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No confundir giro cultural con descontento...‏



 Gonzalo Barros (comentario a la tribuna recientmente publicada en el Diario El Mercurio)

Clarita la señora Szczaranski que indudablemente no pertenece al sector político de la centro derecha, está diciendo verdades meridianas, claras:
1. Todo este ánimo refundacional de Chile, este juego de slogans, en que estamos “atrapados” en una constitución y en un país que no es el nuestro, es solo un juego demagógico de palabras; una estrategia publicitaria tipo Coca Cola para decirle al ciudadano de a pie (y medio pajarón) que después de 40 años de “gobiernos de derecha” (lo que incluye el anterior de Bachelet) ahora vendrá un verdadero gobierno de izquierda.
2. Deja claro lo evidente; que los momentos políticos son la mejor manera en que nos mentimos con pseudo sensaciones de oprobio y bienestar. ¿Qué de diferente
tuvo Chile estos últimos 4 años a los 20 anteriores? Nada; sin embargo la
izquierda con astutas maniobras comunicacionales ha convertido su quinta
llegada al poder con ribetes de que viviremos un giro copernicano.
3. ¿Qué va a cambiar? Por de pronto de la constitución no hay mucho que cambiar. Lo más sustanciosos es el binominal pero, como bien lo apunta Szczaranski el cambio al binominal, en rigor, no es un cambio a la constitución y, por misteriosas razones no se ha hecho cuando la mesa está servida ahora para hacerlo.
4. Puede cambiar en algo la economía pero no en demasía; saben en la concertación que el populismo demagógico se paga muy caro en los resultados de la economía que golpea a la clase media y a los más pobres. La prudencia conserva la dentadura y, sin crecimiento y sin empleo no hay como seguir haciendo demagogia.
5. Al final del día quedan las frases rimbombantes y narcisistas de Lagos; el “padre” de la nueva república, útiles para su momento estelar. Hoy la pirotecnia y parafernalia de atornillarse en el poder exige ir contra estas declaraciones; humo y fuegos artificiales contra humo y fuegos artificiales, los mismos en el poder, sillitas musicales y nada más.
6. La inmensa mayoría de los chilenos está aburrida de todos estos embusteros y no les cree nada. Es probable que en la próxima presidencial vote solo un tercio del padrón; los políticos son esencialmente mentirosos y su negocio es atornillarse en el poder.
7. Y bueno. ¿Cuantos votarán en un plebiscito? (El último invento de los progres que no hayan que hacer para poner el país patas para arriba). Si nos guiamos por AC marca tu voto, menos de un 10%.
¿Nos ponemos serios y más modestos? ¿O seguimos esperando al hada madrina que, por supuesto, "por culpa" de los burgueses y los fascistas nunca llegará?


Columna del día
Diario El Mercurio, Lunes 30 de diciembre de 2013

Asamblea Constitucional: parto de los montes

Clara Szczaranski: "No acostumbramos a pedir coherencia política, ni claridad ni certeza de sus dichos a los dirigentes en boga, a los que ya conocemos hace tanto rato como para haber perdido la esperanza..."

De producirse ese parto -que parece ya abandonado-, probablemente nacerá solo "un ridículo ratón", como en el decir de Horacio. Las asambleas constituyentes siguen a cambios culturales: se pactan nuevas bases de convivencia ante nuevas visiones sobre el rol del Estado y del orden político y económico.

El llamado a una AC en Chile fue táctico, eco fácil para las movilizaciones sociales; anunciar, por ejemplo, "un país de derechos y no de privilegios". Ese sería un cambio en 180º, cercano al terremoto venezolano y afines. En Chile eso no está en el pensamiento de los dirigentes y autoridades, que solo han explicitado la urgencia de un cambio procedimental: el binominal, modo de elegir representantes que frena a la mayoría.

Temo que hubo manipulación de la inocencia, demagogia, pues para cambiar el binominal basta una ley orgánica, y si no lo hemos hecho, es porque esa ley se frustró, tras ser aprobada en el Senado, al no reunirse los votos necesarios en la Cámara, por razones no aclaradas.

Para fundamentar una AC debiéramos debatir un temario explícito sobre temas constitucionalmente trascendentes, como el rol del Estado o el orden público económico. Aquí y ahora eso no es posible, pues no se ha producido en nuestra sociedad un vuelco cultural reconocible, capaz de abandonar la lógica del mercado. Si interrogáramos a los dirigentes y autoridades electas, podríamos descubrir que no han pensado en un nuevo orden público económico y que no se sueñan con emigrar del libre mercado, ni de la contratación Estado-empresa, ni de la libre competencia.

No es adecuado confundir giro cultural con descontento. El primero propone, el segundo reclama o pide.

Acertadamente, pero para desconcierto de los crédulos, las promesas constitucionales vacías de la campaña se van jibarizando y están derivando en "reformas" y, sin duda, luego devendrán en ley orgánica para el cambio del binominal, como lo dejó establecido en 2005 el ex Presidente Lagos. Él logró incorporar 58 cambios a la Constitución, dejando 29 artículos inalterados, entre los que están, vaya caso, las bases de la institucionalidad y los derechos y deberes de las personas. Al firmar la reforma señaló: "Firmamos solemnemente la Constitución Democrática de Chile..., acorde con el espíritu de Chile, del alma permanente de Chile". Subrayó que se había puesto fin a los "enclaves" del poder militar (hoy un par de dirigentes dice que quedan "algunos", que no precisan). El ex Presidente aclaró que quedaba pendiente, en parte, el sistema binominal, que desde 2005 pasaba a ser sólo materia de ley orgánica. Es, pues, improcedente una reforma constitucional al respecto y, menos, una AC.

Pero no acostumbramos a pedir coherencia política, ni claridad ni certeza de sus dichos a los dirigentes en boga, a los que ya conocemos hace tanto rato como para haber perdido la esperanza.

Clara Szczaranski

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