WELCOME TO YOUR BLOG...!!!.YOU ARE N°

LONGUEIRA DESARMADO


ARCHIVO: ENTREVISTA REALIZADA EN AGOSTO DE 2013 Pablo Longueira dice que detesta la política, pero no se va. Sueña con andar sin afeitarse, pero ya no puede. Vive a mil. "Soy feroz, no sé parar", confiesa. Y a los 45, teme que se le esté yendo la vida.
Por Claudia Alamo / Fotografía: Carolina Vargas
Entrevista realizada en agosto de 2003.
Parte de su leitmotiv es inyectar tensión en los otros. Siente casi un placer en el hecho de incomodar a los demás o ponerlos en aprietos, y lo hace con tal soltura y convicción, que a veces es difícil descifrar la broma subyacente. Entonces, él sonríe de medio lado disfrutando su hazaña. Como cuando invita a un grupo de amigos a comer y de pronto les pregunta: “¿Para ti es lo mismo que tu hijo o tu hija pierdan la virginidad”?. Y no da por finalizada la discusión hasta que el ambiente se corta con tijeras.
Le gusta dejar a su interlocutor sin defensas, aunque él vive parapetado tras un escudo que protege muy bien sus zonas vulnerables. Longueira sabe que tiene fama de niño terrible. Su desempeño como presidente de la UDI, el partido de derecha con más crecimiento en los últimos años, y su modo agresivo de afrontar la política, lo han instalado en la vereda de los hombres duros. Pero él se enoja cuando se ve encasillado en esa categoría.
La Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile moldeó su cabeza, pero no apaciguó su intensidad. Longueira vive a mil por hora. No se desconecta, no cede; si desahace un entuerto, a los pocos minutos ya está metido en otro. Marisol, su secretaria y mano derecha desde hace 14 años, lo explica bien “Él no sabe vivir si no es con la adrenalina al cuello”.
–¿Por qué estás siempre enojado?
–No, para nada. Muchos creen que soy mal genio, pero no. Soy firme, que es muy distinto. Lamentablemente, en la política eso se confunde con ser duro. Pero son etiquetas, caricaturas que he tenido que soportar durante 20 años.
“A veces, me acelero mucho. Me cuesta parar. Vivo con mucha intensidad ciertos períodos, hasta que me agoto. Ahora último, he estado durmiendo bastante mal. Pero no tomo pastillas ni nada de eso porque me gusta autorregularme”.
–¿Te supera tu impulsividad?
–No. Soy tal cual soy. No puedo ni quiero acomodarme a los patrones de la política tradicional. No soy hipócrita y nunca le ando haciendo sonrisitas a nadie. Me gusta decir lo que pienso. Y como muchas veces digo lo que otros no se atreven, genero anticuerpos y enemigos. Pero soy mucho más tolerante y me río mucho más de lo que la gente cree. Lo que pasa es que no me interesa mostrar esa faceta. He asumido con profesionalismo una actividad muy poco profesional.
–¿Qué te pasa con el dato de que en las encuestas siempre apareces como uno de los personajes peor evaluados?
–No le doy ninguna importancia. En política, las verdaderas evaluaciones son las elecciones, y yo siempre he sacado las
primeras mayorías. Para mí sería muy fácil ser un bien evaluado. Tengo claro qué es lo que hay que hacer para lograrlo, pero no me interesa.
–¿Y no te importa aparecer como un tipo fundamentalista y radical en tus apreciaciones?
–Me da lo mismo.
–Si vas un domingo al mall, por ejemplo, ¿la gente te mira con antipatía?
–No, al revés. Te diría que más que cariño, lo que la gente valora en mí es la autenticidad. Sé que hasta mis adversarios me respetan porque soy serio en lo que hago. Eso tiene mucho valor, porque no me interesa ser un tipo más del montón.
–¿Y por qué estas siempre tan a la defensiva?
–Porque es mucha la adversidad. Nosotros, los de la UDI, siempre tenemos que estar dando explicaciones por todo.
Y a todo lo que haga, se le buscan mil intencionalidades. Es agotador.
–¿No será que tú ves conspiraciones donde no las hay?
–No, no. Lo que pasa es que tú tienes un sesgo en las preguntas, y la que está a la defensiva eres tú, no yo.
–A lo mejor esa defensa tuya tiene que ver con tus ambivalencias.
–¿Cuáles son mis ambivalencias?
–Estar en política, por ejemplo, cuando varias veces has dicho que no quieres estar.
–Olvídate. Lo único importante es ser libre. Nada más.
–¿Y tú lo eres?
–Completamente.
–Pero eso es súper contradictorio. Has dicho que te quieres ir de la política porque te estás liquidando la vida…
–No, no. A pesar de que efectivamente ésta es una actividad que no me gusta, no me he liquidado la vida. No soy un tipo amargado. Puede ser difícil entender que uno asuma un trabajo que no le gusta. Pero soy parte del 95% de la gente que trabaja en cosas que no son su vocación. Finalmente el tema es que la política no me genera satisfacciones.
–O sea: la política es una enfermedad que padeces, pero que también te fascina.
–No, la padezco no más.
–Pero eso ya parece un discurso…
–No. Sólo hablo de eso cuando los periodistas me lo preguntan. Me gustaría que no insistieran. Por lo tanto, veamos
cuáles son las otras preguntas.
–Espera un poquito. Llevas casi 20 años en política, finalmente es parte de tu vida, y sigues diciendo que no te gusta.
–Mira, tengo demasiado claro que he dedicado mi mejor etapa de la vida a la política. Y, para ser honesto, es un cuestionamiento con el que tengo que luchar diariamente.
–¿Y por qué sigues? ¿Crees que tienes como una misión que cumplir?
–He tratado de darle ese sentido, pero tampoco lo he encontrado. Lo he conversado con curas, con distintas personas, y al final creo que es más parte de las circunstancias y de un circuito que quiere que yo siga.
–Pero nadie te obliga, eres adulto y tomas tus propias decisiones, ¿cómo puede ser que tú seas víctima de las circunstancias?
–En el fondo es así. Ha sido así.
–¿Y te gusta que sea así?
–No, me complica. No quiero que este liderazgo siga creciendo.
–Pero es como medio esquizofrénico.
–Lo que pasa es que muchas veces terminas preso de tu imagen, de tu rol.
–Entonces no eres tan libre.
–Soy libre para decir lo que pienso, pero el tema es que hay una imagen mía que no corresponde a lo que soy.
–Es que no es fácil entender cómo eres. Por ejemplo: te reuniste con los familiares de detenidos desaparecidos de Pisagua casi 30 años después de las torturas y desfachatadamente corriste un límite en un área que para la derecha había sido intransable. Cuesta entenderlo.
–Es que no soy una persona que se sienta de derecha. No tengo una formación de derecha. Estudié con los jesuitas en el Colegio San Ignacio de Alonso Ovalle y después en la Universidad de Chile. Nací en Melipilla y provengo de una familia de clase media en la que nunca escuché a nuestros padres pelar a nadie y donde me enseñaron que todos valen lo mismo. Por eso es que no tengo ningún rollo con una persona que es pobre y no lo tengo tampoco con esos familiares que me pidieron juntarme con ellos. Sabía que hacerlo me iba a significar un conflicto con mi sector. Y no me importa.
–¿Y no te dio vergüenza escuchar todo lo que le pasó a esas personas bajo el régimen militar que tú apoyaste?
–¡Pero cómo me va dar vergüenza! Perdóname. Ha sido de los encuentros más emocionantes e impactantes de mi vida.
–A lo que voy es que durante años esa derecha que tú representas miró a esas familias y su drama con mucho desprecio.
Incluso dijeron que eran inventos.
–¡Perdóname! Ese sentido de culpabilidad no me lo compro. Cuando esas familias vivieron su drama, yo tenía 16 años.
–Eras grande. A los 16 años una persona sabe lo que está pasando.
–No. No puedes asignarle una responsabilidad por una crisis institucional a un joven de 16 años.
–Okey. Pero te vienes a hacer cargo del tema casi 30 años después, cuando tú tienes 44, y luego de haber apoyado al régimen militar.
–No voy a entrar en esa lógica de que los partidarios del gobierno militar son violadores de los derechos humanos, y los que fueron opositores, no. Eso le ha hecho un daño enorme a esta sociedad. ¿Sabes lo que pasa? Creo que ese dolor que yo conocí ahora lo conocen muy pocos chilenos. Es un dolor profundo, y es impactante observar cómo esas familias, pese a lo que han vivido, no sienten odio, y cómo esta sociedad ha sido incapaz de escucharlos. En eso, todos tienen responsabilidad. Todos.
