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Las gracias ocultas de los volcanes

Diario Las Últimas Noticias, domingo 12 de junio de 2011

No sólo piedra pómez y fotos sorprendentes nos dan los volcanes.
Gracias a ellos en Chile tenemos cobre, oro, termas
y calle aptas para el tránsito vehicular, entre otros beneficios.

"Casi todos los adoquines que hay en Santiago,
estos chiquititos que están en las calles más viejas,
son de roca volcánica antigua de los cerros
que están al norte de Santiago.

No todo es piedra pómez.
Hay toda una variedad de rocas volcánicas
y todas ellas pueden tener su interés
para construcción y ornamentación.

Aunque es verdad que la erupción arrasa,
después viene la degradación del material volcánico
el que tiene muchos oligoelementos
que constituyen una materia prima muy buena para el suelo.

Si no hubiesen volcanes
no tendríamos cobre, oro,
ni podríamos pensar
en desarrollar la geotermia,
explica el geólogo Diego Morata
de la Universidad de Chile.

En Chile, país de valientes,
no sólo se han registrado
dos de los peores terremotos de la historia
sino que se calcula que el veinte por ciento
de los volcanes activos del mundo están aquí.

A lo largo de la cordillera de los Andes,
solamente, hay unos dos mil, 500 de ellos activos.

Científicos como Morata, director de
Excelencia en Geotermia de Los Andes,
ven en ellos una potencial fuente de energía
de carácter "inagotable, renovable,
no convencional y no contaminante".

La explotación de los volcanes, dice Morata,
serías "bien fácil. Una vez localizada el área
con potencial geotérmico, mediante
perforaciones profundas -que en Chile
podrían ser del orden de los mil a dos mil metros-
se alcanza lo que nosotros denominamos
el reservorio geotérmico, que es ni más ni menos
agua caliente a temperaturas que pueden alcanzar
los 300 grados Celsius.

Lo que se explota es esa agua caliente
y los que se hace en superficie
es 'extraerle' el calor del agua,
aprovechar ese calor,
que se transforma en energía,
y luego reinyectar agua fría al sistema.

De esta forma no se pierde agua,
no se afectan los acuíferos
y el ciclo se mantiene cerrado".

Al geólogo le preocupa que a pesar
de tener tantos volcanes como vecinos,
los chilenos sepan tan poco de ellos.

"Nosotros estamos en lo que se conoce
coloquialmente como el Cinturón de Fuego del Pacífico
que es el resultado de la subducción de la placa Nazca
bajo la placa Sudamericana.

Como resultado de eso hemos tenido,
tenemos y seguiremos teniendo
volcanes toda la vida, así es que
forma parte de la naturaleza
y la idiosincracia de nuestro país,
igual que los temblores, por lo que
uno tiene que aprender a convivir
con el volcán, conocerlos,
reconocer cuáles están activos,
dormidos y los que están apagados.

Es algo que los científicos
más o menos la conocemos,
y es nuestra misión comunicarla
a la población, pero la sociedad
tiene una relación esporádica
y alarmista de los volcanes
y continúa nuestra ignorancia
general al respecto.

- A propósito de alarmista,
¿es posible esperar erupciones
a causa del terremoto
del 27 de febrero de 2010?

- ¿En qué volcán?

-No sé, cualquiera...

-Un terremoto puede activar volcanes,
eso es correcto.

Hay casos en la literatura
y nosotros lo vivimos
en el año 1960,
pero no todos los terremotos
activan los volcanes.

El Cordón Caulle hizo erupción
dos días después del terremoto del 60
y eso sí que fue una relación de causa-efecto.

En eso no hay ninguna duda,
pero (el nexo entre sismos y erupciones)
es un tema abierto.

Algunos investigadores piensan
que sí podría tener una relación indirecta
y otros que sencillamente tocó.

-¿Qué peligro hay con los gases
del Cordón Caulle?

-La columna que estamos viendo
es vapor de agua, mayoritariamente,
pero la composición química
de los gases depende de cada volcán.

La gente está comentando
que huele mucho azufre
y eso debe ser la cantidad
de sulfhídrico, de CO2,
pero esos gases
se disipan en la atmósfera,
no causan mayor problema.

Ahora, las cosas hay que ponerlas en su lugar:
la última erupción del volcán Lonquimay,
en el año 1988, se caracterizó por tener
una gran cantidad de gases cargados
con flúor que contaminaron las aguas,
el aire, el suelo y hubo mucha mortandad animal,
lo que no significa que todos los volcanes
vayan a presentar el mismo cuadro
en caso de erupción, disipando mucho flúor.

