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"El ciudadano Kramer"

: Criaturas chilenas

"Chile es un país de fantasía e imitación, donde la moneda de cambio es la falsificación y nada es lo que parece: no hay grandeza ni generosidad en la política, tampoco entre los famosos y nadie se emociona con nada..."


En Stefan Kramer conviven un artista de la imitación con un ciudadano comprometido con el Chile actual y en eso consiste su trabajo y es probablemente su orgullo.

Sus imitaciones no son vanas y contienen una intención, en este caso, el propósito es una sátira a la sociedad chilena y sus ramificaciones apuntan a lo que mejor conoce, la televisión y el submundo de los famosos, pero también lo que más le interesa: la política.

No la de un partido en particular o la de una coalición en especial, sino la de un hombre que con la moral del ciudadano se preocupa del bien común.

En “El ciudadano Kramer” existe un personaje imitado, pero, al mismo tiempo, admirado: Iván Fuentes, dirigente del sur profundo, conductor de manadas, predicador en el desierto y un poblador acostumbrado a que nadie lo reciba ni escuche. Este personaje simplón, voluntarioso y cándido representa al Chile como debería ser.

El Chile real son el resto de los personajes de Kramer, cuyo talento funciona como pasaporte, y por eso los imitados, con tal de llegar y participar en fiesta y película, toleran la farsa, el chiste o la degradación.

Aceptan que la imitación revele los trazos y caligrafía que mejor los identifican, porque en las creaciones de Kramer no solo hay prótesis físicas, también está el valor, el vacío, la ambigüedad o la oscuridad de los imitados.

Y por eso son tan iguales al molde real, porque Kramer captura los tics, frases hechas y gestos, pero también su ideología y moral.

Es la esencia de esos personajes, pero también sus cenizas, y sobre ese puñado de rasgos se levantan sus criaturas.

Con “El ciudadano Kramer”, al igual que con “Stefan versus Kramer” (2012), ocurre que cualquier historia lateral o secundaria sin sus creaciones en pantalla, apenas levanta vuelo.

El imitador no le puede hacer frente a lo magnífico de sus copias vivientes y su galería son la película.

El resto es relleno y sala de espera, pese a las buenas intenciones: el número musical realizado con trabajo y energía por su mujer Olivia (Paloma Soto); el metraje y el humor invertido en el cuento familiar de los niños adoptados; o las cuitas creativas y existenciales del propio Kramer.

Lo que domina la historia es la corte de criaturas chilenas y fantásticas: Carlos Larraín, Marco Enríquez–Ominami, Camilo Escalona, Franco Parisi, la dupla Del Río & Paulsen o Zalaquett & Gómez, y no digamos Don Francisco con su “Casitón” y el séquito que lo idolatra, teme y venera.

Chile es un país de fantasía e imitación, donde la moneda de cambio es la falsificación y nada es lo que parece: no hay grandeza ni generosidad en la política, tampoco entre los famosos y nadie se emociona con nada.

La verdad, finalmente, está concentrada en unos personajes para la risa.

En esas criaturas y en sus rasgos está resumido el cómic de Chile.

Chile, 2013. Director: Stefan Kramer y Javier Estévez. Con: Stefan Kramer, Paloma Soto. 108 minutos. TE.

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