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El haber estado al borde del abismo puede ser buen consejero...‏

 DOMINGO 15 DE DICIEMBRE DE 2013HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2013/12/15/AXEL-BUCHHEISTER/DERROTA-QUE-SALVA/1865993



Michelle Bachelet ganó con un 62,16 % de los votos, mientas que Evelyn Matthei obtuvo sólo un 37,83%, lo que constituye una victoria amplia, la mayor que haya obtenido cualquier otro Presidente de la Concertación (hoy Nueva Mayoría).
Eso en términos absolutos, porque las cosas tienen una cara relativa: mucho depende de dónde se venga. Para la Presidenta electa fue un camino más complejo que el que originalmente se figuró, cuando se le creía un fenómeno y no logró hacerse de la banda presidencial en primera vuelta. Además, su porcentaje lo logra en un escenario de abstención del orden 55%, lo que no la deslegitima –nadie puede cuestionar la legitimidad del que gana conforme a la reglas-, sino que le resta lucimiento y potencia marginal al poder que tendrá. Cuando uno de cada dos chilenos no va a votar, difícilmente se puede sostener que estuvo por un cambio revolucionario –habría concurrido a manifestarse exultante- y cualquier intento de llevar hacia allá la cosas podría rápidamente motivarlo a expresar su disgusto.
La que resulta favorecida por la relatividad de las cosas es Evelyn Matthei. Si bien perdió, fue una derrota digna, que incluso puede justificar que se le considere una carta viable para 2017. Fue una candidatura cuesta arriba, pues entró a última hora, en medio del desorden y división del sector, no era una carta espacialmente unitaria, cuando no representa el ADN de la UDI y su nombre revivió viejas querellas con RN, y obtuvo en primera vuelta apenas un 25%, que se comparó negativamente con el 36% de la votación nacional de diputados de la Alianza, que se puede considerar el mínimo del sector. Sin embargo, supo sobreponerse a todo eso y reunir a la gente que siempre vota por la centroderecha en segunda vuelta –quizás el momento de quiebre para eso fue su excelente desempeño en el último debate-, los movilizó a votar y alcanzó casi un 38%. Digno de encomio.
Pero la que realmente se beneficia, es la Alianza, que mucho veían que iban a la irrelevancia o la disolución. No es así, al final de la jornada los adherentes de siempre estaban ahí, no unidos, pero sí juntos, votando por la candidata común. Claro que el sector ha tenido mejores momentos, pues en las últimas tres elecciones presidenciales ha logrado cifras no inferiores al 46,5%, pero al menos la base mínima no se desarmó y permite volver a construir: si se hacen bien las cosas, se aprenden las lecciones y hay los incentivos para hacerlo –que se equivoque o haga mal las cosas el adversario suele serlo-, es perfectamente posible recuperar terreno en cuatro año más.
La Nueva Mayoría no debiera despreciar ese capital y pensar que el camino está despejado para cualquier aventura; más, cuando no se sabe qué piensa realmente la mitad que no votó y que puede suponerse que está lejos de opciones radicales.
Por su parte, la Alianza tiene una tarea difícil de recomponer la unidad. El haber estado al borde del abismo puede ser buen consejero. Las pretensiones de hegemonía son las que sobran y tensan la cohesión: descalificar a la otra mitad por cosas que acontecieron hace 40 años o jóvenes que arriban a la actividad política con ínfulas exigiendo pasos al costado, son una mala receta.Aceptar la diversidad es el camino correcto: en la unidad no sobra nadie.

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