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Ontología de la pierna peluda Por qué se destiñó el príncipe azul

El punto de vista de una mujer, Pepa Valenzuela,
que posiblemente interpreta a muchas y a muchos.
 
por Pepa Valenzuela
@pepavalenzuela
Diario Las Últimas Noticias, junio 2011
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En Facebook, hay un grupo que se llama
"Culpo a Disney por mis altas expectativas
en cuanto a los hombres".
 
La página tiene más de 400 mil seguidoras.
 
Más de 400 mil mujeres que han buscado
a un príncipe azul y sólo se encuentran
con sapos salidos de un lago radiactivo.
 
Más de 400 mil que esperan ser rescatadas
de no sé qué peligros y vivir felices por siempre
con una especie de superhombre que pareciera
haberse extinguido de la faz de la Tierra.
 
Qué burrada, señoras.
 
¿Alguien ha visto en este planeta
al galán a caballo,
fiel a una sola mujer durante toda la vida
y que se enfrenta a todos los obstáculos
con tal de estar juntos por siempre?
 
No. Jamás nunca los ha habido.
 
Un hombre real primero que todo es imperfecto.
Y en esas imperfecciones radica su masculinidad.
 
En esas pifas están las cosas
que a nosotras nos gustan y nos enternecen.
 
En el mundo real, la galantería
no es una medida de romanticismo puro,
es una herramienta de supervivencia.
 
Un recurso para conseguir sexo,
algo sin lo que el hombre, no podría vivir.
 
Acerca de la fidelidad, mis polainas.
 
La fidelidad es un esfuerzo tremendo
que hacemos hombres y mujeres por igual
con tal de tener cierta estabilidad
y mirar al resto a la cara.
 
Pero quien diga que la monogamia es natural, está de patio.
 
Puede ser un esfuerzo romántico, sí.
 
Pero la mayoría de las veces,
es simplemente una medida práctica
para no perder un techo, un revolcón seguro,
una pareja para ir a matrimonios ajenos.
 
Sobre esa valentía sin límites,
sólo recuerden alguna vez
que hayan tenido que cuidar
a un hombre levemente enfermo,
con una gripecita invernal
o una carie en la muela.
 
No hay hombre que no se muera de susto
frente al más mínimo dolor o incomodidad.
 
El que se queda ante los problemas, se queda,
pero hecho un atado de pánicos y manías.
 
Ése es un hombre real.
Y a esos hay que amar.
 
Además, esperar al príncipe
no sólo demuestra
que a la dama en cuestión
le faltan palos para el puente
(despierte, lola, tampoco existen
el Conejo de Pascua,
el Viejo Pascuero ni el Trauco),
sino que es una patuda de aquellas.
 
¿Esperando al príncipe?
¿Entonces, la dama es princesa?
Salte para el lado.
 
La mayoría estamos lejos de serlo.
 
Lejos del 90-60-90,
de la bondad que raya en la tontera
y de hacer bailar a los pajarillos
con nuestro canto angelical.
 
Tampoco tenemos que ser rescatadas de nada.
 
¿A estas alturas del partido
esperamos a un príncipe que nos saque
de la casa de nuestros padres
o para que nos dé una seguridad económica?
 
Eso es flojera y el antídoto se llama trabajo
(o líneas 800 varias que salvan
cualquier cantidad ante las emergencias).
 
Eso nomás les digo:
creer en el príncipe azul
sólo ratifica el machismo
que cree que las mujeres
somos lesas desvalidas.
 
Así que no contribuyamos a la tontera.
 
Amemos (aguantemos) a los hombres de verdad.

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