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Julia Kristeva, psicoanalista y lingüista

:
El valor de la singularidad femenina
por Daniela Mohor
Diario El Mercurio, Revista Ya, martes 1 de noviembre de 2011
http://diario.elmercurio.com/2011/11/01/ya/entrevista/noticias/9098A24D-332F-4190-9FF6-71F31F0CD579.htm?id={9098A24D-332F-4190-9FF6-71F31F0CD579}

Dice que hoy las madres están muy solas. Que las mujeres buscan que se
respete su singularidad y que esa búsqueda constituye uno de los
pilares de la "verdadera revolución antropológica" que viven las
sociedades occidentales. A pocos días de llegar a Santiago, invitada
por Puerto de Ideas, Festival de Valparaíso, y la Universidad de
Chile, esta destacada intelectual, discípula de figuras como Jacques
Lacan y Roland Barthes, revisa la realidad de las mujeres del siglo
XXI.

Si hay algo que a Julia Kristeva -lingüista, psicoanalista y
escritora- siempre le ha interesado es la identidad de la mujer. Por
eso a fines de los 90 decidió ponerse a investigar de más cerca lo que
ella llama "el genio femenino". Consideraba que pese a los avances
conocidos por el género femenino en el siglo XX, las mujeres seguían
siendo mal conocidas y no habían podido aún dar prueba de todas sus
potencialidades.
-La idea era preguntarse qué cosa en particular puede aportar el éxito
femenino que los hombres no hayan hecho -dice hoy por teléfono desde
su departamento en París, la ciudad donde vive desde los 23 años,
cuando llegó desde Bulgaria para realizar sus estudios doctorales.
De esa inquietud por el éxito particular de las mujeres surgió un
libro en tres volúmenes, "Le génie féminin" ("El genio femenino")
entre 1999 y 2002, y dedicado a tres figuras del siglo XX: la filósofa
Hannah Arendt; la creadora del psicoanálisis infantil, Mélanie Klein,
y la novelista francesa Colette. Ese trabajo la llevó no sólo a
analizar la trayectoria de estas tres intelectuales, sino también a
salirse de lo que ella ha llamado la visión "gregaria" del feminismo
para descubrir el valor de la singularidad para las mujeres.
Julia Kristeva llegó a París a mediados de los años 60 y encontró
entonces en el grupo de la revista de vanguardia Tel Quel (fundada por
Philippe Sollers, quien se convertiría luego en su marido) un grupo de
pertenencia. Intelectuales de renombre como Michel Foucault, Roland
Barthes, Jacques Derrida, o Umberto Eco, eran algunos de los otros
participantes. En 1979, tras haber seguido seminarios de Jacques Lacan
se convirtió en psicoanalista y progresivamente se especializó en
semiótica. Destacó suficientemente como para que el propio Roland
Barthes, padre de la semiología, le dedicara un texto titulado "La
Extranjera" en que alaba su trabajo:
-Julia Kristeva cambia el lugar de las cosas: siempre destruye el
último prejuicio (...). Desplaza lo que ya se ha dicho, es decir la
insistencia del significado, la tontera; ella subvierte la autoridad,
la de la ciencia monológica, de la filiación. Su trabajo es
enteramente nuevo, exacto, no por puritanismo científico, sino porque
toma todo el lugar que ocupa, lo llena exactamente, obligando a quien
se excluye de él a descubrirse en posición de resistencia o de censura
-escribió Barthes.
Han pasado años desde entonces, pero esta destacada pensadora -quien
recibió en 2004 el premio Holberg de Ciencias Humanas, es profesora en
la Universidad de París 7 y el Instituto Universitario de Francia, y
dicta clases en Estados Unidos y Canadá- sigue dando que hablar por la
prolijidad de sus reflexiones. Como las que se refieren a la
singularidad.
-¿Qué descubrió de las mujeres con su trabajo sobre el genio femenino?
-Que la mujer en la que se encuentra el feminismo hoy es la que dice:
"Soy una mujer, pero no soy como todas las mujeres. Soy una mujer
singular y puedo pensar, puedo crear algo particular". Y creo que eso
es una respuesta a la tendencia a la masificación que viene en parte
de los grandes movimientos libertarios del pasado, como las
revoluciones burguesas, las revoluciones proletarias o las del tercer
mundo. Se quería la libertad para los burgueses, los obreros, el
tercer mundo. Para todos los musulmanes, para todos los judíos, todos
los franceses, etc...Y ahora es la persona singular la que pide sus
derechos y que éstos se respeten. Creo que las mujeres son las que
están más adelantadas en esa demanda y no deben avergonzarse de esa
preocupación por la singularidad: no es necesariamente narcisismo,
