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Sentimientos Post Románticos



por María José Viera-Gallo
Diario El Mercurio, Revista Ya,
Martes 7 de Febrero de 2012

Quiero creer que estamos entrando
a una nueva era post romántica.

Que esa ironía posmoderna
y afán de pose cool en la cual crecí
está quedando definitivamente atrás.

Soy de una generación -la de los 90-
que aprendió precozmente
a relativizar sus sentimientos,
convirtió las relaciones amorosas
en ambiguos ejercicios de ego,
balbuceó culpables "te amo"
imaginando risitas sitcom por debajo,
consumió ravotriles como si fueran
bloqueadores emocionales
en oferta en alguna farmacia.

Ser o parecer sentimental
era motivo de vergüenza;
enamorarse, un pecado adolescente;
sufrir equivalía a algo así
como dejar de lavarse los dientes.

Desde que me enamoré
por primera vez 
de un chico de 14 años,
hice todo al revés.

Bajé las persianas 
de mi habitación a pleno día.
Grabé compilados de casetes 
con canciones tristes.
Escribí cartas. Muchas cartas. 

De todas las enfermedades,
el amor es la única que deja registros
y hoy los extraño casi obsesivamente.

No recuerdo bien
cuándo dejé de escribir/
recibir cartas de amor,
pero coincidió 
con la llegada del e-mail.

De pronto ya no era necesario
aislarse en una celda de papel y lápiz
para redactar lo que podía decirse al instante,
sin verse obligado a deslizar sobres en otra mano.

Las cosas empeoraron después del 2000.
Las redes sociales congelaron 
nuestros feelings a estatus momentános.

Los "listillos" de Twitter impusieron
la tiranía de las frases ingeniosas
y descomprometidas sobre aquéllas
más sentidas e imperfectas.

Pero yo seguí haciendo las cosas al revés.
Luego de escribir el año pasado
una novela hipersensible -'Memory Hotel"-
descubrí que la cruzada post romántica
se multiplicaba en todas partes.

Al otro lado de la cordillera, Lola  Arias
cantaba "El amor es un francotirador""
(Voy a quemar tus libros/
 Voy a quemar tu ropa interior, tus cosas/
 Voy a entrar en tu cama con un viejo revólver).

Javiera Mena vociferaba su himno emo "Sufrir".

En el museo de la ex Cárcel, en Valparaíso,
el arte inauguraba una muestra titulada "Sentimental".

Y así.

Incluso mis amigos, antes expertos
en filtrar sus emociones,
ahora se atrevían a decir
que estaban mal
cuando no estaban bien.

Entusiasmada por este mood
post romántico en el aire,
releo cartas de amor.
Mías y de otros.

Me encandilo con Flaubert,
quien enamorado, 
le escribe a Louise Colet
algo que hoy sonaría perfecto
dicho por facebook:
"Tus pantuflas están ahí mientras escribo,
debajo de mis ojos, y las miro".

Baudelaire, más desbordado
en sus sentimientos,
le escribe a una condesa rusa:
"Te lo dije ayer:
te vas a olvidar de mí,
me vas a traicionar, 
quien ahora te entretiene te aburrirá.
Y hoy agrego: esa persona
sufrirá sola como un imbécil
que se toma en serio las cosas del alma".

El siglo XIX es el siglo
del siento luego no existo
y los franceses no paran
de amar y escribir.

Entre las más de 300 cartas
que Víctor Hugo le dirigió a su amante,
escribe cosas que ni siquiera
las comedias románticas más cheesy
imaginan en sus insípidos libretos:
"Hay que amarse y hay que decírselo.
Y luego hay que escribirlo.
Y entonces, besarse en la boca,
en los ojos y en todas partes.".

Juliette, que era actriz 
y dramática, le responde:
"En mi epitafio de muerte 
quiero una sola frase. Je t'aime".

Madame de Staël, 
más angustiosa, se desvive 
en cartas de una crudeza envidiable:
"Necesito que me ames:  para ello 
exijo todas las pruebas necesarias". (...)

A mediados de los 50, Jane Bowles
se cartea con su marido Paul,
demostrando que el matrimonio
lejos de matar los sentimientos,
los reactiva en una intensa
complicidad y tormento:
"Hay un momento para mí cuando 
el silencio es lo mejor entre ambos".

O bien: "Ayer cumplí 40 años
y eso siempre produce conmoción,
por mucho que uno se haya preparado
para ello.  Estoy bastante gorda
y no me siento contenta conmigo misma.
Pero te gustaría ver mi rostro".

Jane Bowles decía 
que las cartas de amor
te obligaban a buscar 
una "exactitud emocional".
Tiene razón. Todos deberíamos 
hablar menos y escribir más.

¿Acaso hay algo más post romántico
que abrir un sobre (que no sea
factura, inserto o cuenta) con fecha 2012?

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