EL MOCHILERO
–En alguna de esas ocasiones en que anunciaste que querías irte de la política, se dijo que estabas muy afectado porque tu señora estaba pasando por una depresión posparto.
–No, nunca he estado afectado. Lo que pasa es que cuando nació María Cecilia, la Chichi tuvo una depresión posparto que estaba ligada a la lactancia. Tanto, que tuvo que dejar de amamantar.
–¿Y cómo te vives esos temas?
–No quiero hablar de esto. No sé si a ella le gustaría que respondiera una cosa así, y no quiero herirla si la respondo. Yo a Moria Casán le
dije que nunca habría ido a ese programa en que los políticos se meten a su cama. A mí me gustaría saber a cuántos de esos políticos que van les gustaría que su señora apareciera en un programa en la cama con Robert Redford.
–Obvio que a ti te cargaría…
–¡Por de pronto! Pero a lo que voy es que por hacerse los choros, los simpáticos, los menos cartuchos, van. Es la debilidad humana, ¿te fijas? Bueno, yo no me entrego a esa debilidad humana. Entonces, volviendo al tema de lo que le sucedió a mi señora, hubo muchos malintencionados que dijeron que ella era depresiva. Pero tengo entendido que es muy común en las mujeres el bajón posparto. Y cuando tuvo la segunda niña, también le volvió a venir, pero más despacio.
“No eres ni más cartucho ni más conservador ni más moderno porque uses o no condón. Muchos padres quisieran que sus hijos lleguen vírgenes al matriminio y le asignan un valor importante a eso. Yo no me meto en la vida personal de nadie”.
–Mi pregunta anterior era qué te pasa a ti con esas cosas. Cómo te las vives.
–Se me parte el alma. Y lo que tenga que hacer, lo hago.
–¿Y lo hiciste?
–Por de pronto. La Chichi se fue a Melipilla con mis papás y yo me iba todas las noches a dormir con ella. Todo lo que tenía que hacer, donde tenía que estar, estaba. O sea, olvídate. Porque es una enfermedad súper jodida…
–¿Cómo te soporta tu señora en esta rutina tuya tan intensa?
–Es que ella ha asumido que ésta es una misión. Lo entiende así. Bueno, pololeamos cinco o seis años, y me conoció estudiando ingeniería, después derivé a la política. No puede decirme que la engañé o que me cambié de giro a los 10 años
de casado. Lo hemos asumido juntos.
–¿Eres un buen partner? La acompañas, la contienes…
–Creo que hacemos una buena pareja.
–¿Tienen momentos para estar juntos?
–Pocos. Porque como el tiempo es escaso, lo compartimos entre todos. Eso es un problema en el sentido de que hay un momento en que cada uno tiene que tener su espacio; y yo, por de pronto, también. Muchas veces siento que tengo que tener mis momentos de soledad. No los tengo o los tengo que sacrificar. Todos necesitamos un metro cuadrado para cada uno.
–¿Qué te gusta de hacerte un espacio solo?
–Pensar, soñar, emocionarme. Uno tiene que tener esa libertad, ¿te fijas? Y la Chichi y los niños también. Finalmente
entras en una etapa en que cada uno empieza a adquirir una cierta individualidad.
–¿Ahí es cuando te escapas al sur con la mochila al hombro?
–Claro. En general voy con un hijo… No es que me arranque. Pero cuando me voy solo, me voy feliz también. Me voy en
auto, en avión o en bus. Me cuelgo mi mochila y parto. Me voy a la caleta Aulén.
–¿A qué vas?
–Es que me estoy construyendo un botecito de madera.
–¿Para qué?
–Para que no me vean más…(dice a carcajadas). No, es para irme a Aysén. Es un bote igual al de los pescadores de Chiloé. Quiero navegar. Así uno es más feliz.
–¿O sea, tienes un hippy adentro?
