Marco Antonio Coloma
Editor
http://www.material-ligero.cl/
Aunque hay opiniones en sentido contrario, existe un consenso bastante transversal en torno al proyecto de ley de Ministerio de Cultura que el Gobierno presentó hace algunos días. Ese consentimiento existe porque este proyecto despeja de entrada una de las materias que más dividió las aguas en el debate previo: la eventual pérdida de la participación ciudadana en una estructura ministerial clásica. En este caso, no sólo se trata de una cualidad que se mantiene, sino que le dará a este ministerio, en el contexto de la administración pública, una inédita estructura participativa en el diseño de sus políticas.
La cuestión no es si queremos o no un Ministerio de Cultura que mantenga la estructura participativa que hasta aquí ha tenido la institucionalidad cultural. El debate ya está instalado un paso más adelante: la cuestión es cuál será el diseño de ese ministerio y de qué modo ese diseño condicionará las políticas culturales de aquí en más.
El ministro Cruz-Coke ha destacado como una de las virtudes de este proyecto de ley el carácter integral que tendrían las políticas bajo el alero de un Ministerio de Cultura. En efecto, este proyecto reúne lo que hasta ahora estaba disperso: al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes se suman la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos y el Consejo de Monumento Nacionales, ambos dependientes actualmente del Mineduc. Se logra de ese modo un objetivo mínimo: tener bajo el mismo techo a las principales instituciones que diseñan e implementan políticas culturales. El problema es que hay un puñado de otras instituciones y dependencias del Estado con agenda propia en materia cultural y cuyas políticas tienen un impacto tanto o más importante que las que sí estarán bajo la supervisión del futuro ministerio. Probablemente el mejor ejemplo sea el Consejo Nacional de Televisión. ¿Podemos tener un Ministerio de Cultura que no tenga nada que decir en materia de televisión pública o no pueda intervenir en la asignación de fondos para producciones de televisión? Si consideramos que, además, la Dirac, ProChile y Corfo tienen agenda y recursos propios, ¿el proyecto de ministerio avanza realmente en una política cultural integral?
Con este proyecto de ley se ha reordenado la institucionalidad cultural, pero no se ha repensado. Es un reordenamiento sensato y necesario, pero el enroque de piezas no tendrá ningún impacto sobre las políticas culturales que conocemos. Se trata, por lo tanto, de un nuevo ministerio para la misma política. Podemos discutir (como seguramente lo haremos largamente) el diseño de la estructura ministerial, si tendremos uno o dos subsecretarios, si realmente se lograrán los objetivos de descentralización, si se evitarán o no las duplicidades, pero la política seguirá siendo la misma que hemos ensayado hasta aquí durante los últimos veinte años: una política basada en consejos, aparentemente participativos, que administran fondos concursables.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS