobre los márgenes de su actividad. Esto explica las coincidentes vacaciones, el silencio colectivo y el, cada vez más, acrecentado hermetismo como estilo de gestión. 
Desde el principio al gobierno de Piñera se le criticó la falta de un relato que convocara, entusiasmara y le diera un sentido épico a su gestión, la que finalmente produjo resultados beneficiosos para el país.
Por el contrario, Bachelet -desde el principio de la campaña e incluso antes- tenía un relato y, de hecho, la principal dificultad fue plasmarlo en un programa de tal forma que dejara satisfechos a todos en la “nueva mayoría”. Fue siguiendo el relato de la izquierda concertacionista, y de sus nuevos socios, que la candidata planteó una serie de temas que buscaban sintonizar con los movimientos sociales, pero que entraban en contradicción con las ideas y proyectos de otros sectores del mismo conglomerado. 
Ahora vemos cómo dicho programa cobra una fuerza inusitada y se transforma en el guión de lo que viene. Tal es su importancia, que el casting de los actores que participarán tiene como criterio fundante la adhesión ciega al mismo. En dicha selección, no importaron las actuaciones anteriores sino la fiel adhesión al guión y, de hecho, hasta ahora sólo ha caído quien fue acusada por esta gravísima “infracción ideológica”. 
Va quedando claro que el guión será el que manda; que en él se narra en detalle la historia de principio a fin y la información relevante para su realización. Como en una película, al parecer, el director estará tras bambalinas y el productor (¿Peñailillo o Aleuy?) vigilará cada paso de la realización, arbitrando las luchas entre las exigencias, las expectativas y los conflictos propios de la mezcla de individualidades. Pero siendo responsable del proceso, el director deberá delegar una enorme cantidad de funciones y, sin embargo, responder por todas.
En marzo se verá qué sucede cuando se corra el telón, se vea el escenario y en él a los actores seleccionados representando su papel siempre apegados al guión más allá de sus propias ideas y convicciones. En este escenario, la coreografía será definida y controlada por los exégetas del programa, quienes determinarán la “interpretación oficial”. 
Un estilo diferente en que, más allá del relato (que existe) y la gestión (que está por verse), lo primordial será el hermetismo y la hermenéutica que no permitirán la existencia de “herejes” que se aparten del programa. Adiós a los díscolos, bienvenidos los herejes.

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