Ascanio Cavallo
Diario El Mercurio, Revista Sábado,
31 de Diciembre de 2011
Pina Bausch fue una de las más influyentes creadoras de la danza contemporánea. Murió a los 69 años, en Wuppertal, la ciudad que convirtió en sede de su Tanztheater, muchas veces repudiado en los 60 y convertido en el más admirado baluarte de la vanguardia dancística a partir de los 80. Es una figura de la mayor importancia en la escena mundial, pero es sobre todo la gran figura de Alemania en este arte híper sofisticado.
Bausch murió mientras se preparaba este documental, cuando su amigo Wim Wenders había intuido que la moda de la industria, el 3D, podía ser útil al raro sentido del espacio de la coreógrafa. Esta tecnología basura, con sus salas aparatosas y sus anteojos siempre sucios, que representa la lucha tonta contra internet y la piratería, tal como la pantalla ancha encarnó la guerra tonta contra la televisión en los 50, se caracteriza por su manía de arrojar el espacio hacia el espectador. Wenders le vio el lado inverso: la potencialidad de fijar el espacio para separar fondo y forma, figura y paisaje, cuerpo y escenario, que es uno de los motivos fuertes de la obra de Bausch.
La película es de una simpleza ejemplar: se trata de pequeños pasajes de las obras de Bausch -ninguna está realmente completa, aunque hay fragmentos más largos de "Café Müller" y en especial de "Kontakhof", que da un cierto marco al resto de los temas- intercalados con brevísimas entrevistas a bailarines de diversas nacionalidades y edades. Todos ellos coinciden en la agudeza de la coreógrafa, en su fuerza, en su capacidad de extraer lo mejor de cada intérprete, hasta el grado de esta fantástica declaración: "Siempre tenías la impresión de ser más que un ser humano cuando trabajabas con Pina".
Wenders literalmente se borra de la película. Sus decisiones como cineasta son tan restringidas y transparentes como lo eran en Buena Vista Social Club, gracias a lo cual emerge con fuerza deslumbrante el mundo de Bausch, un mundo sombrío, desesperado, existencialista a la alemana (más Heidegger que Sartre), poblado de seres solitarios, urbanos, industriales, que parecen hallar en el baile la única salida a un vacío sin fondo, donde sólo existen los obstáculos de la incontrarrestable materia. El subtítulo de la cinta, tomado de una frase de Bausch -"Bailen, bailen, que si no estamos perdidos"-, sintetiza con lucidez la idea que transmiten estas puestas en escena.
Las vueltas de la vida han hecho que, mientras se oxidan de pomposidad las películas que hicieron su gloria en los 70 y 80 -y de impostura las que hizo más tarde-, Wenders venga a validarse por sus documentales sobre música y especialmente por la generosidad con que ellos se empeñan en rescatar a grandes artistas del polvo del olvido y la muerte. Pina, una de las primeras joyas del 3D, es un testimonio grandioso también por eso.
PINA
Dirección: Wim Wenders. Con: Pina Bausch, Regina Advento, Damiano Ottavio Bigi, Clementine Deluy. 104 minutos.
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