Escribo a días de terminar una temporada de presiones para todos quienes tenemos algunos o varios kilos de más. El eslogan de un verano sin polera nos sigue penando y el incesante bombardeo de spots para comprar productos que nos hagan sentirnos livianos, esbeltos y sanos no nos da tregua
Destaca la preponderancia que adquiere nuestra apariencia en la percepción que tenemos de la felicidad o satisfacción con nuestras vidas. El último informe de Desarrollo Humano (PNUD) indica que 77% se declara satisfecho y muy satisfecho con su vida, lo que representa un aumento de 19 puntos con lo observado por el mismo estudio de 1995. Uno de los aspectos que influye en ello es la apariencia física: la satisfacción con el propio cuerpo está considerado dentro de los siete aspectos más importantes que determinan la felicidad de las personas y a nivel individual está dentro de los cuatro primeros (Collect GFK).
Pero mientras aumenta la importancia de nuestra apariencia para considerarnos felices, disminuye la satisfacción con nuestro propio cuerpo. Los chilenos se sienten cada vez menos atractivos: si en 2009 la gente que se declaraba satisfecho con su apariencia física alcanzaba el 53%, hoy esa cifra es sólo de un 40%. Esto es especialmente acentuado en los estratos medios y bajos, y en la gente que vive en la zona norte del país.
Sorprende que los jóvenes estén igual de satisfechos que las personas de edad media con sus apariencia física. La satisfacción cae considerablemente después de los 45 años en niveles muy similares a los que tienen más de 60 (33%, Chilescopio 2012). El peso (38%) y algún problema con la dentadura (29%) son los aspectos de su cuerpo con los cuales los chilenos están más disconformes, seguido muy de atrás por problemas con la textura de su piel como arrugas, estrías, celulitis y varices (17%) (Adimark UC). El problema del sobrepeso es transversal a todas las edades y grupos sociales.
La consecuencia de lo anterior ha sido la expansión de un apetecido mercado de consumidores que desean verse y sentirse bien, colocando muchas veces estándares más altos de lo que es posible alcanzar dada su condición de edad o salud. Un joven emprendedor ha logrado la representación de varios productos como proteínas y suplementos alimenticios, con una cadena de distribución especialmente en gimnasios. Su facturación en cinco años ha crecido en un 70% y se apresta a expandirse con locales en sectores medios y especialmente bajos, donde crece la demanda aceleradamente.
Gimnasios que crecen y kinesiólogos que no dan abasto con lesiones producto de la sobre exigencia de los “deportistas”. El ejercicio deja de ser un juego social y se transforma en un deber individual. La pichanga con los amigos se reemplaza por el spinning y el raqueteo dominical por la bicicleta estática.
El deber para verse bien se impone también en la alimentación. Todo lo que diga light o diet tiene lugar asegurado en las góndolas de los supermercados, aunque al leer con mayor detención sus características no son tan milagrosas. Lo sano se impone como antagonista de lo sabroso. En vez de tanta receta insípida, sería más eficiente las campañas para comer bien y sabroso… lo saludable viene -la gran mayoría de las veces- por añadidura. Mesas para compartir por largas horas y no para privarse.
Dadas así las cosas, es predecible que en términos de población general, pese a dietas, gimnasios, suplementos alimenticios, aumenten los niveles de obesidad, especialmente entre los niños. El 25,1% de la población mayor de 15 años presenta obesidad y un 39,3% tiene sobrepeso. El verse bien a punta de privaciones sólo logra resultados esporádicos. El verse bien no va de la mano con sentirnos bien. Poco se ha explorado en campañas que pongan el énfasis en el placer como parte de lo sano.
Junto con ello, parece importante hacerse cargo de las expectativas: gran parte de nuestra población es de baja estatura, extremidades cortas y con algún sobrepeso que se hace natural con los años. Al menos políticamente nos hacemos cargo de ello: tenemos a un presidente bajo y con extremidades cortas y una presidenta a la cual uno de sus ministros la trató cariñosamente hace algunos años como mi Gordi. Es un avance.
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