Diario El Mercurio, Editorial, Jueves 09 de Febrero de 2012
El 31 de enero, el Presidente Piñera le encargó a la Comisión Asesora Presidencial para la Sequía -entidad formada hace poco más de un año con autoridades de diversos ministerios- preparar un informe que contribuya a mitigar los efectos de esa calamidad natural. Tal propuesta debe considerar medidas de corto y de largo plazo.
Al parecer, nuestro país aún está lejos de advertir cabalmente en qué medida un clima cambiante puede afectar la disponibilidad de los recursos hídricos, no sólo para la producción agrícola y la ruralidad, sino para el normal funcionamiento de nuestras ciudades y nuestro sistema económico. Al respecto, conviene plantearse algunas preguntas. La primera se refiere a cuán permanente o duradera puede ser esta condición de sequía. Nadie lo sabe con certeza, pero algunos expertos del hemisferio norte en ciclos de largo plazo ya han anunciado que estamos comenzando un período frío en el Pacífico que se mantendrá por los próximos 15 a 25 años, con algunas variaciones en las oscilaciones de corto plazo como las de El Niño. Esto significa que los episodios de La Niña serán más prolongados y frecuentes que entre la década de 1970 y fines del siglo pasado. En otras palabras, cabría esperar más períodos secos y fríos entre las regiones IV y X en las próximas dos décadas.
Otro interrogante es el costo global y las consecuencias de limitar la extracción de agua para conservar las reservas ambientales, tales como lagos y lagunas, humedales, aguas subterráneas y glaciares. La Sociedad Nacional de Agricultura ha propuesto aumentar la cosecha de aguas lluvias mediante técnicas de infiltración para la recuperación de los acuíferos, las que tendrían un costo entre 15 y 30 veces menor que el de embalsar el agua en forma superficial. Parece una medida razonable, pero hay que indagar sobre su efecto en los flujos hidrológicos locales como humedales y ríos, así como en las cuencas globales intervenidas.
Una tercera cuestión -y una de las más frecuentes en los mundos científico y tecnológico- se relaciona con la producción: ¿cómo aumentar la eficiencia del uso del agua en agricultura y en la industria en una sana relación costo-beneficio? Soluciones ya existen en otras partes del mundo y es de esperar que sean consideradas dentro de los planes de largo plazo de la Comisión. Según la FAO, el uso total de agua para producción en el campo es el 70 por ciento del uso global en Chile. El resto es para consumo industrial (20 por ciento) y humano directo (10). Esto indica que una sociedad próspera y en crecimiento probablemente deberá liberar parte de ese recurso para actividades diferentes de la agricultura.
En fin, ¿cuánto tiempo requerirá nuestro país para responder las preguntas más decisivas sobre política hídrica? Es de recordar la demora de 150 años entre las sequías de la década de 1770 y la finalización del canal San Carlos, en 1929. Desde esta perspectiva, aunque parezca una proyección de mediano plazo, resulta bien enfocado el horizonte del año 2022 anunciado por el Gobierno como límite del alcance de las propuestas que demanda a su comisión asesora. Es esperable y necesario que la actual administración no se limite a responder mediante los decretos de emergencia agrícola y el bombardeo de nubes, pues ésas son soluciones parciales y modestas frente a un problema mayor. Resulta indispensable abocarse a proyectar e, idealmente, ejecutar o iniciar obras en esta materia, cuyo efecto el país valorará en el largo plazo.
Los decretos de emergencia agrícola y el bombardeo de nubes son soluciones parciales y modestas frente a un problema mayor.
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