Hay un arte sutil en vagabundear.
La clave no está en la calma sino en la demora.
En la tregua, no en la trama.
Contra todo ventajismo, vagabundear a rabiar.
Contra la codicia y la avaricia, vagabundear sin calcular.
No más salvar la tontería
haciéndola pasar por novedad.
Renunciando a la pelea por el éxito.
Destapando el ritmo pausado de la eternidad...
Un vagabundo a contramano del tiempo
y que, contra el tránsito, se mantiene ileso.
Que hace grotesco el rictus
en el labio de los exitosos.
...sabiendo que el aburrimiento
es el lado sordo de la nada.
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Martín Hopenhayn: Del vagabundeo y otras demoras
Editorial Andrés Bello (Santiago de Chile, 2006)
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