WELCOME TO YOUR BLOG...!!!.YOU ARE N°

¿Progreso y Crecimiento versus Cultura Integral?‏ por AC




Se suele asociar en calidad de sinónimo 
el crecimiento económico con el progreso. 

Está claro que es un indicador relevante 
a la hora de cuantificar la prosperidad de un pueblo,  
pero no es el único y muchas veces,  
debido a una concepción económica estrecha 
incapaz de integrar todos los factores relevantes
- un ejercicio más o menos hábil 
pero mal utilizado de la calculadora- 
no incluimos los costos 
que tiene dicho crecimiento 
al no contemplar otras variables 
que poseen indudable relevancia
e inciden significativamente
en la calidad de vida 
de los habitantes de un país
que supongo es uno 
de los objetivos del crecimiento
más allá de exhibir un indicador
que muestra un incremento
en el ingreso promedio per cápita.

Y estas consideraciones no contempladas 
no se oponen en principio al crecimiento, 
si es que las ponderamos en su mérito,
cotejándolas con las demás variables
verificando su verdadera contribución,
los males y daños que evita,
su incidencia como factor de mitigación
ante externalidades que conlleva
todo crecimiento o intervención
antrópica que resulte insoslayable 
y, en general, valorando
su aporte al crecimiento integral.

Es cuestión de cultura,
en su sentido más amplio y profundo, 
no necesariamente como conocimiento erudito, 
sino como elemental comprensión del medio 
y una sabiduría de vida básica 
que nos permita incorporarla 
en un conjunto de saludables hábitos 
que se integren  al círculo virtuoso 
de una sociedad sana y próspera.

Cotidianamente escuchamos 
la repetida lamentación de que no hay recursos, 
o que estos son claramente insuficientes. 

Y es verdad. 

El problema es que, al mismo tiempo 
uno observa cantidades significativas 
de recursos mal administrados, 
o incluso invertidos en proyectos 
mal concebidos desde un comienzo. 

Y para ellos, 
cuando el daño está hecho, 
tienen que encontrarse los recursos 
a fin de no causar caos o males mayores
en proyectos en funcionamiento
para los que no existen alternativas viables.

Lo urgente no deja espacio 
para lo verdaderamente importante.
La próxima elección  tiene prioridad 
sobre la próxima generación.
El capital no va donde se le necesita 
sino donde renta más, etc.

Y así nos encontramos
que no por fatalidad ni por falta de medios,
sino más bien por falta de visión
y adecuada administración
vamos paulatina y sistemáticamente
perdiendo, por ejemplo, 
nuestro patrimonio natural y cultural.

Parte de nuestro patrimonio arqueológico
es arrasado y no se protege debidamente;
nuestros bosques continúan incendiándose
y nuestros lagos, embalses, pozos y lagunas secándose.

Este es un tema que da para largo, 
analizando institución por institución,
problema tras problema, 
desde el energético al ambiental, 
la educación y la salud, 
lo público y lo privado,
la familia hasta el empleo, 
nuestro sistema político
el combate a la delincuencia
y los problemas del sistema carcelario, 
los urgentes desafíos en lo urbano y lo rural, etc.

Para no alargar más, quisiera plantear, 
como un muy humilde ejemplo, 
una idea muy marginal, 
que tal vez sí, tal vez no, 
sea algo muy difícil de implementar. 

En barrios acomodados (y no tanto) 
es común ver en época de crecimiento 
una febril actividad inmobiliaria.

El problema es que ésta 
no sólo trae por consiguiente 
una comprensible cantidad de molestias 
en tráfico de camiones, levantamiento de polvo
ruidos de betoneras, martilleos, etc. 
Inevitable la mayoría de ellos. 
Pero hay algo perfectamente evitable. 
La entusiasta tala de árboles.

Y si dicha tala de verdad resulta inevitable 
por ser irreconciliable con la rentabilidad del proyecto,
los metros cuadrados construidos estrujados al límite,
al menos se debería reponer la biomasa perdida. 

Dicha biomasa no se repone 
con prados y flores o unos pocos arbolillos.

Pareciera que no tenemos una idea cabal
de la multitud de beneficios que proporcionan los árboles.  
Bastaría para que que leyeran los capítulos «El árbol, un ser vivo» 
y «El uso de los árboles en el paisaje chileno» 
del libro de Adriana Hoffmann,  'El Árbol Urbano en Chile',  
para hacerse una idea al respecto.

Sugiero plantar el equivalente 
a la biomasa perdida, en árboles, 
de preferencia nativos, 
de los que abundan 
en nuestro bosque esclerófilo,
que consumen poca agua 
(un quillay debe consumir 
una cuarta o quinta parte 
de un 'tulipero' que hoy superabunda 
en los nuevos barrios -incluyendo 
varios en los que han desaparecido 
nobles y añosos quillayes).

Y para que constituya progreso 
no se trata sólo de reponer, 
hay que ir un poco más allá. 

Por ejemplo, plantar el equivalente 
a lo repuesto en la comuna en que se taló
y otro tanto en una comuna 
que presente déficit arbóreo.

Allí habría una clara señal de cultura,  
conocimiento del medio, progreso, solidaridad,
genuina responsabilidad empresarial
y contribuiría como gesto ciudadano 
a un crecimiento urbano más integral.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS