Columnistas
por Sebastián Gray
Diario El Mercurio, Sábado 04 de mayo de 2013
http://www.elmercurio.com/blogs/2013/05/04/11394/
"Conversar en el umbral implica estar en tránsito temporal y espacial, ambos de pie, tal vez apoyados en las jambas, en igualdad de condiciones y a mesurada distancia. Significa estar en público, pero sin apropiarse de ningún espacio, sino lo contrario: entre dos mundos..."
Sebastián Gray
Hay entre las reglas monásticas de algunas órdenes religiosas una muy particular que me ha causado siempre una gran admiración: que ahí donde el silencio sea una severa obligación colectiva, si dos personas deben necesariamente conversar, sólo podrán hacerlo en el umbral de una puerta. Esta imagen evoca una infinidad de reflexiones que vinculan fundamentalmente al ser humano con la arquitectura, relacionando la complejidad del pensar y del sentir en función del entorno edificado que norma desde el origen de los tiempos la actividad cotidiana. Conversar en el umbral implica estar en tránsito temporal y espacial, ambos de pie, tal vez apoyados en las jambas, en igualdad de condiciones y a mesurada distancia. Significa estar en público, pero sin apropiarse de ningún espacio, sino lo contrario: entre dos mundos, alojados en la médula del edificio, bajo el peso inconmensurable de los muros; expuestos y sin embargo enmarcados, situados y cobijados.
El acto de construir es un impulso atávico, de los más trascendentes de toda cultura. Junto con la palabra y la música, edificar es una manifestación cumbre de la evolución de nuestra especie. Apenas tuvo oportunidad, abandonó el ser humano su hábitat natural para asegurarse mejor refugio, y en el perfeccionamiento de las técnicas constructivas y el descubrimiento de posibles materiales, encontró en lo construido mucho más que una mera utilidad: también un lenguaje, una expresión del ser, un poderoso sentido estético, repleto de significación espiritual. Ese habitar transformado por las formas construidas en un acto de magnitud poética es lo que la Humanidad reconoce como Arquitectura. Luego, de la natural agregación de construcciones surgió la ciudad, un ente complejo y abstracto que se nutre tanto de sus edificios como del espacio que existe entre ellos, espacio que no es un mero vacío sino una prodigiosa incubadora colectiva, fuente de civilización.
La toma de conciencia de estas fantásticas empresas llamadas edificios y ciudades ejerce en el ser humano una permanente fascinación. Un niño, que interpreta con total libertad el mundo que le rodea, es capaz de representar una ciudadela con sólo baldes de arena húmeda, o de hacerse una casa a su medida con sólo cajas de cartón, y en esas ilusiones efímeras ya está plasmado el milagro creativo del ser humano constructor. Habrá que enseñarle que la arquitectura es tanto forma como espacio; la forma del espacio, el molde de la vida. Así también la ciudad es forma y espacio, donde las formas por sí solas, vistas como objetos, no bastan en absoluto: nuestro destino como sociedad y cultura depende de la magnificencia concertada de nuestras calles. Una tarea colectiva.
por Sebastián Gray
Diario El Mercurio, Sábado 04 de mayo de 2013
http://www.elmercurio.com/blogs/2013/05/04/11394/
"Conversar en el umbral implica estar en tránsito temporal y espacial, ambos de pie, tal vez apoyados en las jambas, en igualdad de condiciones y a mesurada distancia. Significa estar en público, pero sin apropiarse de ningún espacio, sino lo contrario: entre dos mundos..."
Sebastián Gray
Hay entre las reglas monásticas de algunas órdenes religiosas una muy particular que me ha causado siempre una gran admiración: que ahí donde el silencio sea una severa obligación colectiva, si dos personas deben necesariamente conversar, sólo podrán hacerlo en el umbral de una puerta. Esta imagen evoca una infinidad de reflexiones que vinculan fundamentalmente al ser humano con la arquitectura, relacionando la complejidad del pensar y del sentir en función del entorno edificado que norma desde el origen de los tiempos la actividad cotidiana. Conversar en el umbral implica estar en tránsito temporal y espacial, ambos de pie, tal vez apoyados en las jambas, en igualdad de condiciones y a mesurada distancia. Significa estar en público, pero sin apropiarse de ningún espacio, sino lo contrario: entre dos mundos, alojados en la médula del edificio, bajo el peso inconmensurable de los muros; expuestos y sin embargo enmarcados, situados y cobijados.
El acto de construir es un impulso atávico, de los más trascendentes de toda cultura. Junto con la palabra y la música, edificar es una manifestación cumbre de la evolución de nuestra especie. Apenas tuvo oportunidad, abandonó el ser humano su hábitat natural para asegurarse mejor refugio, y en el perfeccionamiento de las técnicas constructivas y el descubrimiento de posibles materiales, encontró en lo construido mucho más que una mera utilidad: también un lenguaje, una expresión del ser, un poderoso sentido estético, repleto de significación espiritual. Ese habitar transformado por las formas construidas en un acto de magnitud poética es lo que la Humanidad reconoce como Arquitectura. Luego, de la natural agregación de construcciones surgió la ciudad, un ente complejo y abstracto que se nutre tanto de sus edificios como del espacio que existe entre ellos, espacio que no es un mero vacío sino una prodigiosa incubadora colectiva, fuente de civilización.
La toma de conciencia de estas fantásticas empresas llamadas edificios y ciudades ejerce en el ser humano una permanente fascinación. Un niño, que interpreta con total libertad el mundo que le rodea, es capaz de representar una ciudadela con sólo baldes de arena húmeda, o de hacerse una casa a su medida con sólo cajas de cartón, y en esas ilusiones efímeras ya está plasmado el milagro creativo del ser humano constructor. Habrá que enseñarle que la arquitectura es tanto forma como espacio; la forma del espacio, el molde de la vida. Así también la ciudad es forma y espacio, donde las formas por sí solas, vistas como objetos, no bastan en absoluto: nuestro destino como sociedad y cultura depende de la magnificencia concertada de nuestras calles. Una tarea colectiva.
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