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Educarse a lo perro por Juan Guillermo Tejeda



Diario Las Últimas Noticias,
Domingo 8 de Abril de 2012

Exiliado después de la revolución francesa,
el joven profesor Joseph Jacotot fue invitado 
en Lovaina a dar clases de francés a 
unos jóvenes que sólo hablaban flamenco.

Ni él era capaz 
de hablar o entender esa lengua,
ni sus jóvenes alumnos el francés.

Se le ocurrió entonces a Jacotot
pasarles a sus estudiantes
un libro de Fenelón, el Telémaco,
en edición bilingüe.

Los alumnos hicieron copias,
leyeron como pudieron
y fueron invitados luego
a escribir sus experiencias en francés.

Se suponía que, 
huérfanos de toda explicación,
lo harían muy mal, atrozmente.

Pero no.  Cada cual logró,
a su manera y sin ayuda del profesor,
a lo perro, expresarse en lengua francesa.

Jacotot estimó que el buen resultado
se debía precisamente a la 
ausencia de un profesor explicativo.

Los humanos tenemos, 
según había comprobado este profesor,
un modo autónomo y primario de aprender,
algo que funciona sin colegios
ni profesores ni métodos pedagógicos.

Y los profesores, por lo general,
lo que consiguen con su presencia
y sus métodos es retardar el aprendizaje,
frenar la libertad y por así decirlo
el emprendimiento autoinformativo
de cada alumno, e instaurar
una serie de ficciones parasitarias.

En los colegios chilenos se insiste mucho
en que los niños deben leer,
lo que lleva a que éstos lean por obligación,
mientras se concentran en el funcionamiento
de smartphones y computadores.

Lo propio del profesor explicativo
es torcer la voluntad de los estudiantes.

¿Quieres saber cómo funciona
el aparato reproductor de las personas?
Pues no, aprenderás acerca de los volcanes.

¿Te interesa la música?
Nada de eso, poesía barroca.

La idea extendida de que la gente
necesita un profesor que le explique un libro,
una película, un cuadro, un acontecimiento histórico,
es falsa según la pedagogía de Jacotot.

Todos sospechamos que el 90 por ciento
de la enseñanza de colegios y universidades
es basura, pero seguimos adelante
con el resumen, el control de lectura,
el trabajo, la prueba, el examen,
todo ello no para saber más,
sino para obtener una nota.

El sistema educacional permite tener
a los jóvenes inmovilizados 
en unos espacios absurdos,
las salas de clases 
y faculta al profesor para establecer
falsas jerarquías de niños y niñas
más inteligentes o menos.

Jacotot dice que 
a la hora de aprender algo
que de verdad queremos
todos los seres humanos
somos igual de inteligentes.

Anhelamos más educación,
y de mejor calidad, para todos.

Es lo justo.

Pero la educación no es algo
que unos profesores nos hacen,
sino, por el contrario, un proceso
que cada cual lleva incesantemente
a cabo por su cuenta, en plena libertad,
sin más método que el gusto,
la intuición, el cosquilleo
de dominar algo que no sabíamos.

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