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La frivolidad de una contienda


por Pablo Ortúzar
Diario La Segunda, 12 de octubre de 2013
http://blogs.lasegunda.com/debate/2013/10/12/la-frivolidad-de-una-contienda.asp
La estrategia de rastrillo de la "Nueva Mayoría" fue todo un éxito: lograron articular bajo un mismo arco desde el Partido Comunista y Gómez hasta Andrés Velasco y Orrego. Al cubrir todos sus flancos, hicieron pebre a Marco Enríquez-Ominami, quien fue desplazado políticamente -a pesar de sus esfuerzos- hacia el área de las izquierdas estériles. Se dieron un festín instrumentalizando casi por completo al movimiento estudiantil, apropiándose de sus eslóganes y de muchos de sus rostros. No quedó ni la "ultra'' afuera.
Mezclaron en sus comisiones a personas que en cualquier debate representarían posiciones opuestas, como el caso de Fernando Atria y Pablo Ruiz-Tagle, cuyas fuertes discusiones son legendarias en la facultad de Derecho de la Chile. Hasta recibieron el apoyo público del presidente de los banqueros, Jorge Awad (el mismo que estaba enfurecido por las denuncias contra los cobros unilaterales), quien declaró que ya había votado por Bachelet y se "repetiría el plato".
Luego, para ayudar a la derecha a silenciar por completo a Matthei, apostaron por utilizar el 11 de septiembre como un biombo político -extendible hasta el 5 de octubre- y generar confusión y malestar en sus oponentes. Esta táctica tuvo éxito al punto de sumir a la coalición gobernante en la desarticulación y en una lucha de codazos, golpes de timón, frases para el bronce y recriminaciones entre los viejos estandartes (por un lado, la derecha "de siempre", por otro, la "nueva" y, por otro, Ossandón).
Todo este cuadro parecía irreversible hasta que la inocente publicación del programa de Evelyn Matthei -que contiene un diagnóstico político y propuestas de fondo- hizo que muchos notaran algo: que Bachelet no tenía programa ni diagnóstico. Y que las propuestas que había anunciado eran, en general, eslóganes vacíos con retórica estatista. Y que en realidad nadie sabía qué iba a hacer exactamente. Y que la Nueva Mayoría, vista con más detenimiento, intentaba pegar con chicle grupos y personajes que jamás se pondrían de acuerdo seriamente en temas de fondo, lo que es muy importante ya que prometen "grandes cambios estructurales". La guinda de la torta fue que Bachelet, primero, boicoteara los debates rechazando la propuesta de restringirlos sólo a los cuatro candidatos mejor posicionados en vez de al extenso lote que haría imposible un diálogo serio -terminando en un show banal lleno de exageraciones ridículas, tal como resaltó Max Colodro- y, segundo, se negara a ir al debate organizado por la Asociación Nacional de Prensa, confirmando que no había mucho que defender todavía.
Esta cadena de razonamiento intentó ser detenida por la Nueva Mayoría con un pequeño listado de ideas vagas que serían implementadas "los primeros 100 días de gobierno". Pero esta operación táctica no borra el fondo del asunto: ha quedado demasiado clara la frivolidad con la cual nos hemos tomado, en cuanto ciudadanos, una contienda presidencial que es de inmensa importancia. Y esto podría significar, por fin, que termine la farándula política y la retórica facilista de quienes describen la situación del país como quien describe el paisaje de Chernobyl y comience un diálogo serio y ponderado respecto a qué se quiere hacer para conjugar crecimiento económico, libertades individuales y desarrollo social. La mala noticia es que eso implica adentrarnos en una dimensión a la que llevamos buen tiempo haciéndole el quite entre todos en Chile: la de la responsabilidad.

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