por Daniela Silva y Tania González
Diario El Mercurio, miércoles 8 de febrero de 2012
Es el único autor nacional que ha trabajado para la agencia Magnum. Inspiró a Cortázar y a Antonioni, pero en los años 70 decidió alejarse de todo su éxito para vivir como ermitaño en Ovalle. Allí, en su casa, murió ayer.
Existe una preocupación constante que marca el inicio y el final de esta exitosa y explosiva, pero breve carrera. Y es la pobreza. Sergio Larraín Echeñique (1931-2012), hijo del arquitecto Sergio Larraín García-Moreno, saltó a la fama por las fotos que tomó de unos niños que vagabundeaban por el río Mapocho a inicios de los años 50. Él volvía de Berkeley, donde estudió Agronomía, cuando el Hogar de Cristo y la Fundación Mi Casa le encargaron esa misión, después de su primera muestra.
Quedó contento con el trabajo, porque sintió que la fotografía podía generar cambios sociales, y tomó coraje para enviarlas al MoMA de Nueva York en 1956. El museo le compró algunas y, desde ahí, esa serie se transformó en un pasaje directo al extranjero: fueron las mismas que sedujeron a Henri Cartier-Bresson. Y las mismas que lo llevaron a ser el único chileno que ha integrado la poderosa agencia Magnum.
También, por ellas decidió alejarse de la cámara para siempre. Aunque durante su trayectoria hizo otras series relevantes, como las que desarrolló en Valparaíso y en Londres, nunca más quiso hablar de su oficio ni exponer su obra, desde que comprobó que la pobreza seguía igual de cruel y miserable, a pesar de sus fotografías.
Eso ocurrió en los años 70. Seguramente por varias otras razones, como querer escapar de la fama, de la vida social y de las manipulaciones que sufría la "élite Magnum". Desde ese minuto Larraín se autoexilió en el norte. En una casa sencilla de adobe, ubicada en Tulahuén, decidió abandonar sus recorridos por el mundo y las conversaciones con Cartier-Bresson y Robert Capa.
Aprendió yoga, se dedicó a la meditación, se afilió al "Grupo Arica", liderado por Óscar Ichazo, e hizo correr cuadernillos con sus poesías, dibujos y ensayos. Hasta sus últimos días, estuvo sumergido en una búsqueda espiritual mayor: seguía pensando en cómo cambiar el mundo. "Era bien introvertido. En la medida en que fue adentrándose en lo místico volcó sus preocupaciones al estado del planeta. Él planteaba una nueva forma de organización política: que los ciudadanos se agruparan en comunidades multidisciplinarias y crearan una nueva cultura, una cultura sana, porque el capitalismo había terminado de echar a perder el mundo", comenta Marcelo Simonetti, autor de "El fotógrafo de Dios" (2009), un texto que aborda la figura mítica de Larraín. El artista que poco se conoció en Chile y que murió ayer en su casa de Ovalle. Sus funerales serán el jueves en Tulahuén.
"Según tengo entendido, tuvo un accidente. Se cayó, se quebró algún hueso y empeoró. Parece que hace un tiempo tenía problemas al corazón", dice la fotógrafa Julia Toro, autora de "Amor x Chile". Y agrega: "Él es un precursor de la fotografía del hallazgo del momento, con composiciones muy armónicas. Es un orgullo tener un compatriota al que los soberanos de Persia eligieron como retratista de su matrimonio".
Cortázar, Antonioni y más
"Queco" -como le dicen sus cercanos- es considerado una leyenda no sólo por sus fotos desconocidas en Chile. Ni por su vida de ermitaño. Larraín también logró sorprender al escritor Julio Cortázar y al cineasta Michelangelo Antonioni. Todo comenzó en París. "Detrás de Notre Dame, en la isla San Luis, donde hay un lugar de muchos árboles y plantas, Larraín tomó una imagen a distancia, sin darse cuenta de que estaba ocurriendo una violación brutal. Esa historia llegó a Cortázar, quien la llevó al cuento 'Las babas del diablo', que luego inspiró la película 'Blow up', de Antonioni. Él trasladó el suceso a un parque de Londres y el fotógrafo, que es 'Queco', se da cuenta de la violación cuando amplía la foto. Esa historia sí que es peculiar, cruza el cine, la fotografía y la literatura", cuenta el escritor Armando Uribe, quien fue su compañero en el Saint George's, pero perdió contacto con él.