aunque pueda serlo.
La revolución antropológica
La mirada de Julia Kristeva sobre la sociedad combina sus
conocimientos en psicoanálisis -y lo que ve en sus pacientes en el
diván-, su análisis de investigadora y su experiencia personal. Y es
desde esos lugares que reflexiona sobre la identidad de las mujeres de
hoy.
El feminismo, explica Kristeva, ha generado numerosos avances. La
paridad, la incorporación progresiva de los hombres a las tareas de la
crianza y de la casa, el hecho de que no se los culpabilice más
sistemáticamente por participar de esas labores, son algunos de ellos.
Pero, según la psicoanalista, dentro del panorama internacional es una
realidad limitada.
-Es una especie de desarrollo que se da en el mundo de las democracias
avanzadas y que en cierta manera es pionero, de vanguardia, porque la
gran mayoría de la gente no ha hecho suya esas ideas de igualdad y
paridad entre hombres y mujeres. Sigue faltando hacer un gran trabajo
en lo que tiene que ver con la elección libre de la maternidad, por
ejemplo. A las jóvenes generaciones les cuesta mucho acceder a la
información para protegerse contra embarazos no deseados, a la
contracepción. También se ve un resurgimiento de las religiones
integristas que no sólo les prohíbe a las mujeres el acceso a la vida
pública, social y política sino que además las condena a una verdadera
servidumbre en la vida familiar. Todo esto está en proceso, hay muchas
incógnitas, pero existe una verdadera revolución antropológica -dice.
Esa revolución también se está dando en el mundo del islam. Kristeva
cuenta que movilizada por la realidad que enfrentan las mujeres del
mundo musulmán decidió que este año, le entregará el premio Simone de
Beauvoir para la libertad de las mujeres (un galardón que ella creó en
2008 para el centenario del nacimiento de la filósofa) a una o varias
de las que luchan por la igualdad de las musulmanas a través de la
revolución de las flores de jazmín que surgió en Túnez y se propagó en
Egipto y otros países del mundo árabe.
-Yo le digo muy seguido a mis amigos: el hecho que las mujeres se
tomen el poder a nivel de los puestos de trabajo o de la política no
es únicamente un
asunto político. Es una cuestión antropológica profunda: ¿Que ocurre
con la relación hombre-mujer? Frente a esta situación, ¿está el hombre
en dificultad? ¿Cómo es el hijo de las nuevas parejas igualitarias?
Todas esas preguntas son parte de los grandes retos del siglo XXI.
-¿Y cómo lo viven las mujeres, en su opinión?
-Hay que encontrar un equilibrio entre la creatividad profesional y la
creatividad maternal de las mujeres. Y eso está muy al centro de la
vida personal de las que tienen entre 20 y 30 años. Ellas ya no se
conforman con ser las señoras Christine Lagarde o Angela Merkel, que
son nombres que encarnan el éxito profesional. Para las mujeres
jóvenes, el éxito profesional no basta. Tiene que acompañarse de la
maternidad, de un éxito en su vida personal y sexual. Eso las lleva a
vivir cosas muy complicadas y exorbitantes, y el resultado es que
están agotadas. Hay tantos esfuerzos por hacer para lograrlo que me
las encuentro luego en el diván porque la superwoman se pone
melancólica. Los principales daños de este fenómeno son el cansancio y
la depresión. Pero no es un destino. A mí me impresiona la vitalidad
de la mujer y la madurez de su estructura psíquica. Hay muchas mujeres
deprimidas pero hay más suicidios masculinos, por ejemplo. Eso muestra
que la psiquis femenina tiene una especie de resistencia de
flexibilidad.
-En este contexto, los hombres también están viviendo tiempos difíciles...
-Sí, porque hay una crisis de los valores por los cuales todo el
humanismo y todas las religiones luchan y que se supone que encarnan
los hombres: la ley, la guerra, el futuro, la fuerza, el poder. Y al
mismo tiempo sus parejas los ponen a prueba al desarrollarse a veces
con mucha energía, incluso arrogancia. Entonces hay una crisis de la
virilidad. Y en eso también las mujeres tienen un trabajo complejo por
hacer: cómo liberarse sin obviar la diferencia sexual, sin querer que
todos los hombres se conviertan en mujeres. A mí me parece que una
civilización está hecha de diferencias y que esas diferencias empiezan
por la que hay entre hombre y mujer. La sensibilidad femenina no es la
misma que la de los hombres. No es mejor, no es peor, es diferente.
Tratemos de cultivar esas diferencias y de respetar también la
preocupación de los hombres por el poder.

