Diario El Mercurio, Martes 21 de Agosto de 2012
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2012/08/21/espiral-de-violencia-y-de-dere.asp
Los últimos acontecimientos horripilantes en EE.UU., las matanzas llevadas a cabo no se sabe si por un iluminado o resentido, por gusto o por despecho -en un templo sij en Wisconsin; a espectadores del estreno de Batman en Colorado; o la de enero de 2011, en Arizona, con siete muertos y la discapacitación de una congresista-, son los más recientes de una larga retahíla, y no fueron cometidos por personas enfermas, ni social ni políticamente agraviadas. Si volvemos la mirada a la primera de estas matanzas, ella fue ejecutada en 1966 por Charles Whitman en la Universidad de Texas en Austin. Un ex infante de marina, después de apuñalar a su madre y a su joven esposa, se parapetó en la torre de la universidad y durante dos horas disparó y mató a destajo hasta ser ultimado.
Con un nivel de violencia superior al de los países europeos comparables, y con generoso empleo de la pena de muerte, se podría apresurar la idea de que EE.UU. es una sociedad enferma. Hace unos días escuchaba en un programa matutino de radio que estas matanzas son "resultado del capitalismo" (!). ¿O habrá una violencia que se origina en la cultura contemporánea, como la que se derrama desde muchos programas de televisión? La matanza de 77 personas provocada por el noruego Anders Behring Breivik muestra cuán inseguras son las generalizaciones que creen dar con la piedra filosofal para explicar este fenómeno.
Por lo pronto, es completamente incomprensible que no se corte el hilo por lo más delgado, que sería bloquear efectivamente la venta de armas de alto poder de fuego a civiles o particulares. Parece espeluznante, mirada desde el ahora, la fotografía que se hizo tomar Breivik, una ostentación propia de Terminator con un fusil de guerra de las galaxias. Al menos en EE.UU., cualquier regulación al respecto se estrella con un poderoso lobby ayudado por la exacerbada noción de los derechos de cada uno. Sin esas armas a la mano, se hubiera debilitado el aliciente para llevar a cabo las matanzas. En este sentido, el incremento de la noción de derecho nos ha traído más inseguridad.
Existe otra evolución paradójica. Nunca se había enseñoreado tanto el principio de los derechos humanos como en nuestra época. En especial en su vertiente que ahora se llama "garantista", hasta el punto de que la ciudadanía se siente más desprotegida que los delincuentes, ya que, entre otras cosas, la mayoría de estos últimos vive dentro de una "cultura del delito" como hecho cotidiano, en la cual las acusaciones o el paso ritual y muy acotado por la cárcel no envuelven mayor bochorno.
A nivel global, esta paradoja adquiere un rostro burlón. Los conceptos de genocidio y de violación a los derechos humanos se expanden y poseen ciertamente un influjo benéfico en los países donde domina el Estado de Derecho. Como contrapartida, ello no perturba al mundo de la delincuencia gruesa, aquella que asalta y mata por doquier, y, de cualquier manera, no inhibe procesos que no se pueden llamar de otra manera que "crisis del Estado" y de lo público, de lo cual México es un ejemplo más.
Ningún tribunal internacional significa disuasión alguna para estos grupos. Ni saben que aquél existe. En estos casos, la vigencia de los derechos humanos es cáscara vacía y no protege a nadie, salvo por el poderoso argumento de que si no existiera un cuidado constante por su resguardo, llegaríamos a la completa indefensión de la esfera política. La única esperanza es que el imperio de la delincuencia en general es menor en aquellos países que están mejor organizados, que es donde hay cierto grado de desarrollo en un sentido amplio y rige el Estado de Derecho.
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