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Tres modelos intelectuales y Chile‏

LEONIDAS MONTES, 
chile

Tres modelos intelectuales y Chile


En el siglo XVIII se pueden distinguir tres corrientes intelectuales que siguen marcando el debate político contemporáneo. La influencia de Rousseau y la Ilustración Francesa. Las ideas de la Ilustración Escocesa, representadas principalmente por David Hume y Adam Smith. Y el utilitarismo de Jeremy Bentham. Cada “modelo” tiene su expresión en la reciente historia económica y política de nuestro país.
En 1750, Jean-Jacques Rousseau saltó a la fama con el premio de la Academia de Dijon a su ensayo Discurso sobre las ciencias y las artes. Con una pluma envidiable, plantea que el progreso corrompe al hombre y a la sociedad. Su segundo discurso acerca del “Origen de la desigualdad” no ganó el premio de la Academia. Pero fue publicado en 1755 y generó mucho debate. Rousseau argumenta que los problemas de la sociedad comenzaron cuando alguien dijo “esto es mío”. Su llamado es a recuperar la romántica idea del “buen salvaje”. Aquel estado donde todos éramos iguales. Y felices. El gran Voltaire, después de leer su segundo discurso, le envía una carta notable. Le agradece su nuevo libro “contra el género humano” y le comenta que después de leerlo le dieron ganas de “volver a caminar en cuatro patas”. Con su habitual y aguda ironía, confiesa que él ya estaba viejo para eso.
Su magnum opus, Du contrat social ou Principes du droit politique, conocida simplemente como El contrato social, fue publicada en 1762. Aquí, Rousseau define la voluntad general, un concepto fundamental que adquiere preeminencia política. Aquellos que no quieran someterse a la voluntad general deberán ser “forzados a ser libres”. La libertad por la fuerza, como nos ha enseñado la historia moderna, es una idea peligrosa. Algunas de las ideas de Rousseau alimentan el impulso que mueve a los mecánicos e ideólogos de la retroexcavadora en Chile. Y hay una larga fila de políticos ansiosos por operar la pesada maquinaria.
En Escocia se dio un fenómeno diferente. Con el Act of Union que unió a Inglaterra y Escocia en 1707, vino elprogreso social y económico para los escoceses. Y surgieron una serie de brillantes intelectuales y científicos, entre ellos Adam Smith y David Hume. Ambos eran más bien escépticos. No creían en el buen salvaje de Rousseau. Al contrario, pensaban que el interés propio era inherente al hombre, pero no como simple egoísmo. Sabían que el hombre, un animal social, vive la moral con los demás. También desconfiaban de los dogmáticos, de los iluminados y de los grandes planificadores y sus planes. Veían cooperación en la competencia. Por eso combatían los monopolios y el mercantilismo, que es el actual crony capitalism. En definitiva, creían en la libertad, la justicia y el progreso que traían el desarrollo económico y la competencia.
A los escoceses del siglo XVIII no les gustaban las retroexcavadoras. Preferían construir sobre lo bueno y mejorar lo malo. Y si bien promovían cambios, eran pragmáticos y realistas. Esta tradición, vale la pena recordarlo, tuvo una importante influencia en nuestro gran Andrés Bello.
Jeremy Bentham (1748-1832), padre delutilitarismo y fundador de University College -su cuerpo embalsamado todavía puede verse a la entrada, tal como él lo pidió en su testamento- tenía un par de ideas bien claras. El hombre busca el placer y evita el dolor. Y en términos sociales, lo que importa la mayor felicidad del mayor número. Si hay algo que caracteriza a Milton Friedman, los Chicago Boys y la economía neoclásica, es el utilitarismo. Maximizar la utilidad es el dictumY lo que importan son los resultados.
Esta forma simple y clara de ver la sociedad tuvo gran influencia en Chile. Pero esta mirada, que nos permitió un giro copernicano -liberalización de precios, apertura comercial, fomento, exportaciones y crecimiento económico- hoy está en retirada.
Veamos ahora dónde encajamos los chilenos. La Escuela de Gobierno de la UAI y Horizontal realizaron una encuesta para obtener algunas percepciones de nuestro modelo y la competencia (*). Los resultados son sorprendentes. Si bien sabemos que los abusos son un gran problema, la conclusión es que los chilenos quieren mejorar el modelo, no destruirlo. Veamos las cifras. Un 81% valora el modelo que ha seguido Chile en los últimos 25 años. Un 67% cree que existe competencia y un 70% piensa que ésta beneficia a los consumidores. Y al preguntar por la satisfacción personal con algunos servicios e instituciones, surgen resultados sorprendentes. Un 80% le pone una nota sobre 5 a su supermercado. Un 76% a su colegio. Un 74% a su empresa o lugar de trabajo. Y un 72% a su banco. Los peor evaluados, o los que reprueban, son la atención en los servicios del Estado, las AFP y Fonasa.
El vilipendiado modelo goza de buena salud. Hemos crecido sostenidamente en los últimos 30 años. Y si bien han surgido nuevos desafíos en una sociedad más compleja, se ha forjado una sociedad liberal en el sentido de la Ilustración Escocesa. Nuestra sociedad, con ciudadanos más exigentes, independientes, libres y autónomos, valora lo logrado. Y desconfía de los ímpetus refundacionales. El romanticismo de Rousseau no convenció a la poderosa clase media. Sólo encontró cabida en algunos jóvenes, cuyo protagonismo e influencia se desvanecen. Por lo visto, la retroexcavadora seguirá en la sala de máquinas.
El tardío e inexplicable “primer sentido” de Bachelet, repitiendo su excusa por el Transantiago, es más que una intuición. Es la porfiada realidad de una sociedad sensata y moderada que valora el capitalismo humano que promovían Adam Smith y David Hume.

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