Tribuna
por Hernán Cheyre V.
Vicepresidente Ejecutivo Corfo
Diario El Mercurio, Lunes 2 de abril de 2012
En una reciente columna de opinión, Juan Carlos Eichholz describe el contagioso espíritu de emprendimiento que se observa en Estados Unidos, el cual puede percibirse incluso en el ambiente de los locales de una conocida cadena de venta de café. No cabe duda de que esa realidad es reflejo de una sociedad más informal, más innovadora, en la que el desarrollo de redes de contacto y la flexibilidad desempeñan un papel fundamental para poder llevar a cabo proyectos que nacen de ideas incubadas en la mente de jóvenes y emprendedores. Pero al comparar con el caso chileno, extrae conclusiones basándose en una sola de las aristas del caso -acceso a capital de riesgo-, lo cual arroja una visión sesgada.
La realidad que yo observo es diferente. El importante esfuerzo que está realizando el Gobierno para hacer realidad el concepto de una sociedad de oportunidades se está haciendo sentir con fuerza en la actitud de las personas frente a la aventura de emprender e innovar. En el caso particular de Corfo, los programas de apoyo ofrecidos apuntan fundamentalmente a cerrar brechas que enfrentan los emprendedores, tendiendo puentes que permitan mejorar la conectividad entre los agentes participantes. En este sentido, disponemos de una amplia variedad de instrumentos de apoyo, que van desde el capital semilla a quienes se encuentran en las etapas embrionarias (285 proyectos apoyados en 2010-2011), a la provisión de fondos para apoyar a la industria de capital de riesgo que va a invertir en ese tipo de proyectos (US$ 250 millones asignados desde 1998, y US$ 190 millones por asignar), incluyéndose también el otorgamiento de garantías a las empresas de menor tamaño que solicitan un crédito en el sistema financiero (50 mil beneficiarios el año 2011).
Pero lo más importante que hacemos es contribuir a generar un entorno que promueva el emprendimiento y la innovación, como es el caso del programa Start-Up Chile, diseñado para atraer talento emprendedor al país con una cultura global (320 beneficiarios a la fecha, algunos de los cuales han logrado levantar capital de riesgo incluso en el extranjero); del programa Conexión Global, orientado a potenciar en el extranjero emprendimientos chilenos con alto potencial (16 proyectos seleccionados); del programa de apoyo a la gestión de la innovación en las empresas (27 proyectos), y del programa de apoyo al entorno emprendedor en los colegios, con proyectos en ejecución que van a beneficiar en forma directa a 40 mil estudiantes de enseñanza media y a más de mil profesores.
¿Qué es lo que más necesitan los emprendedores para poder surgir? En breve, mercados en los cuales poder competir y mercados en los cuales poder acceder a financiamiento. Es reconfortante observar cómo en empresas que operan en Chile, en industrias en las que prevalece un alto grado de competencia, ya se comienzan a observar iniciativas que fomentan y apoyan a sus trabajadores más entusiastas y creativos a independizarse, creando empresas que posteriormente les van a vender productos a ellas mismas, pero con un enfoque más global. Lo mismo que está ocurriendo en Estados Unidos. Y también es alentador observar que haya fondos internacionales de capital de riesgo que, con una mirada amplia, ya están invirtiendo en proyectos chilenos.
Con todo, comparto la opinión de Juan Carlos Eichholz en cuanto a que hay una porción de la élite chilena que se ha quedado atrás en relación con la nueva sociedad que está emergiendo, tanto en sus formas como en la capacidad de dimensionar el potencial que tiene una economía que se vuelca con mayor fuerza hacia el ámbito del emprendimiento y la innovación. En parte, ello puede explicarse por factores culturales, pero también vale la pena preguntarse si no habrá todavía falta de competencia en algunas industrias, que está actuando como barrera al desarrollo de proyectos más innovadores.
El cuadro global en esta materia va a cambiar en forma significativa cuando la innovación deje de ser vista como una opción, y se convierta en una necesidad para poder subsistir y competir en mercados crecientemente integrados y globalizados. Si potenciales inversionistas locales no participan activamente en este contexto más dinámico, estarán dejando pasar buenas oportunidades, que las aprovecharán otros, y en algunos casos podrán incluso correr el riesgo de ser desplazados del mercado por operadores más innovadores. La inversión en capital de riesgo no debe ser considerada ni como actividad filantrópica ni como parte de la responsabilidad social empresarial, sino que como una oportunidad para que a través de la innovación se vaya generando una base de crecimiento de los negocios que pueda ser sustentable en el tiempo.
Los esfuerzos que está realizando el Gobierno para introducir un mayor grado de competencia en los mercados tienen como uno de sus objetivos precisamente crear condiciones para inducir en forma natural la necesidad de innovar, creando así espacios para que pueda desplegarse la iniciativa privada. Ello, unido a los programas de apoyo directo que estamos desarrollando, hará posible que a los emprendedores de nuestro país que están sentados en los locales de esa misma conocida cadena, pero en Chile, creando las empresas del futuro, no se les enfríe el café esperando recibir apoyo y financiamiento, y puedan hacer realidad su sueño de emprender.
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