–No es un hippy, es un mochilero. O sea, no es un hippy marihuanero, sino un mochilero. Siento que es algo que tengo reprimido hace mucho tiempo. Desde niño soñé en dar la vuelta al mundo en una micro con camas, con mi familia. O irme con todos mis hijos hombres a dar la vuelta al mundo en una moto… Son sueños a los que no he renunciado. Entonces, ahora me estoy haciendo un botecito de madera para no ver a ningún político en varios kilómetros a la redonda. Para ir parando en las caletas… ¡Ésa es la vida! Las cosas más bonitas te las entrega la gente humilde, sencilla. Llegas a una caleta, todos te atienden, y estás en un contacto absoluto con la naturaleza. Ése soy yo, de ahí vengo. Así me formé cuando chico. Los días más bonitos del año son cuando nos vamos en carpa con mis hijos al sur. A veces nos tocan 10 días lloviendo. Cocinamos, compartimos…
–O sea que no eres cuico…
–Subsisto en todos los lugares. Tengo esa capacidad de pasarlo bien donde me pongan. Piensa tú que mi bote va a tener una cocinilla chilena a leña adentro, con pancito amasado, con un vinito tinto navegándose en los canales del sur…
–¿Y que te dio por el bote?
–Mmm…. Es un sueño oculto de toda mi vida. Es que me gusta también la adrenalina. Porque me asusta el mar, me asustan mucho las masas grandes de agua porque son inmanejables, pero tengo que sobreponerme a ese miedo. Además, tengo que sacar el curso de capitán. Pero ahí voy a terminar. Me compré además un jockey rojo de capitán, lo más afeminado que hay, pero me da lo mismo. Sueño con ese botecito.
–O sea, que, finalmente, sin adrenalina no puedes funcionar.
–Al final me pasa eso. Me gusta la tranquilidad y la paz, pero reconozco que al tercer día ya ando inventando un cuento.
–¿No serás medio hiperventilado?
–¿Qué es eso?
–Esa gente que funciona a mil y no puede parar. Su intensidad lo supera.
–No, tampoco. Lo que pasa es que me gusta emprender, me gusta hacer cosas, eso lo tengo en las venas. No puedo pasar una semana echado en una playa. Me muero. Nunca he veraneado en un balneario.
–¿O sea Cachagua no es panorama para ti?
–Entiéndeme: ¡Es lo último que haría en la vida!
SEXO Y TERAPIA
–¿Eres de pocos amigos?
–No, tengo demasiados amigos. Ése es mi gran problema porque me enredo. Siempre me ha gustado celebrar mi cumpleaños, pero ya no lo hago porque no sé a quien invitar, dónde cortar…
–¿Y eres vanidoso?
–No. Aunque, claro, no me gusta estar gordo, porque me siento mal y me autorregulo.
–Ésa parece ser tu mejor definición: autorregulado.
–Sí. No. No sé.
–¿Sí o no?
–Es que no me hago esos cuestionamientos. Me gusta la gente que se repone de la adversidad. Yo soy de ésos.
–¿Y eres medio depresivo o más bien permanente en tu ánimo?
–No, bastante permanente. A veces, me acelero mucho. Me cuesta parar. Vivo con mucha intensidad ciertos períodos, hasta que me agoto. Ahora último, he estado durmiendo bastante mal. Pero no tomo pastillas ni nada de eso porque me gusta autorregularme.
–¿Nunca has ido a terapia?
–No. Eso me gustaría mucho… O sea, que se metan en tu cabeza, lo encuentro alucinante. Pero no me dejo. Me costaría
mucho.
–¿Por qué tanta resistencia?
–No. Es que nunca he sentido la necesidad de recurrir a ese tipo de profesionales.
–¿No hay dolores que te jodan aún?
–Tengo una enorme capacidad para olvidar, y eso me ayuda cualquier cantidad. Pero, claro, he tenido momentos durísimos, atroces, violentísimos. O sea: para mí la inscripción de los candidatos a las 12 de la noche es el día más violento de mi vida.
–Te criaste en un hogar de puros hombres, con cinco hermanos, ¿cómo se refleja eso en tu vida?
–Te marca ser de una familia sin hermanas. Ahora, en qué se refleja, no sé. El sufrimiento de mi mamá por no haber tenido una hija no fue menor. Cuando nacía alguno de nosotros, lloraba. Eran tal ganas de una niña, que eso se reflejó en nuestra niñez. Y se transmitió en mí, por cierto. Después de tener cinco hijos hombres, me obsesioné con tener niñitas. Y tengo dos.
–¿Qué te provoca el mundo de las mujeres?
