María José Viera-Gallo
Fotos Tomás Fernández
Diario El Mercurio, sábado 12 de octubre de 2013
Outsider del establishment literario, romántico, rebelde, paranoico, hipocondriaco, hipersensible, insomne, místico, ermitaño pero de una apertura social única en su especie, Claudio Bertoni (67,) poeta y artista plástico, vive exactamente como hace casi 40 años cuando de regreso de una larga temporada en Europa se fue a vivir a la menos clasificable Concón.
"No creo que quieras almorzar conmigo. Todo lo que puedo ofrecerte es un plato de lentejas sin sal", me dice al teléfono, con una transparencia digna de sus haikú. Solucionado el tema comida, llego hasta la calle Las Carabelas en el barrio de Higuerillas, con agua suficiente para pasar la tarde con el poeta al que Bolaño le hubiera gustado darle el Premio Nacional, un hablador y pacífico Bertoni, que no le teme a los extraños ni menos a las entrevistas, quizás porque ya lo ha dicho todo en sus diarios de vida (¿A quién Matamos ahora?, 1972-1973; Rápido antes de Llorar, 1976-78, Adiós, 2011, Ediciones UDP). El pequeño studio en la cual vive, escribe y hace sus piezas de arte, ubicado en el jardín de la antigua casona de sus padres, parece un clóset en plena expansión big bang de cáscaras de plátanos, libros, botellas de aceite de oliva, palitos de fósforos y bolsitas de té (su última obsesión). Sin un trabajo fijo ni obligaciones formales de ningún tipo, sus preocupaciones cotidianas consisten en llenar la estufa de parafina, tomar la liebre a Viña, regar el jardín, hacerse chequeos médicos, aprender a usar por primera vez una cuenta de e-mail, y curarse del mal de amor que le causó una relación de ocho años con "una mujer" , vía crucis registrado en el extremo y sentido Adiós, escrito a mano, el 2011 durante cinco meses.
Su próximo proyecto es pasar a mano los 800 casetes donde ha grabado fragmentos de su vida, y recuperar el diario del período más anormal de su existencia (1998-2005) cuando Bertoni perdió literalmente la razón.
-¿Qué distingue a un poeta de un ser común y corriente?
-La intensidad con que te ocurren las cosas en la vida es parte de ser poeta. La poesía es una cuestión distinta... Hay un poeta francés súper bueno, Francis Ponge, que dice "El artista es el que acusa el golpe". Lo que a otros no es nada, a ti te hace pebre.
-Pocos escritores se atreven a publicar con su honestidad y despojo materiales tan autobiográficos. ¿No ha pensado resguardarse un rato en la ficción?
-No puedo, no sé escribir de otra manera, en ese sentido soy el escritor menos "profesional" que existe, no hay distancia (nunca) entre lo que soy y lo que escribo. No leo novelas, y menos las voy a escribir, porque cacho altiro lo que va a pasar con las minas, cómo las tratan y no me interesa un pito. Desde que empecé a escribir a los 18 años empecé a tener cuadernos en los que incluía todo sin preocuparme si son cuentos, aforismos, apuntes, poemas, exclamaciones, cartas, ensayos, chistes o cualquier cosa. Para mí es literatura desde un boleto de micro hasta la Divina Comedia. Mis diarios los he escrito para mí y para los demás, para aliviarme yo y para contarles a los otros las pellejerías por las que paso y por las que no paso.
-¿Qué tan catártica es la escritura para usted?
-Si yo no escribiera no estaría hablando contigo. Yo escribí desde chico siempre por lo mismo, para aliviarme de la herida que me provocaba la realidad. Pero las peores cosas no se pueden decir. El lenguaje es impotente para describir cierto dolor. Porque el dolor es malicioso, es distinto en cada minuto.
-¿Cuánto de verdad y de mentira hay en sus diarios?
-No voy a entrar en eso, pero el 99 por ciento es paja. Los diarios están híper corregidos para ser leídos y los publico para eso, no al lote; no invento, no miento, exagero a veces para esconderme un poco, y al contrario. La "estrella" de ellos es el lenguaje, es cómo "suenan" las palabras, es si cantan o susurran o ronronean o crujen o gritan o callan. Por eso los considero volúmenes de poesía.
-En su último diario, Adiós, registra sus sufrimientos por amor, mentales y físicos. ¿Para qué meter el dedo en la llaga?
-Me acuerdo cuando dije voy a escribir este libro. Es una carta para ella, pensé. Lo escribí para demostrarle hasta cuánto me dolía. No existe un dolor más fuerte que perder al ser amado.
-"Me cuesta todo, hasta pelar un tomate", dice en una parte. Y agrega más adelante: "Destrozado pero entero". ¿Se puede escribir estando mal?
-Cuando te meten un cuchillo a la guata, no te parái arriba de un pódium y te mandái un discurso. Pegái un grito. Por eso los textos son cortos. Cuando estai hecho pebre, lo que más tienes que hacer es caminar. Yo escribía y caminaba hasta que me dolían las nalgas.
-¿Cómo venció el pudor al poner todo por escrito, hasta los ravotriles que se toma?
