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La política y la épica

La política y la épica

01 / Ago

Por Francisco Cox

Francisco Cox

El personaje de “Games of Thrones”, Theon Greyjoy -aquel que prisionero en Invernalia vuelve a su hogar para ser despreciado por su padre y puesto a las órdenes de su hermana, en una escena fantástica de la segunda temporada-, luego de conquistar Invernalia y en momentos que es sitiada, arenga a sus hombres emulando a Enrique V de Shakespeare antes de la “Batalla del día de San Crispin”, aquel del discurso de donde surge la expresión “band of brothers”. Sin embargo, los resultados de ambas arengas son totalmente opuestos. “Los pocos, los, pocos, alegres” hombres de Enrique V lo siguen a la batalla. Los hombres de Greyjoy, en tanto, luego de hacerlo creer que lo seguirán con gritos y alzando sus lanzas y espadas, le pegan en la cabeza para dejarlo abandonado. 

La genialidad de la escena es mostrar el escepticismo que algunos tienen en nuestros tiempos con la épica. El autor o guionista -no he leído el libro de manera que no sé si la escena es del libro-, toma distancia de la capacidad que tiene un discurso de mover a la gente a la acción. 

Chile tuvo su “Batalla del día de San Crispin”. Fuimos muchos los jóvenes en esa época, adultos y viejos que, movidos por una tarea épica, quisimos participar. Obviamente me refiero al plebiscito de 1998. Así como cada uno tendrá su historia personal con el hito, yo también la tengo. 

Recuerdo que con un grupo de amigos, el PPD y PS -en esa época eran muy cercanos- nos pidió que acompañáramos “la marcha de la alegría”, unos desde el sur y otros desde el norte. Se nos entregaron camionetas y banderas de ambos partidos para ir a las distintas manifestaciones. Nadie recibió un peso por hacerlo. El sugerirlo nos habría ofendido profundamente. Estábamos en la tarea de luchar contra la dictadura y recuperar la democracia. Nuestro último acto fue cuidar la casa de Ricardo Lagos la noche del plebiscito. Luego del triunfo del “No” cada uno volvió a sus casas, a estudiar o a sus trabajos: ninguno de los que participamos siguió en política. Años después uno de nosotros recibió un llamado del cuñado del entonces Presidente Lagos para invitarnos a comer a La Moneda. En la conversación, el Presidente dejó muy claro que no había lugar para épicas en la política actual y algunos nos sentimos como Theon Greyjoy. Una de las figuras más relevantes del “No” y de la Concertación nos pegaba con un mazazo en la cabeza diciéndonos “olvídense de la épica”.

Esta posición parece haberse instalado en todo el espectro político nacional. La derecha con el terremoto tuvo la oportunidad de erigir una épica nacional de la reconstrucción.  Si no lo hicieron será porque no está en su imaginario. Luego vino la modesta celebración del Bicentenario. La conmemoración de los 200 años de la República, donde el patriotismo sano debió florecer, se limitó a un juego de luces y otras obras menores. Pero una visión acerca de qué hemos sido en esos doscientos años, qué somos ahora con chilenos hijos de coreanos, colombianos y peruanos, hacia donde, y a qué, se nos invita a sumarnos en lo que nos queda por delante… de eso nada. 

Lo lamentable de esto es que al parecer los que no están en política quieren ser parte de una épica nacional. Esa, creo yo, es la verdadera explicación de lo masiva de las manifestaciones del movimiento estudiantil. El alto número de sus convocatorias no solo se explican por el cansancio de que a uno lo esquilmen desde que amanece hasta que se acuesta. Intuyo que una señora de 80 años, si bien sale a marchar por la educación de su nieto, también está ahí por ella. Porque los jóvenes le hablan nuevamente de épica, porque la invitan a ser parte de un cambio, de un proyecto. Y ella,  incluso en el ocaso de su vida, gustosa acepta la invitación y se suma. 

La clase política necesita a la gente joven, no solo por las caras nuevas sino porque necesitamos épica. En tanto que ellos tienen el derecho a participar en la política porque, como decía Thomas Paine, no podemos estar gobernados  por la “mano muerta del pasado”; las generaciones anteriores no les pueden imponer su desencanto, ellos merecen su propia historia. Todos nos veremos beneficiados. En nuestro país necesitamos más seguidores de Enrique V, y quizás también a los de Theon Greyjoy. Pero hoy estamos gobernados solo por los de éste último. 

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