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Seis piluchos en busca de autor



por Liberty Valance
Diario El Mercurio, Sábado 07 de Abril de 2012  
http://blogs.elmercurio.com/revistasabado/2012/04/07/seis-piluchos-en-busca-de-auto.asp

Desnudos llegamos al mundo, desnudos nos vamos y entre medio están las teleseries nocturnas, donde claro que hay abundantes y nutridos desnudos. Es la vida de un televidente.
El mercado lo pide y también la gente. Escrito está en los estudios internacionales de Venezuela y México, que es donde más han analizado el caso: una pechuga al aire libre es un punto más de rating y dos significa tres, porque no hay una equivalencia exacta y, en este caso, el televidente medio piensa que vienen más cosas.
Trasero femenino: tres puntos
Masculino: ½.
Desnudo frontal femenino: 5.
Masculino: 8.
Y así.
Siempre se dice lo mismo: los desnudos existen en la teleserie porque el guión los justifica. Error. Craso error.
Este subgénero nace con posterioridad a los hechos, es decir, en las teleseries nocturnas lo primero que tenemos y existe son los desnudos y lo que ahora necesitamos es un guión.
El guión viene después y sin esa pieza crucial, estaríamos frente a una evidencia narrativa desnuda, por así decirlo, y una teleserie se convertiría en un desfile de gente en pelota a cada rato, todas las noches y durante los meses que dure la teleserie.
Como eso no tiene presentación alguna -ni para el que lo hace, ni para el que lo ve- se necesita un guión que cohesione, al menos un poco, al sacrificado piño de los sin ropa, que tienden a sentirse solos y a mandarse por su cuenta.
Necesitamos un cierto orden y un par de motivos razonables, para que la teleserie se mantenga en pie y poder verla con cierto interés mínimo. Nada profundo ni difícil ni muy enredado, pero sí algo sobre lo cual sostener esa cadena de desnudos de actores y actrices alegres, sinceramente dispuestos y bien alimentados.
Y para eso existe y sirve el guión en las teleseries nocturnas.
Para la gente lo más importante es ver desnudos, pero hay que darles un poco más, algo que los haga pensar, claro que sin exagerar.
Nunca olvidemos que los televidentes también son seres humanos.
Una persona desnuda está muy sensible. En ese estado natural, lo primero que hace es cuestionarse a sí misma: ¿para esto estudié durante diez o quince o 20 años? ¿vale la pena lo que estoy haciendo o debería seguir la escondida senda de las tablas pobres y los teatros sin gente?
Esas dudas angustian, encarecen y ralentizan las producciones y generalmente, para solucionarlas, hay que aumentar los sueldos o mejorar los viáticos.
Un guión impide la aparición de estos cuestionamientos y le otorga al atado de pobres desnudos una razón de ser: estamos actuando.
Se tranquilizan, no se alteran, se conforman y así la teleserie se puede seguir filmando.
Dejemos que fluya el río de los desnudos en las teleseries nocturnas, porque son muchos los que beben, miran y viven de esas aguas.
Olvidemos los conceptos de dramaturgia, recreación histórica, experimentación verbal o teatro del absurdo. No piense en Pirandello o en Ionesco o en Jorge Díaz, no sea amargado y ubíquese como televidente frente a la realidad de la tele y la teleserie nocturna.
Sólo son seis piluchos en busca de autor. 

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