Cada volcán es de su padre y de su madre,
tiene características petrológicas propias
y por eso hay que estudiarlos todos.

Lo que se aprenda de uno
no sirve para todo el resto.

El volcán Láscar,
es una bomba de tiempo,
dice Morata sobre
el macizo de la cordillera
de la Región de Antofagasta.

Es un volcán, muy, muy activo.

La última erupción
medianamente grande
ocurrió en abril de 1993.

Ha tenido más de quince eventos
eruptivos de diferente magnitud
a lo largo del siglo XX.

Por su naturaleza petrológica
claramente toda su actividad
va a ser muy explosiva.

En términos de riesgo,
al haber poca población
que habita la zona
alrededor del volcán
el peligro es menor.

• La erupción que oscureció Santiago

Los santiaguinos pensaron
que se acababa el mundo
cuando el 10 de abril de 1932
el cielo se oscureció de repente.

En la cordillera frente a Talca,
actual región del Maule,
el volcán Quizapu había
hecho una erupción "megacolosal",
en términos vulcanológicos.

"Hay registros de que Santiago
se oscureció por las cenizas
y hay imágenes del centro de Curicó
que resultan fantasmales.

La magnitud de la explosión,
en la escala de índice
de explosividad volcánica,
fue la más grande
de toda la cordillera de los Andes.

El Quizapu tiene su historia,
comenzando por el nombre.

El mito urbano es que cuando
hizo erupción el año 1932
vinieron a verlo vulcanólogos
de Estados Unidos
y les preguntaron a los lugareños
bueno, ¿este volcán tendrá nombre, no?

Y les respondieron, quizá puh",
relata Diego Morata.

Frente a Santiago hay tres volcanes activos,
en la zona del Cajón del Maipo:
el San José hizo erupción de 1960,
el Maipo en 1912,
y el Tupungatito en 1987.

Morata agrega que "son erupciones
que generalmente no son grandes
y como el viento va desde el Pacífico
al Atlántico las cenizas caen
en la cordillera y para el lado argentino
y aquí en Santiago no se nota.

El San José y el Maipo
tienen una fumarola constante,
son volcanes activos.

En caso de alguna erupción,
el San José, por la cantidad de nieve
que tiene o que puede acumular en invierno,
podría provocar un deshielo
y ahí, más que la erupción misma,
el problema serían las avalanchas
que irían por el río Maipo,
que llega hasta Santiago.

• Los problemas del volcán impronunciable

Una gran fiesta se dieron los islandeses
en abril del año pasado, cuando el
volcán Eyjafallajökull hizo erupción
y tapó a Europa con cenizas,
obligando a cancelar más de cien mil vuelos
y dejando varados a ocho millones de pasajeros.

El motivo de risa no era el caos, claro,
sino los desesperados intentos
de periodistas de todo el mundo
por decir dignamente Eyjafallajökull.

En YouTube abundan los videos
que enseñan a pronunciarlo:
sería algo así como
"ay-uh-fyat-luh-yoe-kuut-ul".

Los volcanes africanos
son más amables: un ejemplo,
el Nyiragongo, en el Congo.

• El peligro oculto de los hawaianos

Hay volcanes como el Osorno,
o el japonés Fujiyama
que son una delicia fotográfica
por sus conos perfectos.

Otra cosa son los hawaianos,
de base muy ancha y descritos
como platos de sopa invertidos:
la pendiente hace que torrentes
de lava se deslicen tranquilamente,
a veces hasta caer al mar.

Son una atracción peligrosa,
porque la gente se acerca tanto
que pueden sufrir accidentes.

"Los volcanes de Hawai son guatones
y con un cráter muy grande.

El Mauna Loa y Mauna Lea, de hecho,
se llaman volcanes escudo porque
tienen una base muy grande
y porque la dinámica no es ¡paf!,
explosiva, sino que se desparraman
despacito, despacito", ejemplifica Morata.

• Krakatoa (o Krakatau) el escandaloso

El volcán Krakatoa, en Indonesia,
era una isla con tres conos volcánicos
que en agosto de 1883 voló por los aires
tras una erupción cataclísmica,
provocando olas de 40 metros que mataron
a unas 36 mil cuatrocientas personas.

Tres años después todavía había
cenizas dando la vuelta al mundo.

La erupción se escuchó a
cuatro mil ochocientos kilómetros
de distancia.

Eso significa que si Krakatau
hubiese estado en Iquique,
el estruendo se habría sentido
en Punta Arenas.

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