La soledad de las madres

En sus años de trabajo, Julia Kristeva ha escrito numerosos artículos
y dado varias charlas sobre la maternidad. Una de sus principales
preocupaciones hoy, dice, es la ausencia de un acompañamiento a las
madres por parte de la sociedad.
-No tenemos un discurso sobre la maternidad. Antes se decía "la Virgen
María debe someterse a su hijo y a Dios" o "Sara debe seguir a Abraham
y salvar a Isaac del sacrificio". Ahora no tenemos esos códigos y
necesitamos un acompañamiento singularizado para apoyar a estas
mujeres en su deseo de emancipación e impedirles ejercer una
influencia autoritaria y maníaca sobre su pareja. Cuando no hay
discurso, no hay acompañamiento, se deja libres a las mujeres. Libres,
es decir solas.
Kristeva ha sido muy crítica de lo que llama "el oscurantismo de las
religiones", por los crímenes que se han cometido históricamente en
contra de las mujeres en nombre de esas religiones. Sin embargo,
reconoce que éstas también "decían verdades sobre la complejidad, la
dificultad, el aspecto pasional de la maternidad".
-Hay que tomar en cuenta esos mensajes y tratar de desarrollarlos en
la laicidad. Las grandes corrientes feministas hasta Simone de
Beauvoir vieron sobre todo el lado arcaico y regresivo de la función
materna, que encerraba a la mujer en el hogar y le impedía trabajar.
Hoy, en las democracias avanzadas, tenemos la posibilidad de tener a
la professional woman y a la madre, lo que no está exento de
dificultad. Pero no tenemos una palabra humanista, una filosofía
humanista ni feminista sobre la maternidad.
-¿Cómo se puede lograr ese acompañamiento?
- Pasa por una educación en los colegios. Se puede hacer con programas
audiovisuales ya que ahora todo pasa por la imagen. Y al momento de la
concepción, los médicos son quienes velan porque el parto se dé en
buenas condiciones. En Francia por lo menos, hay un acompañamiento
psíquico, psicológico, psicoanalítico. Pero no necesariamente se hace
de la manera adecuada, ni con todas las mujeres.
Una de las grandes dificultades de las madres, dice Kristeva, es la
relación con el hijo. Cuenta que para uno de sus libros estudió en
profundidad a la figura de Teresa de Ávila, quien no fue
biológicamente madre, pero sí fue la madre espiritual de muchas
monjas.
-Ella decía que ser madre es hablar desde el punto de vista de los
demás. Y yo creo que eso es muy difícil para las madres hoy. Muchas
veces las madres tratan de pedirles a sus hijos tener éxito donde
ellas mismas no lo tuvieron, en vez de intentar desarrollar algo
específico en sus hijos, es decir en vez de pensar desde el punto de
vista del hijo mismo.
-¿Cree que esta tendencia de las madres a dejarle poco espacio a los
hijos para desarrollarse a su manera es un fenómeno nuevo?
-No, creo que siempre fue así pero ahora estamos tomando conciencia de
ello, porque en el humanismo europeo se está desarrollando la idea del
respeto del otro, el respeto de la singularidad. Entonces nos damos
cuenta que mamá, quien se dice humanista, quiere gobernar en la casa:
quiere que sea abogada y no artista, se enoja si elijo un hombre que
no le gusta, etc... Hay una rebeldía contra esa autoridad materna que
algunas mujeres, sobre todo las que están deprimidas o que no
encontraron la pareja que necesitaban, descargan sobre sus hijos.
-Hoy se tiende a decir que vivimos en un mundo individualista. ¿Cómo
se evita caer de la singularidad al individualismo?
-Hay que tener mucho cuidado con esas diabolizaciones de la cultura
moderna. Es cierto que algunas tendencias están vinculadas a la
globalización de los mercados, a la carrera sin freno de la tecnología
que transforman al hombre y a la mujer en consumidores. Pero el
humanismo heredado del Siglo de las Luces y tal como se desarrolla hoy
en su encuentro con la diversidad cultural es una gran filosofía de la
solidaridad entre singulares. Se trata de acoger a todas las culturas,
a los chinos, los musulmanes, los africanos. El individuo es un ser
singular y no hay que ceder en eso. No somos una manada, tenemos que
tratar de que nuestros hijos sean los más particulares posibles, los
más geniales posibles en el sentido de una singularidad compartible.
Es compartiendo con los demás que podemos ir en contra del
mercantilismo y de la banalización técnica de la especie. Aunque
parezca ser una tendencia minoritaria, creo que no hay que diabolizar,
sino que insistir sobre este aspecto muy positivo de la solidaridad.
"Hay que encontrar un equilibrio entre la creatividad profesional y la
creatividad maternal de la mujer. eso está muy al centro de la vida
personal de las que tienen entre 20 y 30 años".
"Las feministas hasta Simone de Beauvoir encerraban a la mujer en el
hogar. Hoy, en las democracias avanzadas, tenemos la posibilidad de
tener a la profesional y a la madre, lo que no está exento de
dificultad", dice Kristeva.

1 comentario:

  1. Pienso que esta nueva mujer està siendo atrapada por el poder que tiene en sus manos y puede erguirse un dia en una gran dictadora de verdades como lo ha hecho el hombre historicamente.
    Efectivamente la solidadridad entre singulares es un tarea urgente para la mujer de hoy.
    Me maravilla Kristeva.

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