-Yo a esa mujer la quiero así, tal cual aparece en el libro, no toda la gente quiere así. Hay gente que no ama ni los cordones de sus zapatos, ¡que amen algo! Conozco pocos tipos que se han enamorado como yo me enamoro. Hablan, h..., pero es otra cosa. La mayoría son zafios, burdos, de brocha gorda. Yo soy muy llorón. La música que me gusta la escucho solo para no estar dando espectáculos en la calle.
-¿No es peligroso seguir amando y sufriendo tanto a su edad?
Del amor sabemos que es lo único que hay, como dice la Emily Dickinson. Creí que ya no me iba a pasar: amar y que no te amen. Lo único que sé, es que con el tiempo nada se amaina. Por mucho que uno trate de huir de uno, siempre vuelve. Yo he quedado hecho pebre tres veces en mi vida. Esta última, no me la esperaba. Pero uno termina tolerando lo intolerable.
¿Qué consuelo le dejó Adiós?
Cuando pienso en este ser que no me quiere ni me necesita como yo a ella, siento cierto candor de superioridad. Lo que yo la quiero basta por los dos. Amar es más que ser amado. Aunque sufras, es un poder. En eso el amor no se equivoca.
Ermitaño, pero no huraño
Llega un momento en que Bertoni empieza a contestar mis preguntas pasándome libros, todos de haikus, tao o budismo zen. "Si yo fuera el ministro de Educación del mundo entero les haría leer poesía japonesa y el libro de Lao-Tsé", dice. "Es la poesía más sana, lo que le hace falta al mundo y a estos tiempos locos, enfermos de la cabeza, con una velocidad sin destino".
Le comento que el aislarse del ruido del mundo, o dicho en chileno y no en japonés, "vivir en la playa", es algo común entre algunos colegas suyos. Pienso en Parra en las Cruces, Couve en Cartagena, o Mellado en San Antonio.
"Son playas sin ni una onda además, enfermas de rascas. En mí es simple. Vivo acá porque el sitio es de mis padres. Si hubiera sido en Curicó, me voy para allá. No mucha gente viviría en este palacio. La pieza que me hice me costó 50 lucas en los 80. Con 1 millón de pesos sobrevivo dos años. No gasto en nada. Como muy frugalmente (la prueba está en las cáscaras de plátano que hay en todas partes). Ahora no voy a estar tan solo porque se viene mi hermana a la casa grande. Por lo menos alguien me va a socorrer si grito en la noche".
-¿Por qué grita?
-Porque creo que me voy a morir.
-¿A qué le tiene miedo?
-A mil cosas.
-¿A envejecer?
-Lo que asusta es la enfermedad y no la vejez y parece que no hay vejez sin enfermedad. A mí me asusta, porque no soy millonario en euros y porque si uno queda como Cerati está preso en su cuerpo y no puede matarse. Plinio decía que "la puerta de la cárcel" siempre está abierta. Ya que no vivimos en un país nórdico con ley de eutanasia, si las cosas se ponen color de hormiga yo espero tener el valor de salir por esa puerta.
-¿Se refiere al suicidio?
¿-De qué te sorprendes, mujer? ¡Mis cuadernos están llenos de eso! La muerte siempre anda rondando. Es el descanso. Un hilito que se acaba. Pero si hablas mucho del suicidio tienes más defensas, el hecho de lidiar tanto con la idea hace que te mantengas vivo.
-Sobrevivir a Adiós, es tal vez la prueba de que ya no salió por esa puerta.
-Claro. Y entonces yo somatizo todo. No sabes la cantidad de doctores que veo y exámenes que me hago, fuera del siquiatra los días jueves. Como creo en la ciencia, me examino a cada rato, pasa una semana, desaparece el dolor, y después reaparece pero lo dejo porque sé que no me voy a morir, y así hasta que vuelvo a preocuparme.
-En Rápido antes de llorar, cuenta algo sobre su crisis mental del 98.
-Pensé que me iba a durar cinco días y me duró cinco años... La peor cosa que le puede pasar a un ser humano es perder la razón. No tenía delirium tremens, no alucinaba, todo era igual a como es ahora, salvo que se hacía insoportable. El tiempo, por ejemplo. Pensaba que cada minuto es un cubo que se abre a miles de milímetros cúbicos. El yoga me ayudó mucho, hacía tres veces por semana. Este es un cliché, pero la única gente que sabe lo que es la salud son los enfermos. La locura es un infierno.
-¿Y qué es el cielo para Bertoni?
-Poder ir en la liebre, mirando por la ventana es el cielo. Hay una frase de un famoso budista, Nagarjuna, ¿tú sabís lo que es el Nirvana? Nirvana es Samsara y Samsara es todo, que tú estís conmigo ahora, que tengái o no hijos, que afuera haya un taco, que en Siria esté pasando una cuestión horrorosa. Entonces cuando voy sentado en la liebre, que en realidad es la micro, pero yo le digo así, y toda la gente va en la luna mirando por la ventana, el único gesto grandioso es darse cuenta de ese estado. La h...está aquí y ahora. Eso es la sabiduría, ¿comprendís?
