WELCOME TO YOUR BLOG...!!!.YOU ARE N°

Claudio Bertoni: las posibilidades poéticas del hueveo



Por Jorge Muzam

He arribado esporádicamente a la obra de Claudio Bertoni. Casi siempre por un efecto secundario, como por ejemplo, un libro que no estuvo y elegí el de al lado para no volver con las manos vacías.
Desconozco la vida de Bertoni, pues no suelo leer las contratapas de los libros. Sé que es un poeta con buena llegada en círculos de poetas y que algunas reseñas sobre su obra han aparecido en el diario conservador El Mercurio y en el pasquín de excusado The Clinic. Respecto a los libros en general, sólo los abro y husmeo por aquí y por allá a ver si algún fragmento me atrapa. Pues Bertoni ya me ha atrapado dos veces con cierto entusiasmo... (y vaya que cada día es más difícil entusiasmarme con un escritor contemporáneo, salvo Philip Roth) No recuerdo cuál fue el primer libro que leí de Bertoni, o si lo he leído sólo en antologías, pero esta vez pedí muy conscientemente Harakiri, en lugar de las inexistentes obras de Juan Luis Martínez que buscaba previamente.


Lo abrí en cualquier lugar. De buenas a primeras me pareció una libretita de apuntes de alguien que ha transcrito las cosas más nimias que se le pasan por la cabeza a un ser humano ocioso. En otro escritor quizás el resultado hubiese sido desastroso, pero en Bertoni la aparente in significancia de lo dicho se convierte en música poética: pícara y vulgar a veces; deshojada y hasta desesperada en otras. Los numerosos instantes que el poeta debe sobrevivir a la intemperie social son descritos sin preámbulos, sin pudor, a menudo sin títulos, respetando las formas más genuinas y coloquiales de la asfixia cotidiana.

Su poesía se muestra anárquica, irregular, trastabillante, anhelante de comprensión y afecto, como se aprecia en su poema "1990":

“¿no se dan cuenta?...

…soy un náufrago

¿nadie

quiere ser la brizna

de la hierba

a que me aferro?”

Pero Bertoni también ríe junto al lector, no de él. A diferencia de Borges, que a menudo parecía querer tomarle el pelo a los lectores más adustos.

La risa acapara su poema 74:

“alma

es la

suma de

los peos

de los gusanos

que lo devoran

a uno”

Hay poemas, como el 71, que se adentran en una especie de desesperanzado panteísmo:

“el día entero

es la mentira

de un sol”

Y otros poemas, como el 22, donde se endilga a sí mismo la responsabilidad de una vida desperdiciada:

“Huevear un rato

no cuesta nada

Lo difícil es

huevear toda la vida”.

Su circunstancia vital parece transcurrir en medio de una esquizofrenia perceptiva, la de ser o no ser, de ser demasiado o muy poco, de ser amado y ser tan poca cosa para merecer ese amor, de sentirse feliz y a la vez carcomido de tristeza, como se aprecia en su poema No soy yo:

“yo me siento feliz

pero no soy yo el que se siente feliz

son mis jugos los que se sienten felices

son mis gorgoritos los que se sienten felices

son mis fluidos, mis flujos, mis chisporroteos

los que se sienten felices

son mis mareos, mis bofes, mis cables pegados con

huinchaisladora los que se sienten felices

yo no soy feliz

soy una piel de mierda

que se lame con su lengua infeliz”

Hay poemas de un profundo dramatismo existencial, como Lo que vemos pasar por la vereda:
  “lo que vemos pasar por la vereda


son abismos

abismos que conversan:

para no devorarse a sí mismos

para no desbarrancarse

para no despeñarse dentro de sí mismos


abismos que miran televisión

trabajan y tienen hijos

para exactamente lo mismo”

El poeta no puede dejar de pensar en la muerte. Las posibilidades preambulares de la muerte lo abruman, le contaminan su presente y le hacen auscultar todos los signos posibles de aquello que se acerca a paso seguro. Pero mientras espera, juega, repite jingles de comerciales deformados a su pinta, para alegrarse quizás, o sólo para pasar el rato. También silba y tararea como haciéndose el leso y entre tanto pensamiento contradictorio mezcla sapos con culebras en su anárquico poema Mazamorra:

“estás vivo

eres sano y buen mozo

eres negro y comunista

eres judío

tienes sida y pie plano

hueles mal

eres un genio

corres la milla en un minuto

nadie te quiere

todos deliran por ti

tienes un yate y tienes diarrea

soy maricón y padre de familia

mi madre murió

mi padre un ebrio

mi hermana una puta

mi hermano también murió

y mi otra hermana:

todos torturados

unos de cáncer

otros Lonquén

unos car crash

otros la droga

y no tengo casi colesterol

no tengo arrugas

mi esposa me adora

su amante la adora

yo adoro a su amante

qué mazamorra “

Bertoni se estremece al ver tanto mendigo, porque en cierta medida parece verse a sí mismo, como su circunstancia proyectada en un espejo. Siente culpa al no poder darles más dinero, porque significaría desangrarse o morirse de hambre antes que ellos mismos. Sin embargo, no desaprovecha la oportunidad de jugar poética y risueñamente con la conjunción de ambas circunstancias, como lo hace en el poema 52:

“todos

mis acreedores

son pordioseros”

Pero a ratos, y es lo más usual, simplemente se dedica a huevear poéticamente, como lo refiere este particularísimo poema "Ni san Francisco ni de Asís":

“estoy sentado en un banco

aquí en la plaza Ñuñoa

unas palomas se acercan

creyendo que les voy a dar de comer

las tontas ueonas no saben

que lo único que quiero

es aforrarles una chuleta

me cargan estas palomas culiás

que son más feas que la cresta”

No hay comentarios:

Publicar un comentario

COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS