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En defensa de la cofia


En defensa de la cofia

El ideal en sociedades democráticas capitalistas del primer mundo, es que el servicio doméstico sea como los kurokos.

por Alfredo Jocelyn-Holt - Diario La Tercera 07/01/2012 - 04:00


A LA UNICA empleada con cofia que he visto -y eso que he visto muchas empleadas en mi vida (la rotativa es cada vez mayor)- era voluptuosa y se hacía acompañar de un plumero algo coqueto. Si la memoria no me falla, donde me la topé fue en "El Pingüino" a hurtadillas (yo era chico), aunque pudo haber sido en la tira cómica "Pepe Antártico", que este diario publicara por más de 40 años y que hoy sigue apareciendo en La Cuarta.

Era obviamente una fantasía, en varios sentidos a la vez, porque en el Chile de fines de los 50 e inicios de los 60, si bien había empleadas de sobra todavía, comenzaba la ola democratizadora, estaban por volver a cambiarles el nombre por el más sindical de "asesoras del hogar", y el país nunca había estado más pobre. Recuerdo que a una tía mía que venía de vivir en Europa, se le ocurrió ponerle guantes blancos al mozo para servir a la mesa y como que todos encontramos que se le había pasado un poco la mano: comíamos charquicán. A esa misma tía, en plena dictadura, le dije que si volvíamos a tener una revolución, ella sería la primera que colgarían de un farol. Yo entonces, para mi familia, pasaba por comunista: leía libros y tenía el mal criterio de comentarlos mientras nos servían (los empleados se podían ilustrar y alzar).

En un país pobre de remate como el nuestro, la poca riqueza que hemos tenido se ha medido siempre en términos de servicio doméstico. Primero fueron los indios encomendados, luego las criadas, sirvientes,  "chinas", y en general, los inquilinos, para eventualmente desembocar en las empleadas, las "asesoras del hogar" de la DC y UP, y ahora último, las "nanas" que, como término, suena fatal: mezcla entre "Mary Poppins" (recién aterrizada de país vecino), el mozo de guantes blancos de mi desubicada tía y La Nanny, la comedia yanqui de los 90 que, al igual que en Simplemente María, el culebrón de los 60, le lleva amoríos interclasistas. Esa, la fantasía y el terror último, porque en situaciones así de promiscuas (bajo un mismo techo) no hay cofia ni uniforme que dure puesto por mucho rato.

El ideal en sociedades democráticas capitalistas del primer mundo a las que aspiramos, es que el servicio doméstico sea como los kurokos, las figuras "invisibles" vestidas de negro del teatro kabuki, que mueven y sacan los objetos discretamente del escenario. Un poco lo que me ha tocado ver en estos días en Chicago, en el barrio de Hyde Park, donde estoy viviendo. La oferta de domestic help es variadísima, todas contratables por internet ("Maid Brigade" nombre que jamás usaríamos en Chile, suena a lautarista, "Maid to Order" y hasta "Manic Maids", meticulosas a más no poder). Llegan en una van, en horas en que los dueños de casa están en la universidad o en el trabajo (no es necesario "verlas") y dejan todo impecable. Seguro que Obama, vecino del barrio, recurriría a ellas (su casa es grande) y eso que él es "liberal progresista".

A las niñeras con cofia -si uno padece esta afición nostálgica- se las puede seguir apreciando en las películas "eduardianas" de James Ivory, en teleseries de la BBC como Upstairs, Downstairs o en las ferias persas del barrio Franklin, donde quizá se encuentre uno que otro ejemplar roído de "El Pingüino".e encuentre uno que otro ejemplar roído de "El Pingüino".

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