Mark Jones Diario El Mercurio, Revista del Domingo, 19 de junio de 2011http://diario.elmercurio.com/2011/06/19/revista_del_domingo/revista_del_domingo/noticias/457683EC-7511-4B26-AC4E-CCDA583CC927.htm?id={457683EC-7511-4B26-AC4E-CCDA583CC927} Bajó el Aconcagua esquiando. Fue uno de los más veloces en el circuito de kilómetro lanzado. Segundo -en downhill- en la Eurocopa de esquí amateur. También atleta invitado de Warren Miller en al menos un par de filmes, e incluso actuó para Disney en una película/documental donde se explicaba a los niños qué era esto del esquí. Finalmente, hace dos años se vino a Chile, trabajó duro (vaya que trabajó duro) y este año inaugura, cerca de Rancagua, un sofisticado helilodge que promete convertirse en el nuevo hit de la cada vez más dinámica industria de la nieve local. Por Sergio Paz. Mark Jones es canadiense. Vivió más de 30 años en Chamonix y, como se casó con una chilena, terminó en El Arrayán, en Lo Barnechea, el lugar desde donde ordena su nueva vida en la que intenta conciliar la pasión por la familia con su sofisticado trabajo como guía de esquí de alto nivel. ¿Azar? ¿Destino? ¿Cómo llamar a esas coincidencias que hacen que las cosas resulten como deben resultar? Hablando en serio: Mark Jones hubiera podido seguir siendo uno de esos gringos capos, locos, vagos de la nieve, que giran por el Hemisferio Norte, recorriendo sofisticados centros como La Grave, St Anton o Jackson. Pero no: está aquí. En Chile. Y este año inaugura el que podría ser el hotel más caro del país. Y, probablemente, también el más aspiracional. El Puma Lodge será un todo incluido, un trendy y remoto hotel de difícil acceso por tierra, que contará con dos helicópteros estacionados permanentemente en el mismo patio. Así los huéspedes tendrán heliski durante todo el día. Cierto: hoy por hoy el heliski forma parte habitual de la sofisticada oferta de grandes centros como Portillo, La Parva, Valle Nevado y Chillán. Nada nuevo. ¿Qué es lo diferente que podría ofrecer entonces este lodge? Bueno, por una parte todo se centrará en la helivida que tendrán sus huéspedes. Mark Jones dice, en todo caso, que no es sólo eso. Mark Jones está convencido de que el lugar donde se construyó el lodge no sólo es la zona con más glaciares de Chile fuera de la Patagonia sino también el que concentraría más nieve después de cada temporal. ¿Sí? ¿No? Mark Jones tiene varias características que lo hacen especial. Una es su carácter. A Mark Jones no le andan con cuentos. Mark Jones creció en Banff, Canadá: una pequeña ciudad enclavada en las Rocallosas canadienses. Mark Jones creció jugando hockey, pero a los 14 lo invitaron a esquiar y le encantó. Sus papás le regalaron esquíes, botas y se obsesionó con aprender. Era el tiempo en que, para los niños de Banff, los ídolos eran gente como Nancy Green, la esquiadora que había ganado dos medallas en la Copa del Mundo que se acababa de realizar en Portillo, Chile. Ya egresado, Mark partió a Calgary con la idea de estudiar Derecho, pero dos años después se convenció de que el mundo de la corbata corporativa no era lo de él. Mark tenía 17 años y sabía que lo de él sería el esquí. Durante dos años había estado pegado, mirando las montañas desde su cuarto. Así que se la jugó y volvió a Banff. Su mamá estaba en casa cuando regresó. -Mamá. Hola. Acabo de dejar la universidad -dijo Mark, mientras ella se quedó mirándolo. -¿Y qué vas a ser ahora? -dijo ella. -Voy a ser un esquiador profesional -dijo él. -Oh, bueno -dijo ella. Fue la primera gran curva en la vida de Mark Jones. Desde entonces, este gringo alto y delgado, de pelo cano, bueno para la comida italiana, duro cuando tiene que ser duro y bien bromista cuando está relajado, no ha flaqueado en lograr hacer de la nieve su vida. Se convirtió en profesional. -¿Y cómo lo lograste? -Primero fui patrulla de esquí en Sunshinhe Village, el centro que está en las Rocallosas canadienses, a unos 25 minutos del centro de Banff manejando. Iba cada fin de semana. Y a veces también en las tardes. Y más. Todos mis amigos eran secos así que empecé a aprender rápido. Luego empecé a esquiar con corredores amateur. Y me fue bien. Especialmente cuando descubrí que existía el kilómetro lanzado. En eso llegué a ser el número 8 en el Campeonato Mundial de 1983. -¡Kilómetro lanzado! ¡Eso sí que es velocidad! -Absolutamente. Vas volando sobre una capa de aire. Te largas montaña abajo y de pronto te das cuenta de que tus esquíes van sobre un colchón de aire. Y puedes sentirlo pues, cada cien metros, vuelves a caer sobre la nieve. Y sigues andando muy rápido. Ahora, pese a lo que se podría pensar, el kilómetro lanzado es muy suave. El único truco es nunca perder el control. -¿Nunca te sacaste la mugre? -Dos veces. Una en 1984, en Silverton, Colorado. La otra, en Francia. Afortunadamente nunca me pasó nada. Un gran dolor y ya. -Después de Banff... ¿Dónde te formaste como esquiador? -Viví 30 años en Chamonix -Chuta, Mark. ¡Y estás vivo! -Sí, con toda seguridad estoy vivo. -Una semana atrás, en este misma revista hablamos con Gordy Peifer, quien estuvo con Traver Petersen el día que murió en un glaciar de Chamonix. -Sí, yo también vi a Traver ese día. ¿Sabes? Él cada vez que viajaba a Chamonix solía visitarme. Recuerdo perfectamente esa tragedia. Sé que debo haber sido el último canadiense en ver con vida a Traver Petersen. -¿Chamonix significa algo especial para ti? -Imagínate... Llegué a Francia cuando apenas tenía 22 años. Ya era un corredor profesional y había trabajado como patrulla durante mucho tiempo. Me había instalado en Suiza pero, como necesitaba trabajo, me fui a Chamonix que no estaba a más de 45 minutos manejando rápido. Ahí conseguí trabajo como controlador de avalanchas. Llegué en 1967 y entonces no eran muchos los esquiadores fuera de pista. Chamonix siempre ha sido territorio más de montañistas, o de gente que en verano va a hacer trekking y a disfrutar los paisajes. -¿Por qué quedarse en un lugar así entonces? -Porque hay dos andariveles muy rápidos que te dejan en el punto más alto de la montaña y desde ahí tienes un terreno inmenso para esquiar, con desniveles de más de 2 mil metros. Una barbaridad. La cosa es que Chamonix me cambió todo lo que hasta entonces entendía por esquí. No te olvides de que yo era un tipo salvaje que acababa de llegar de los Rocallosas canadienses. -Y estabas acostumbrado al estilo de vida de los corredores: James Bond style. ¿Muchas chicas en Chamonix? -No, no. No hay mujeres en Chamonix. Jajaja. Sólo esquiadores que lo único que tienen en sus cabezas es esquiar. Y yo tuve suerte: los inviernos de fines de los 70, por ejemplo, fueron récord de nieve en los Alpes. Era increíble la cantidad de nieve que caía aunque, por lo mismo, siempre había peligro de avalanchas. Recuerdo una cerca de la frontera con Suiza que se expandió 8 kilómetros. Inmensa. En todo caso lo que realmente cambió en mí en Chamonix fue que ahí estaba el centro de la industria del esquí de Europa. Y la actitud era absolutamente distinta a lo que había conocido: especialmente en lo que tiene que ver con asumir la responsabilidad de lo que vas a hacer. A diferencia de cualquier centro en Estados Unidos o Canadá, en Chamonix a nadie le importa a dónde vas. Vas y ya. Es cuestión tuya a cuánto riesgo te expones. Así que, si lo haces, tienes que ir preparado. -Y ser consciente. -Consciente y calmo. En la montaña tienes que estar preparado para asumir las consecuencias. Pero, bueno, es como todo lo que haces en la vida: si tienes una moto y andas rápido, tienes que estar preparado para las consecuencias. Lo importante es conocer tus límites, conocer la moto, saber cómo es el tráfico el día y hora en que vas a andar, en fin. -30 años en Francia. ¿Conociste alguna chica y te quedaste a vivir allá? -No. Conocí a una chilena y ahora vivo acá. -¿En Chamonix dijiste "ya no seré corredor", o qué? -En ese tiempo -bueno, igual que ahora- estar en un equipo de esquí amateur era muy caro. Tenías que viajar mucho y no siempre conseguías auspiciadores. Así que finalmente me salí y me concentré un buen tiempo en aprender mucho de montañismo, aunque también traté de mantenerme activo en el World Pro Tour con buenos resultados: salí varias veces octavo. En el fondo nada muy serio. Ser un corredor profesional es algo que, en algún sentido, te limita mucho. -Tanta técnica que al final aburre, ¿no? -Nunca me dije a mí mismo que fuera aburrido. Siempre encontré muy entretenido dominar toda la parte técnica y eso es algo que aún me gusta y disfruto. Me gusta entender cómo logras el máximo rendimiento y, con toda la técnica que hay hoy día, lograr que las cosas funcionen como sabes que pueden funcionar. Es realmente divertido esquiar bien con técnica. Lo que me pasó en Chamonix es que de pronto quería aprender de montaña. Y, bueno, subir grandes montañas. Al Aconcagua fui dos veces. El 2002, con Tenes O'Brian, subimos y bajamos esquiando. -Hace poco Anton Sponar, el hijo de Tony Sponar, dueño de El Arpa, hizo lo mismo y al bajar le tocó polvo en pleno verano. ¿Cómo fue tu experiencia? -Fue increíble. Algo de hielo, pero no tanto. Pero, claro, en el Aconcagua todo es siempre mucho trabajo, viento y frío. La nieve no estaba mal. Fue bueno. Pero bajar esquiando cualquier montaña siempre es bueno. Además el Aconcagua, en verdad, no es tan parado. He esquiado lugares con mucha más pendiente. Si es por eso te diría que el lugar con mayor pendiente que he esquiado fue la cara norte de Aiguille du Midi. Aterrador. Si te caes ahí, chao, te mueres. -Tu primera vez en Chile fue para... -Vine a una competencia internacional de kilómetro lanzado en Portillo y fue una muy buena experiencia. Conocí a mucha gente en ese viaje, personas que aún están entre mis mejores amigos. Antes de venir ya había escuchado del centro: era un lugar con mucha reputación en Canadá. En general, los esquiadores canadienses siempre han sabido de Chile y siempre han venido aquí a entrenar cuando allá es verano. Es un clásico porque sabes que, durante esas semanas, tu foco estará puesto solamente en el esquí. Además está la posibilidad de jugártela un poco más y entonces lograr tus récords. Desde entonces vine varias veces. En 1978, por ejemplo, vine a hacer una película para un cliente privado de heliski. -¿Y por qué volviste la última vez? -Junto a mi esposa, Mabel Estay, viajamos desde el Altiplano hasta la Patagonia, haciendo una película del viaje. Al final dije: quiero conocer un lugar que suponía muy especial y que había visto en unas imágenes, en un video. Un lugar cerca de Santiago, de difícil acceso. Con mi mujer nos casamos el 2004 y cada invierno veníamos a Chile. Hasta que decidimos que sería bueno que ella estuviera cerca de su familia. -¿Qué imágenes eran esas que habías visto? -Jaime Fernández era un cliente chileno mío que todos los años iba a esquiar conmigo a Chamonix. Jaime tiene su propio avión y en algún minuto sobrevoló los Andes y grabó imágenes. Una tarde, mientras nos tomábamos un trago en el bar Piuquenes de La Parva, me mostró ese video y en un minuto quedé asombrado por lo que vi. Un lugar con altas cumbres, muy parecido a lo que puedes ver en Chamonix. -El lugar donde estará el Puma Lodge, ¿no? -Es fantástico. Es el lugar, fuera de la Patagonia, con la mayor concentración de glaciares de Chile. Como hay granito rojo es, curiosamente, muy similar a Chamonix: con altas cumbres, muchos glaciares y plateaus. Algunos glaciares de 16 kilómetros de largo caen en dirección al valle. Un lugar espectacular, increíble. Es toda la zona que está desde la Reserva Los Cipreses hasta la frontera y desde el río Pangal al río Azufre. O sea, desde cerca de Coya hasta prácticamente el Tinguiririca. -Entonces, vienes a Chile, viajas por todo el país y en un minuto dices: voy a ver ese lugar que vi en un video. ¿Así fue? -Ajá. Eso fue el 2005. Mi señora me acompañó y me dejó en el campamento base con todo lo que iba a necesitar. Yo iba a explorar esa zona solo y durante un invierno iba a tener que vivir en una carpa. Finalmente fueron seis semanas. Más encima en un invierno muy crudo. Duro. Un invierno especialmente intenso, con mucha nieve. -Perdona... ¿Con cuánta gente fuiste? -Solo. -¡Mark! -Fue bueno; un gran viaje. La montaña más alta, en el lugar donde haremos las operaciones, tiene 5.300 metros. En la parte sur la cumbre más alta es Sierra Portillo, y en la norte creo que se llama Nevados y tiene 6 mil metros. Para llegar, cuando fui por primera vez, había que cabalgar desde Los Cipreses. Otra vía era a través de Coya. En ambas rutas, sin caminos. Había que ir haciendo la huella a través de los fundos. -¿Hay condiciones en Chile para que se convierta en potencia de la nieve? -Bueno, de partida los cristales de nieve en Chile son más grandes que en Europa o Estados Unidos. Hay un gran potencial. Esto recién esta empezando. Para los brasileños, por ejemplo, Chile es un destino exótico precisamente por su nieve. Falta, en todo caso, más difusión. La gente no conoce mucho de Chile ni de Sudamérica. Aparte, que los gringos vengan a Chile es difícil porque el verano allá es corto y valioso. Lo sé porque vengo justamente de ahí. Y dejar eso para venir nuevamente al invierno es una decisión difícil. Lo bueno es que hay otros atractivos como mezclar esquí con tours a viñas o un viaje a San Pedro. -El heli en Chile... podría ser mejor que el de... ¿Alaska? -Alaska es muy diferente: cortos desniveles y también invierno corto. Mucha nieve, pero muy densa. Más encima es jodidamente frío. Quizás hay lugares en Alaska que se podrían comparar con lo mejor de los Andes Centrales. Pero tendrías que caminar muchísimo para llegar. En verdad lo digo: esto es único. Y sé de lo que hablo. Estuve en películas de Warren Miller; y en una de Disney. -¿Esquiando con Mickey Mouse? -Jajajaja. No, fue una película, un documental sobre las montañas y el esquí. Fue la primera película filmada en 360 grados, antes del Imax, y se exhibió en el pabellón de Canadá en Disney Orlando. Para hacerla trabajamos con Bruno Engler, famoso fotógrafo de Canadá, y las fotos se tomaron en British Columbia. -¿Y qué tal Warren Miller, el Oliver Stone del esquí? -Trabajé con él en Steep and Deep. Aunque en realidad coincidimos la primera vez en una pequeña película que se hizo en Canadá. Fue divertido conocer a Miller, un tipo que ganó mucho dinero haciendo películas de esquí extremo, y aún más cuando vendió su empresa. Miller era en verdad un skibum, un vago de la nieve. Una súper buena persona. -¿Otros lugares para esquiar en Chile? -He estado en Chillán. Portillo es un gran lugar. En todo caso a mí me gustan las montañas aún más grandes, imponentes. -¿Tus lodges favoritos? -En Austria me gustan todos los lodges de Lech. Y de Courchevel. -¿Algún lugar que quieras esquiar y al que aún no has ido? -Un montón. Me encantaría, por ejemplo, esquiar en China, en los Himalayas: grandes montañas y buena nieve. -¿La mejor villa de esquí del mundo? -¿En qué estás pensando? -Fiestas -Bueno, Whistler siempre tiene muy buenas fiestas. St. Anton también. Verbier. Aunque Verbier ha cambiado bastante. Básicamente porque ha empezado a ser muy costoso para los skibums. Claro que los skibums también cambiaron. Se transformaron en yuppies. -Y el paraíso de los skibums... ¿Sigue siendo Chamonix? -Sí. Pese a su fama, es muy barato. Hay todo tipo de alojamiento y la tarifa de andariveles es bastante justa. Vas, esquías, lo pasas bien. De eso se trata esto, ¿no?
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El hombre de las nieves
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