Los libros también explican que Larraín sea un mito en Chile y en el mundo. Publicó varios y prácticamente ninguno está disponible hoy, pero sí se puede consultar en la Biblioteca Nacional "In the 20th Century", que contiene los retratos de niños pobres que lo hicieron famoso. El primer libro fue "El rectángulo en la mano" (1963). Ahí expuso los mandamientos fotográficos y su vínculo con la Leica, pero fue "Valparaíso" (1968) su obra cumbre. Es una visión personal del puerto, construida a partir de imágenes casuales, pero absolutamente autobiográficas. "Es un viaje al interior de sí mismo, de su soledad y de los conflictos que tuvo con su padre", afirma Luis Poirot. Pero esa publicación -que tiene un texto de Neruda- sólo se reeditó en los 90. "Me quedé con una especie de deuda. Le propuse hacer exposiciones en Chile, pero se negó. No quería auspicios del Estado chileno, porque era un depredador de la naturaleza y el bosque nativo. Pero una vez me mandó una carta en que proponía reeditar 'Valparaíso'. Pasaron cosas y no concretamos la idea", lamenta Poirot, uno de los más cercanos a Sergio Larraín, quien desde hoy encarna la más preciada leyenda de la fotografía chilena.
Luis Poirot
Fotógrafo y amigo
"Es el hombre más brillante que ha producido la fotografía chilena. Lo conocí el año 69 en la revista Paula. 'Queco' es inclasificable. El que haya hecho obras de arte no quiere decir que baste con decir su nombre y agregar 'fotógrafo'. Las personas que realmente valen, luego de muertos pueden ser llamados personajes. Su valor es decir que son y han sido creadores, y creadores de obras duraderas".
Juan Domingo Marinello
Fotógrafo. Altazor 2006
"Sin lugar a dudas fue el iniciador de la fotografía poética; buscaba la metáfora, la segunda mirada, una proposición en que el significado, aunque cotidiano, se volviera universal. Está en el top 10 del mundo, aunque es mucho más conocido afuera que acá. Tuve la suerte de conocerlo a través de Luis Poirot. Era un hombre muy sencillo, muy tímido. Va a ser recordado como el fotógrafo poeta".
Armando Uribe
Poeta. Premio Nacional 2004
"Hay imágenes suyas que son verdaderas obras de arte y no sólo documentos de realidaes, como suelen ser los retratos. Tal como pasa con otros pocos chilenos, como Luis Poirot, Paz Errázuriz y Antonio Quintana, no basta decir que Larraín es un fotógrafo. Su obra seguirá valiendo en el tiempo".
Paz Errázuriz
Fotógrafa. Altazor 2005
"Es el fotógrafo que más he admirado y mirado sus fotos. Es un poeta, un tipo que hizo algo extraordinario. Despertó una mirada a Chile muy especial, personal, de gran sensibilidad. Siempre tuvo un ojo muy certero para ver el trabajo de otros. Fue interesante su decisión de alejarse de la fotografía, es una paradoja que habla de una persona muy compleja".
Marcelo Montealegre
Fotógrafo radicado en Estados Unidos
"Ha sido el mejor fotógrafo chileno, sin ninguna duda. Su ojo era maravilloso. Lo conocí brevemente en las reuniones del Foto Club de Chile. Mostró fotografías que no se conocían acá, que eran excepcionalmente bellas, y después estuvo muy dispuesto a conversar. Influyó por su pureza de estilo: componía en la cámara, no intervenía en el laboratorio. Él era una maravilla de fotógrafo y yo, sólo un fotógrafo".
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