Por Mirada Capital
21 Oct 11 REVISTA CAPITAL
Allamand tendrá que ver cómo ingeniárselas para sostener en el tiempo su alta popularidad, sobre todo cuando su nombre suena para moverse a un ministerio más político, en donde no tendrá los tanques que lo blindan y lo mantienen alejado de los avatares de la contingencia. Por María José O’Shea C.
Es casi aburrido seguir recurriendo al manido argumento de que Piñera no deja que sus ministros actúen, que los equipos funcionen y que las flores florezcan, para ponerlo en lenguaje presidencial. Todas las encuestas recientes se han encargado de revelar la mala evaluación que el mandatario tiene en la ciudadanía y las teorías sobre las razones de ese poco respaldo aparecen a diario.
Por eso, nos fuimos por otro lado. En vez de poner a Piñera en el blanco, apuntamos a su gabinete. Ese grupo que en casi 20 meses de gobierno ha renovado sus caras varias veces. Le pedimos a más de cien personas –entre empresarios, altos ejecutivos, analistas y figuras del mundo de la cultura– que les pusieran nota a los ministros. Que los sacaran al pizarrón.
Más de alguno respondió que quien se lleva la peor nota en el gobierno no aparece en el listado… Pero, como ya dijimos, eso es –y ha sido– motivo de otros innumerables análisis.
Parece haber cierto consenso sobre los nombres que están en lo alto del ranking. Y también sobre los que están en el suelo. En eso coinciden las encuestas conocidas en el último tiempo y esta particular evaluación, que aunque de rigor científico tiene poco, es bastante ilustrativa del momento político.
El mejor evaluado es Andrés Allamand. Después de toda una vida política –con triunfos, escándalos, libros, aciertos y caídas–, el ex senador RN logró estar en el listado de los destacados y –mejor aún–, encabezar la opción presidencial de su sector.
Estuvo en la campaña de Piñera, se distanció cuando no apareció en la nómina del primer gabinete, pataleó y criticó hasta que el mandatario se dio cuenta de que tenía que tenerlo a su lado. Lo nombró en Defensa. Al día siguiente, Allamand ya tenía tenidas especiales y un despliegue que no pasaba desapercibido. Nadie le podría haber sacado mejor provecho a su cargo. Redactó un proyecto que deroga la ley del cobre –un preciado tesoro de las FFAA–, recorrió las tropas y trabajó en silencio, lejos de las polémicas, armando con táctica militar su candidatura presidencial. Hasta que el accidente de Juan Fernández se estrelló en su cara. “Qué bien que lo ha hecho Allamand”, se escuchaba en cada rincón. Con los pies en el agua, la mezcla de sensibilidad y eficiencia que mostró en el episodio era el gran empujón que a este político le faltaba. Porque, al final, por muy selecta que sea esta encuesta, los chilenos somos todos iguales: nos gusta que nos toquen la fibra. Más todavía, cuando quien la toca inspira también cierto don de mando.
Ahora Allamand tendrá que ver cómo ingeniárselas para aguantar ese nivel de éxito, sobre todo cuando su nombre suena para moverse a un ministerio más político, en donde no tendrá los tanques que los blindan y lo mantienen alejado de los avatares de la contingencia.
En segundo lugar aparece Andrés Chadwick, el nuevo pánzer de La Moneda. El ex senador UDI ha mostrado su talento político al intentar imponer mayor coordinación y unidad en la derecha aunque, claramente, eso todavía falte.
Y la tercera mejor nota la obtiene Felipe Bulnes. Un espaldarazo al abogado en medio de la crisis más larga que ha atravesado este gobierno. A diferencia de su antecesor, Joaquín Lavín –quien está entre los peores–, Bulnes recibe varios 7 por parte de los consultados.
La única nota roja de todo el sondeo se la lleva el titular de Interior, Rodrigo Hinzpeter. El mismo que hace un año, en estas mismas páginas, era la voz oficial del gobierno y planteaba “la nueva derecha”, hoy aparece disminuido en su popularidad y en su poder. Entre las “decepciones”, le siguen Lavín y un debutante, Pablo Longueira, quien se ha encargado de decir que las penas del infierno caerán sobre los empresarios abusadores.
Llama la atención en estos resultados que, además de aquellos que desatan pasiones, hay un grupo que sigue siendo “del montón”. Lo que no meten ruido ni porque sí ni porque no. Y otro, más sorprendente aún, lo conforman los todavía desconocidos. Nombres como el de Catalina Parot, José Antonio Galilea o María Ignacia Benítez –los tres están desde el primer día de gobierno– cayeron varias veces en la categoría no sabe/no responde, a la hora de preguntar por ellos.
Las notas son reveladoras. Más aún, considerando la asamblea de profesores que las puso. Es cierto que la mayoría aprueba –y quizá haya motivos de celebración para muchos que hubiesen esperado resultados menos positivos–, pero no deja de ser preocupante que no haya ninguno que obtenga más de un 6. Para un gobierno de excelencia es poco, ¿o no?
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