-¿Es también una renuncia?
-Mira, tú podís vivir de verdad o vivir de mentira. El problema del mall, del consumo, es que no es de verdad. No ando buscando la mina más rica, ni premios literarios.
-¿Y el Premio Nacional? Bolaño una vez lo nombró como su candidato.
No es que me gustaría, me fascinaría, por la plata. Bolaño conocía dos libros míos cuando dijo eso...
-¿Cuál es su relación con la figura de Bolaño?
Es la muerte más atravesada que tengo. Teníamos tantas cosas parecidas. Si nos hubiéramos conocido, habríamos caído en trance. Leíamos los mismos libros en la misma época, John Giorno un h...que no lo conoce nadie, Frank O'Hara. Hay poemas de él y míos súper parecidos, La Universidad Desconocida, por ejemplo. Somos como almas gemelas. Él decía, ponte tú, que debería haberse quedado en Chile comiendo pan con mantequilla y cómo te explico, yo te podría escribir una novela del pan con mantequilla. Nos habríamos cagado de la risa, él además es inteligente, polémico, no como yo.
-Usted está vivo y también es una figura de culto.
-Tengo pecas, vivo con mis pecas, no me las voy a sacar. Lo que no soporto es tomarse todo eso en serio. Hay gente que me quiere y me lee, es todo lo que sé. Me hablan en la calle, me sonríen, me dan la mano, me presentan a su señora, a su marido, me dan las gracias, me dicen maestro, eso es lo que más me gusta. Algunos me hablan como si me conocieran de toda la vida; tengo amigos y sobre todo amigas desde hace ya varios años que me visitan, me regalan queques, guateros, bufandas, cedés. Son gente dulce y amable, algunos excelentes poetas muy jóvenes, ni ebrios ni reventados ni nada, y viejos y viejas choris también.
-¿Cómo maneja su ego? Es cada día más leído y admirado...
-¿Sabes lo que se hace con el ego? Reírse (me muestra un poema) Una vez me preguntaron si aspiraba a ser el poeta más grande de Chile. Y escribí este poemita No aspiro ni al humo de un cigarrillo y voy aspirar a ser el más grande poeta de Chile, pero me gustaría que la gente se codeara en la calle y se dijera, mira ahí va el poeta más grande de Chile, el poeta más grande del continente, el poeta más grande del mundo, el poeta más grande del sistema solar, modestamente. Ese es el feeling que tengo.
-¿Por qué no hace apariciones sociales?
-No lanzo mis libros. No leo en público mis poemas. No tengo dedos para ese piano. Si veo tres poetas juntos me da vergüenza ajena. A la gente le gustaba escuchar a Gonzalo Rojas, yo ante eso, me pongo mis zapatillas de clavo y arranco.
-En este mundo sobreexpuesto, ¿aislarse es el camino más radical?
-En este mundo lo único que queda es crear microclimas de sensatez y la sensatez es esa, la amabilidad, el cariño, escucharse. Todo es amor. Subirse a la liebre, saludar al chofer y ser amable, es un gesto amoroso. Hace dos meses iba en una micro a Viña, y miro una niña muy bonita, cuica, y me pregunta si mi asiento estaba ocupado. Era una pregunta insólita porque el puesto estaba libre, y uno dice permiso y la gente pasa. Eso me reveló en un chispazo, una delicadeza de espíritu que me encantó, era la manera más delicada imaginable para poder sentarse. ¿Comprendís? Esas cuestiones quedan. Es una manera de amar al otro. La felicidad está llena de esos momentos.
-¿No extraña haber tenido hijos?
-Si hubiera tenido la plata de Bill Gates habría tenido hijos, por la sencilla razón de que si se corta un dedo lo mando al hospital en Nueva York para que le pongan un parche curita. No soporto el dolor. En Los Hermanos Karamazov, Iván dice que no soporta la lágrima de un niño. Yo siento igual.
-¿Y estar casado, incluso aburrido en una relación estable?
-Yo creo que el amor matrimonial es el más deseable de todos. Pero como dice Freud, tiene que haber un mínimo de servidumbre sexual. Tienes que hacer el amor. Novalis decía "Tocar un cuerpo es tocar el cielo". Yo quedé muy destruido con mi última relación porque perdí el cuerpo que más me ha enloquecido y es increíble que me haya pasado a esta edad.
-Esta cercanía que hay entre usted y su obra despierta cierto morbo cuando habla de sus deseos y obsesiones sexuales....
-Todo es sexo. La portada de La Cuarta con sus culos, pero también Tolstoi es sexo. La impresión que te puede provocar una mujer es un golpe violentísimo. Hará unos siete años, sí leí una novela, Lolita, y Nabokov dice que ve la axila de una mujer y queda en trance dos semanas. Eso a mí también me pasa. Es fuerte y es doloroso.
-¿Cómo se ve en 20 años más?
-Si tengo la cueva de vivir 20 años más sano, me veo pasando en limpio mis cientos de cuadernos y transcribiendo mis cientos de casetes grabados, acompañado si tengo más cueva todavía, de una enfermera cariñosa, como decía Joaquín Edwards B.
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