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Economía y sentido común



El costo de subir los impuestos a las empresas lo terminarán pagando los trabajadores o los propios consumidores.

por Rolf Lüders - Diario La Tercera 06/01/2012 - 04:00

EL EXITO de crecimiento de la economía chilena ha centrado la atención en la desigual distribución del ingreso. Como correctivo se ha insistido, entre otras cosas, en la necesidad de aumentar la tributación sobre la renta de las empresas, con la excepción de aquellas de menor tamaño, y en disminuir tributos que afectan a las personas naturales.  Con ello disminuirían las rentas netas de impuesto de los dueños del gran capital, al mismo tiempo que aumentarían aquellas de los trabajadores. Nada más inexacto.

En economía, a menudo las soluciones a los problemas son contrarias al sentido común. Si  el gobierno en una economía como la chilena, pequeña y abierta al comercio internacional y muy competitiva, les impone un impuesto sobre las ventas a los importadores de un determinado bien de consumo que no se produce en el país,  son los importadores que aparecen gravados. Pero no son ellos los que verán disminuidos sus ingresos reales después de impuestos, pero sí lo serán los consumidores. Los importadores traspasarán todo el impuesto a precio, dado que el costo de cada una y todas las unidades por ellos importadas aumentará exactamente en esa magnitud. Es cierto que venderán menos unidades, pero el capital correspondiente lo podrán invertir, dada la apertura financiera existente, en Chile o en el exterior, de modo de obtener la misma renta. Es decir, el impuesto incide en la renta real (después de impuestos) de los consumidores, y en absoluto en aquella de los importadores.

Algo similar sucede con los impuestos sobre la renta de las empresas productoras de bienes transables, impuestos que, contrario al sentido común, en último término sólo afectarán los ingresos de los trabajadores. En Chile, el costo del capital después de impuestos está absolutamente dado por el mercado de capitales internacional. Y en el caso de bienes transables, su precio está dado por el equivalente internacional. Si el gobierno les coloca un impuesto sobre la renta a las empresas productoras locales de este tipo de bienes, éstas no podrán traspasar el impuesto a precio (se lo impide la competencia de bienes importados), pero los dueños de las empresas productoras tampoco querrán tener una rentabilidad menor (neto de impuestos) que antes, dado que tienen la alternativa de invertir en el extranjero.  

El ajuste se producirá, entonces, por la vía de los ingresos reales de los trabajadores del sector, que terminarán por reducirse en el monto de los impuestos.  Pero eso no es todo. Como los salarios tenderán a igualarse en toda la economía, los salarios reales en otros sectores (productores de bienes y servicios no transables, sectores productores de bienes transables dominados por empresas pequeñas no afectas al tributo en comento) también tenderán a reducirse. Arnold C. Harberger, en Corporate and Consumption Tax Incidence in an Open Economy (1994) , estima que, grosso modo, la reducción de salarios total en la economía producto de la tributación sobre la renta de las grandes empresas excederá dos veces el monto de la recaudación tributaria correspondiente, sin afectar significativamente los retornos para los capitalistas. ¿Se habría imaginado usted este resultado?

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