Historiador de excepción
Resulta difícil imaginar la profesión de historiador en Chile sin el aporte del profesor Ricardo Krebs.
por Enrique Brahm - Diario La Tercera 04/01/2012 - 04:00
ENTRE LOS años 1971 y 1974, Ricardo Krebs fue profesor titular de Historia Moderna, después de haber ganado el concurso correspondiente en el que participaron muy calificados historiadores alemanes, en el prestigioso Instituto de Historia de la Universidad de Colonia, República Federal de Alemania.
Alguna vez nos contaba a sus alumnos que le había correspondido dictar una conferencia ante las autoridades de gobierno de un país asiático, que en ese momento nos sonaba muy exótico, creo que se trataba de Afganistán, y cuando preguntó quién había intervenido el año anterior, le respondieron que Arnold Toynbee, el gran historiador y filósofo de la historia británica.
Ricardo Krebs fue un profesor universitario e historiador excepcional que ha dejado su marca en varias generaciones de historiadores chilenos. De una gran sabiduría y erudición en las materias de su especialidad, tenía el don de saber transmitir sus conocimientos de manera profunda, amena y con gran claridad. Era un historiador clásico que sabía "contar el cuento" de la historia sin caer en el uso de términos técnicos difíciles, a veces casi incomprensibles, tomados muchas veces de las ciencias sociales y de marcos teóricos abstrusos, como está tan en boga hoy. "Nosotros debemos tener plena conciencia de que no nos podemos encerrar dentro de nuestras oficinas", diría en una entrevista. "No podemos escribir historia sólo para historiadores, sino que tenemos que escribir historia para la sociedad. Si nosotros como historiadores queremos que la historia siga presente en la conciencia de los hombres, tenemos que ofrecer algo, debemos escribir libros que efectivamente toquen problemas existenciales, problemas vitales, que ofrezcan información a través de la cual la sociedad y sus dirigentes reciban respuesta a sus problemas fundamentales".
Por eso, junto a su eximia labor de investigador que lo llevó a publicar muchos libros y artículos, desde El pensamiento histórico, político y económico del conde de Campomanes, en 1960, hasta la Historia de la Iglesia en América Latina en el siglo XIX, el 2002, entre muchos otros. Publicaría también una serie de manuales de historia universal por los que han estudiado varias generaciones de chilenos.
Pero bien sabía don Ricardo que el trabajo del profesor universitario no se agota con la publicación de libros y artículos - ISI o SCIELO, la participación en congresos o seminarios, y la adjudicación de proyectos de investigación. Lo propio del profesor es el trato con los alumnos. Su preocupación debe ser transmitirles sus conocimientos y darles las herramientas para que, ojalá, lo superen. Pero, además, debe formarlos. Con su humildad y sencillez, su prudencia y equilibrio, Ricardo Krebs fue siempre muy cercano a sus alumnos y a los jóvenes profesores, más allá de las diferencias que pudiera tener con ellos en cuestiones valóricas o de principios en los que supo dejar su "marca". Resulta difícil imaginar la profesión de historiador en Chile sin el aporte de este gran profesor chileno-alemán.
Alguna vez nos contaba a sus alumnos que le había correspondido dictar una conferencia ante las autoridades de gobierno de un país asiático, que en ese momento nos sonaba muy exótico, creo que se trataba de Afganistán, y cuando preguntó quién había intervenido el año anterior, le respondieron que Arnold Toynbee, el gran historiador y filósofo de la historia británica.
Ricardo Krebs fue un profesor universitario e historiador excepcional que ha dejado su marca en varias generaciones de historiadores chilenos. De una gran sabiduría y erudición en las materias de su especialidad, tenía el don de saber transmitir sus conocimientos de manera profunda, amena y con gran claridad. Era un historiador clásico que sabía "contar el cuento" de la historia sin caer en el uso de términos técnicos difíciles, a veces casi incomprensibles, tomados muchas veces de las ciencias sociales y de marcos teóricos abstrusos, como está tan en boga hoy. "Nosotros debemos tener plena conciencia de que no nos podemos encerrar dentro de nuestras oficinas", diría en una entrevista. "No podemos escribir historia sólo para historiadores, sino que tenemos que escribir historia para la sociedad. Si nosotros como historiadores queremos que la historia siga presente en la conciencia de los hombres, tenemos que ofrecer algo, debemos escribir libros que efectivamente toquen problemas existenciales, problemas vitales, que ofrezcan información a través de la cual la sociedad y sus dirigentes reciban respuesta a sus problemas fundamentales".
Por eso, junto a su eximia labor de investigador que lo llevó a publicar muchos libros y artículos, desde El pensamiento histórico, político y económico del conde de Campomanes, en 1960, hasta la Historia de la Iglesia en América Latina en el siglo XIX, el 2002, entre muchos otros. Publicaría también una serie de manuales de historia universal por los que han estudiado varias generaciones de chilenos.
Pero bien sabía don Ricardo que el trabajo del profesor universitario no se agota con la publicación de libros y artículos - ISI o SCIELO, la participación en congresos o seminarios, y la adjudicación de proyectos de investigación. Lo propio del profesor es el trato con los alumnos. Su preocupación debe ser transmitirles sus conocimientos y darles las herramientas para que, ojalá, lo superen. Pero, además, debe formarlos. Con su humildad y sencillez, su prudencia y equilibrio, Ricardo Krebs fue siempre muy cercano a sus alumnos y a los jóvenes profesores, más allá de las diferencias que pudiera tener con ellos en cuestiones valóricas o de principios en los que supo dejar su "marca". Resulta difícil imaginar la profesión de historiador en Chile sin el aporte de este gran profesor chileno-alemán.
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