Aylwin es una inspiración para todos aquellos que viven en los asuntos públicos. Porque al final es un hombre de Estado; de esos que miran todo con sentido país.
por Andrés Benítez - Diario La Tercera 30/11/2013
PARA LA mayoría, el paso de los años es siempre un problema. Para la sociedad, también. La población en Chile y el mundo envejece, y todo esto es visto como una crisis. Los viejos aparecen como una dificultad, un costo que tendrán que asumir las nuevas generaciones. Esta visión, sin embargo, choca permanentemente con personas que, con el tiempo, no sólo crecen en edad, sino también en sabiduría. Ellos, más que un estorbo, son un aporte vital para todos.
Esta semana, en Chile tuvimos dos ejemplos notables de lo anterior: Patricio Aylwin y Cat Stevens. Ambos tienen poco en común. Uno es mucho más viejo que el otro. Uno es político, el otro cantante. Pero los dos son ejemplos de personas que iluminan. Cada uno en su estilo y ámbito es fundamental.
Aylwin cumplió 95 años, el martes, y cada vez más asienta en él la figura del ex presidente que todos queremos. Es curioso lo que ha sucedido, porque durante su vida activa fue un tipo más bien fome de carácter. No tiene la impronta de Lagos, el carisma de Bachelet ni la rapidez de Piñera. Era más bien el clásico profesor de derecho administrativo. Pero su gobierno es hoy un ejemplo. No sólo por ser responsable de la transición, sino porque también tiene a su haber el mejor desempeño económico de los últimos tiempos.
Pero su mayor reconocimiento tiene que ver, a mi juicio, con su forma de saber retirarse. Su hija Mariana señaló esta semana que a su padre le costó desprenderse de la vida activa, que se siente inútil, que sabe que su tiempo ya pasó hace rato. Es una forma de verlo. Pero también hay otra. Aylwin es un ejemplo vivo, una inspiración para todos aquellos que viven en los asuntos públicos. Por eso, esta semana, con motivo de su cumpleaños, lo visitaron Piñera y Bachelet. Y él los recibió con el mismo cariño y respeto. Porque al final es un hombre de Estado; de esos que están por sobre las contingencias y miran todo con sentido país. Y ese es un aporte invaluable en los tiempos que corren, porque refleja el lado más trascendente de la política.
Cat Stevens, hoy Yusuf Islam, es un artista que optó por volver luego de 30 años de retiro de los escenarios, pero no de sus creencias. Y regresa como un hombre maduro. A sus 65 años, ya no pretende ser la estrella de antes. Al igual que Aylwin, sabe que su tiempo pasó. Por ello, ahora se presenta como un viejo amigo, desnudo de la parafernalia actual. Su espectáculo, su vestimenta, sus movimientos, son sencillos. Lo suyo es el recogimiento. Y cantando las canciones de siempre, logra una conexión casi espiritual con su audiencia. Todos los que lo vieron se fueron con una sensación de paz a sus casas. Como Aylwin en la política, Stevens nos muestra la mejor cara de la música.
Para la sociedad moderna, Aylwin ya debiera estar postrado, y Cat Stevens en edad de jubilar. Pero ellos son la muestra de esa tremenda equivocación que tenemos de descartar a las personas cuando envejecen. Es cierto, los dos han tenido la sabiduría de saber llegar, pero ejemplos como estos hay muchos. Es cosa de abrir los ojos y así entender que envejecer como sociedad puede ser una gran noticia. Y si pensamos así, de seguro aparecerán otros viejos choros que hoy piden a gritos un espacio para participar.
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