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El hombre y el río por Antonio Gil


Diario Las Últimas Noticias, jueves 24 de octubre de 2013

El Maule, «río de las nieblas», 
ya se habrá llevado las cenizas
de Óscar Bustamante mundo abajo.

El viejo caudal y aquel escritor
y conversador incomparable
han de ser ahora una y la misma cosa.

Nosotros miramos desde lejos.

Una distancia sideral, insalvable,
nos aleja en los paralelos y meridianos terrestres
del sitio en que sus amigos y parientes
le han dado la despedida,
entre las correntadas antiguas del Maule,
donde se hace cumplir el conjuro
de Dylan Thomas:
en el agua que fluye de los Andes al Pacífico,
la muerte pierde su señorío
para volverse sólo un movimiento más
de las grandes y pequeñas ruedas del universo,
de donde salimos y volvemos a entrar,
una y otra vez, como las ondulaciones
que hace el torrente viajando hacia el oeste.

Ahora el autor de 
Asesinato en la cancha de afuera,
Recuerdos de un hombre injusto,
Explicación de todos mis tropiezos,
El día que se inauguró la luz,
Una mujer convencional,
El jugador de rugby
y su libro póstumo,
Los tormentosos últimos días de un irreverente,
publicada hace unos días por Uqbar Editores,
se ha fundido con su obra,
mientras su recuerdo ha comenzado
a plegarse para siempre en las aguas de ese río
que él amó desde la infancia,
allá en sus antiguos lares de Santa Rosa de Lavadero.

Es el lugar vernáculo de una familia
que recibió esos campos como encomienda
en tiempos de la Conquista y catequización de Chile.

¿Ha muerto Óscar Bustamante?,
nos preguntamos cada vez más escépticos.

¿No volveremos a intercambiar un par de palabras
con él en torno a un café frente al Santa Lucía
o caminando sin apuro bajo los plátanos del Forestal?

Francamente no lo creemos posible,
porque hay una fe que hemos perdido:
la fe en la muerte.

Cambiará con el tiempo 
el timbre de su voz en nuestro recuerdo 
y sus libros irán adquiriendo
sus propios caminos a paso seguro,
porque son libros grandes, honestos,
escritos con pasión y compromiso.

Y ahora todo se ha hecho uno
con el Maule totémico,
el río que frenó al Tahuantinsuyo por el sur,
y su presencia se ha vuelto constante y rumorosa.

Por eso, aquello que hoy parece una ausencia
se nos presenta de golpe como una forma nueva
y misteriosa de estar, de permanecer entre nosotros.

"Ya no basta con escribir, 
ahora además hay que ser un personaje",
dijo alguna vez, certeramente, con ironía.

Pensamos que convertirse en el Maule,
el río más ancho y caudaloso
de nuestra geografía literaria,
aunque decirlo es a todas luces excesivo,
te pertenece por derecho propio, Óscar Bustamante.

Sólo te pedimos una cosa:
no te lleves las viñas en tus crecidas.

Son muy buenos esos blancos pálidos
que nos regalan sus orillas.

Mantén tu señorial mansedumbre,
tu humor de inmensa arteria de deshielos
en medio del secano, hasta tu desangelada
Constitución con su celulosa y sus arenas negras.

Pronto nos volveremos a encontrar, vivos,
y te podrás reír a mandíbula batiente
de toda esta sarta de patrañas que escribimos.

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