–Me encantan los rollos de las mujeres. Me río, les echo tallas, me gusta provocar, ponerles temas incómodos. Me gusta generar esos climas de tensión. No sé, cuando los niños vienen con las pololas, me dicen que la corte con las bromas, y tengo que comportarme. O cuando vienen mis amigos con sus señoras a comer a la casa, no me cuesta nada hacer preguntas para incomodar. Lo hago siempre. Por ejemplo digo: ¿Es igual que un hijo tuyo o una hija pierda la virginidad? Ahí se arman debates muy entretenidos.
–¿Y para ti es igual?
–No, no es lo mismo. Porque la mujer se aproxima al sexo con un compromiso distinto que el hombre y porque, además, tiene consecuencias distintas. Entonces, creo que hay una afectividad distinta.
–O sea, la mujer tiene que tener sexo con amor, y los hombres no.
–No, creo que en eso el hombre tiene un instinto más animal no más. Yo lo siento así. Lo que quiero decirte es que me encanta ver cuán machista es esta sociedad. Porque en esto se trata de ser sincero. ¿O es igual para ti saber que tu madre fue infiel o que tu padre lo fue?
–Dime tú.
–No es igual. Yo no justifico a ninguno de los dos. Pero a mí se me desmoronaría más la figura materna, porque es mucho más vinculante que el padre.
–¿Cuál es tu posición respecto de la infidelidad?
–Tengo cero tolerancia. Si alguien quiere ser infiel, cambio y fuera. No lo entiendo.
–Y con tus hijos, ¿eres liberal o conservador? Por ejemplo, en el tema de las relaciones prematrimoniales…
–Esa cosa de que uno es liberal porque habla de condones me carga. Encuentro que es muy barato ser liberal en Chile hoy. Lo importante en la aproximación de los padres en esos temas es enseñarle a los hijos a hacer las cosas con un sentido
de responsabilidad.
–Pero qué significa eso en la concreta: ¿que es aconsejable que los jóvenes se cuiden y usen preservativos?
–Que el que tiene relaciones prematrimoniales, se cuide, obviamente. Pero no está ahí el punto. No eres ni más cartucho ni más conservador ni más moderno porque uses o no condón. Muchos padres quisieran que sus hijos lleguen vírgenes al matriminio y le asignan un valor importante a eso.
–Y tú, ¿ eres contrario a las relaciones prematrimoniales?
–No me meto en la vida personal de nadie.
–¿Pero eres pudoroso para hablar de sexo con tus hijos?
–No, no. No tengo ningún rollo. Un padre no lo puede ser en ese tipo de cosas, porque tengo demasiado claro que nadie va a aconsejar mejor a un hijo mío que yo o la Chichi. Y quiero que sientan que el mejor consejo siempre se los va a dar su papá, no un amigo.
–Pero cuál es tu mirada valórica respecto al sexo, ¿tienes una mirada más conservadora en el sentido de que el sexo sólo es para procrear o crees que es un espacio de placer de la pareja?
–No conozco a nadie que me haya dicho que el sexo es sólo para procrear.
–Bueno, en la Iglesia hay gente que lo piensa…
–Están profundamente equivocados. No es así. El sexo es esencial para la relación matrimonial. ¿Sólo para procrear? ¡Hace muchos siglos que ya no se dice eso!
–En tu casa, ¿eres así de vehemente o te relajas un poquito?
–Depende de la intensidad. Hay veces que llego muy agobiado, con los problemas en la cabeza. Porque la política tiene esa cosa de que no te puedes desconectar. Mi única forma de hacerlo es no leer los diarios. Y, además, en mi casa no se hacen reuniones políticas, en mi casa no se atienden llamadas telefónicas. O sea, cierro la puerta, pero no puedo cerrar la cabeza.
–¿Sigues pensando?
–Sí, soy feroz. No sé parar.
–Pero qué necesitarías para desconectarte, cuál es tu fantasía, ¿salir a la panamericana a hacer dedo?
–No. Pero sí andar con barba, sin afeitarme, ser anónimo ¡Uy, sería feliz! Mira: en segundo medio me fui con un amigo a dedo hasta Bariloche. Eso es lo que he reprimido. Y ésa es la vida, no ésta. A veces pienso que estoy llegando a los 45 y se me está yendo la vida. Eso me angustia. Pero no me ha ido mal, por lo menos.
–¿Y eso compensa?
–Ése es mi temor: que al final no compense.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS