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EL MANQUEHUE

La contemplación desde mi ventana
del majestuoso cerro Manquehue
constituye uno de los innumerables
e inmerecidos regalos cotidianos
que me acompañan de la mañana a la noche
desde hace cerca de un cuarto de siglo.
 
Formando parte de un cordón montañoso
que se adentra hasta el corazón mismo de la ciudad,
-con el cerro San Cristóbal
como su representante más conocido-
la presencia escultórica del Manquehue
se yergue imponente, revelando su inagotable belleza
y maravillando a los que lo observan
a cualquier hora y desde diversos puntos de la ciudad.
 
Misterioso en medio de la niebla,
mágico cuando su cumbre nevada
refleja la luz de la luna, el Manquehue
no se cansa nunca de sorprendernos.
 
Ya sea caminando o desplazándose
en cualquier medio de superficie,
cuando menos lo pensamos
surge su silueta inconfundible
que ha pasado a formar parte
de la identidad misma de Santiago.
 
Un trozo de la cordillera de los Andes,
a escala urbana con una elegancia
comparable -según una amiga carioca-
con los famosos "morros" de Rio de Janeiro.
 
Desde una perspectiva científica,
el Manquehue forma parte
de una extensa zona de cerros precordilleranos,
típicos de la zona del norte chico y central,
con suelos derivados de materiales volcánicos.
 
Lugar de los cóndores le pusieron
los habitantes que ocuparon la cuenca
antes de la llegada de los conquistadores,
tiene un valor histórico ancestral.
 
Los estudios de los paleobiólogos
señalan que es posible encontrar
sedimentos lacustres que contienen
una rica diversidad de fósiles vegetales,
que incluyen troncos, flores y hojas antiquísimos.
 
Datos geológicos indican que estas tierras fósiles
tendrían edades que superan los 20 millones de años.
 
En estos afloramientos, de distintas edades,
hay hojas fósiles asociadas a los actuales
bosques de robles y coigües del sur de Chile.
 
También se pueden encontrar
en estratos más jóvenes
hojas fósiles ancestrales
de los actuales peumos, bellotos, boldos,
además de especies que no habitan hoy en Chile,
pero cuyos descendientes crecen
en los bosques húmedos
del lado oriental de la cordillera de los Andes.
 
El Manquehue alberga un rico bosque esclerófilo de vital importancia
para la regulación del ciclo hidrológico en la cuenca de Santiago
generando condiciones de humedad y sombra
que permiten la mantención de los cursos de agua
y protegen la cobertura del suelo,
riqueza que resulta imperativo preservar
ya que la remoción del suelo urbano
o la alteración de los cursos de agua
aumentarían peligrosamente la probabilidad
de aluviones durante precipitaciones intensas.
 
El bosque de los faldeos del Manquehue
es conocido por los botánicos
como bosque maduro de tipo esclerófilo,
es decir árboles y arbustos
con hojas duras y resistentes
a los cambios de temperatura y de humedad,
muchos de ellos endémicos de Chile.
 
Sólo el uno por ciento de estos bosques
se conservan en nuestra zona central.
 
El Manquehue está dentro de ese mínimo
y lo que lo hace aún más valioso
es la abundante presencia de árboles centenarios,
quizás los más antiguos de la zona preandina.
 
Las investigaciones en torno a su riqueza natural
han dado origen a publicaciones como
«Valor biológico del ecosistema del cerro Manquehue»
por parte de un grupo de investigadores
del Instituto Milenio de Ecología y Biodiversidad.
 
Eminentes ecólogos y botánicos
han resaltado el valor de esta flora,
calificando estos bosques antiguos
como irreemplazables.
 
No sólo hay que evitar su destrucción
porque su pérdida sería irrestituible,
es decir imposible de reponer
ante una eventual desaparición,
sino que hay que profundizar
la labor de reconformar
otras comunidades vegetales
del valle y la precordillera de Santiago
y en general de toda la zona central.
 
En el Manquehue se encuentran
casi todas las especies de árboles esclerófilos
como el chequén, peumo, quillay, litre, bollén y maitén.
 
También hay abundantes arbustos,
muchos con problemas de conservación
debido a la explotación pasada, como es el guayacán.
 
Y en las primaveras, luego de un invierno lluvioso,
surge bajo los arbustos una espectacular diversidad
de bulbosas nativas, como añañucas, azulillos,
alstroemerias, huillis y capachitos.
 
Varias de estas especies,
según un estudio de la Universidad Católica
constituyen también un patrimonio biológico estratégico
para el desarrollo económico del país.
 
La gran productividad vegetal del Manquehue
permite la supervivencia de muchos hervíboros
y depredadores nativos: cururus, yacas, ratón orejudo;
y entre los depredadores hay zorros culpeos,
águilas, aguiluchos, halcones peregrino y cernícalos.
 
Entre los reptiles figuran la culebra de cola larga,
culebra de cola corta y una variedad de especies de lagartijas.
 
Además, especies poco comunes de anfibios chilenos
viven asociados a la quebrada con agua del cerro
-llamada 'Agua del palo'-. La existencia de estos
batracios es clave como indicador de la calidad del ecosistema.
 
Muchas de ellas han sido clasificadas
por la Corporación Nacional Forestal -Conaf
para ser protegidas por su escasez,
distribución restringida y eliminación.
 
No es posible exagerar la importancia del bosque,
en especial ante la perspectiva de un eventual
cambio climático, para no mencionar su importancia
en lo que se refiere a producción de oxígeno
y su aporte en el combate contra la polución capitalina.
 
Una reserva natural y espiritual de la ciudad
que hay que preservar a toda costa.
 
Hoy en día al icónico Manquehue
se le puede admirar también
desde la perspectiva de los cóndores,
aunque con otro tipo de planeadores
-los de factura humana-
que lo sobrevuelan y lo circundan
atraídos por las térmicas ascendentes
y por la atracción magnética de su presencia
y la riqueza de su contorno topográfico,
o contemplar la ciudad
desde su cumbre privilegiada
poseedora de una vista incomparable.
 
Por esta época, para el solsticio de invierno,
desde el cerro San Benito de los Piques,
en donde se encuentra emplazada
la Abadía Benedictina de la Santísima Trinidad
es posible observar la puesta de sol
que se oculta tras la cumbre misma
de nuestro glorioso Manquehue.
 
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Buena parte de lo expresado más arriba
está extractado del artículo
¿Por qué salvar el Manquehue?
de Cecilia Valdés Urrutia
Diario El Mercurio, Cuerpo Artes y Letras,
Domingo 14 de Diciembre de 2008
 
 http://www.google.com/search?tbm=isch&hl=es&source=hp&biw=1079&bih=646&q=cerro+manquehue&gbv=2&oq=cerro+manquehue&aq=f&aqi=g2&aql=&gs_sm=e&gs_upl=1237l5170l0l15l13l0l4l4l0l687l1991l3-1.1.2l4

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