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La familia, lugar de los afectos; cuna del preguntar...‏



Columnistas
Diario El Mercurio, Lunes 30 de diciembre de 2013
http://www.elmercurio.com/blogs/2013/12/30/18246/Composicion-asi-fue-mi-Navidad.aspx
Composición: así fue mi Navidad
"Recordé que con mi padre fuimos, cuando yo tenía como 15 años, a un 'americano por viaje vende' y él me compró un laboratorio de química de juguete con poco uso, incluso mejor que el que recibió mi nieto..."


Nicolás Luco
Nos juntamos para celebrar y nos tomamos una fotografía familiar. Resulta muy impresionante, somos 28. Una de las discusiones que tuvimos es si una reforma tributaria tomaría en consideración el número de hijos. El principal expositor en defensa de tal medida era el padre de diez de mis nietos.

(Los abuelos de sobre 15 nietos debieran también entrar en una consideración tributaria de esa naturaleza, sobre todo si carecen del talento que mi mujer despliega para multiplicar panes y peces).

En fin, fue una Navidad dichosa, como se aprecia en la foto, que necesitaría todo este espacio para publicar. Solo mi nieta Magdalena aparece un poco distraída, quizás en cuál de sus mundos soñadores.

Mis hijos, hijas, nueras y yerno eligieron regalos interesantes para los nietos.

A mí el que más me gustó fue una caja con circuitos electrónicos que prometía servir para 175 configuraciones. De eso no existía nada cuando yo era infante. Desgraciadamente le llegó a José, que vive en San Fernando, así es que no podré "ayudarlo" a jugar con su laboratorio electrónico. Tal vez si yo hubiera tenido algo así de niño, la electricidad ya no sería un misterio inmenso, como todavía lo es.

Otros, santiaguinos, recibieron juegos de magia, los cuales, como sabemos, se basan en el manejo del azar, de la ilusión óptica, la física newtoniana y, a veces, la química. Ahí podré estar presente y aplaudir como público, tratando, además, de descubrir los trucos.

El juguete que más conmoción causó, eso sí, fue un laboratorio de química que recibió mi nieto homónimo. Se encerró con un lote de primos en un rincón del jardín; aparecían periódicamente con tubos de ensayo babeando sustancias de colores. O bien surgían pidiendo ingredientes: arena, polvos de hornear. O se robaban botellas de gaseosas para ver qué ocurriría si las mezclaban con ácido cítrico. (Esto del "ácido cítrico" era pronunciado casi como una amenaza).

Recordé que con mi padre fuimos, cuando yo tenía como 15 años, a un "americano por viaje vende" y él me compró un laboratorio de química de juguete con poco uso, incluso mejor que el que recibió mi nieto.

Le saqué jugo, hice casi todos los experimentos del manual. Creo que ahí comprendí lo de ácidos y bases. Y se convirtió en un tesoro de mi arsenal de pertenencias. Lo cuidé y conservé, y ya papá, alcancé a jugar con él y con mis hijos. No sé dónde estará ahora. Rosebud.

No. No hubo videojuegos. Martín soñaba con tener una de esas bolas transparentes donde cae la nieve sobre una figura; la tuvo. Disparé una fotografía suya contemplando la nieve caer, asombrado, feliz, "siempre quería tener esto".

Bueno, una nieta adolescente presionó por un teléfono inteligente para tener WhatsApp, debo consignar. Y sus padres se lo dieron. Fue el único juguete así.

No sé si de entre ellos o ellas irá a salir algún científico, pero sí hay terreno para que se hagan preguntas. No todos. A uno le tocó una agresiva pistola de discos verdes; habrá de ser manifestante.

Se ve en la foto, la familia, lugar de los afectos; cuna del preguntar.

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