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Bororo: El cuadro es en realidad su propio croquis...‏



Los Devastados Paisajes de Bororo
por Felipe Assadi
Diálogos Urbanos - Arquigrafías de Ciudad
Diario El Mercurio, Domingo 8 de Enero de 2012

"Necesito pausas para poder trabajar.
Necesito el tiempo de estar solo
y poder concentrarme,
y es fundamental tomármelo".

Así comenzó el pintor Bororo
su introducción a esta entrevista,
cuando yo hice el atisbo de preguntar
por su horario de trabajo.

"Tengo un horario de oficina", agregó,
"aunque eso no implica 
que pinte ocho horas diarias...
El tiempo que estoy en mi taller,
aunque sea sin pintar,
es el necesario 
para que las cosas aparezcan".

Assadi (A) / Bororo (B)

A: Moviéndote dentro de una abstracción
tentada a ratos por un figurativismo bien tuyo,
cuesta saber cuándo la obra está terminada.
A mí me pasa con tus cuadros,
y lo conversé también con Benmayor
hace un par de meses.

B: Yo no pinto los cuadros de a uno.
Tengo varios al mismo tiempo
en un proceso que los repasa a todos.
No me gusta detenerme 
en un cuadro mucho tiempo, 
ya que pierdo interés por él.

A: ¿Y cuándo se termina un cuadro?

B: La verdad es que no lo sé.
Hay un momento en que la veo terminada,
pero no sé bien cómo llegué a eso.
No hay ni reglas, ni cantidades, ni tiempos,
y por eso un cuadro se puede demorar mucho.
Creo que una obra está terminada cuando la firmo.
La firma es una suerte de sentencia
de que una pintura está finalizada.

A: ¿Visualizas una obra con anterioridad?
Es decir, ¿se planifica?

B: No.  Simplemente va.
A no ser que sea algo especial,
si hay un tema en particular,
pero en general parto de la nada.
Puedo partir de un dibujo muy automático
o bien de una mancha muy fortuita.

A: Al igual que en la música, por ejemplo,
las composiciones tienen estructuras
que, equilibradas o no, 
se baten entre un inicio y un fin,
así es la historia. 
Lo que no terminas tú, incluso,
puede hacerlo el observador.
¿Encontramos una estructura en tu obra?

B: No sé si es una estructura
por cuanto no es regular,
pero de todas maneras hay una historia,
un inicio, un desarrollo y un final.
Los inicios pueden ser fortuitos,
y es ahí donde recién visualizo lo que viene.
Luego mantengo esa idea hasta el final,
más allá del cómo se haya iniciado.

A: ¿Nunca hay un croquis del cuadro?

B: Es muy raro que lo haya.
El cuadro es en realidad su propio croquis.

A: Hay arquitectura en casi todas tus obras.
Una particular visión del espacio,
pero más allá de un contexto inventado
para ciertos personajes,
aparecen trozos de ciudad.
Hay a veces perspectivas,
edificios o volúmenes
con ventanas, calles, etc.

B: Ya en los primeros cuadros
aparecían contextos arquitectónicos.
Hubo siempre una búsqueda
por darle un espacio a los objetos.
Incluso en los menos figurativos
hay una onda espacial.
Ahora más que nunca.

A: A medida que se mezclan
primeros planos con planos de fondo,
aparecen edificaciones y el hombre inserto 
en un espacio de gran escala,  hay 
una visión bastante particular, de la ciudad.

B: Es una mezcla del azar, 
de eso que va pasando,
con esa visión particular de la ciudad
que tengo en la cabeza. Podría fabricar
una ciudad, mi propia ciudad.

A: ¿Y qué tendría, o qué dejaría
de tener esa "propia ciudad"?

B: Suelo verla devastada.
Un espacio grueso, casi abandonado,
pese a los que tengo trabajos
en los que hay mucha gente,
el espacio se construye
a partir de una amplitud tal
que puede transformarse en un vacío.
Hice una vez una exposición
en la que el tema tenía que ver
con todos los espacios públicos
arquitectónicamente preparados
para recibir a mucha gente,
desde un estadio con un recital
hasta el gran hall de un banco.
Ahí había mucha gente,
eufórica, consumiendo...

A: Lo que más te gusta 
de Santiago es...

B: Cuando tenía veinte años
me moría por el centro.
Me gustó casi hasta los cuarenta.
Y lo que me llevaba al centro
eran los ave palta del Café Paula.
El cierre del Paula marcó el inicio
de lo que fue la muerte
de mi imagen del centro.
Ya sé que es una locura,
pero siempre terminaba
o comenzaba ahí.
Para mí el centro era el café,
el cine, el carrete,
mis amigos, las compras.
Ahora me muevo más en Providencia
pero por una cuestión logística
más que por gusto.
Uno se empieza a quedar
en su propio espacio
cuando se hace más viejo.

A: ¿Qué le cambiarías a Santiago?

B: No sé si cambiándole cosas
esta ciudad se arregle o mejore.
Yo creo que ya está.
Me gustaría ser
igual de lapidario
que tú para decirlo
pero a veces no le veo vuelta.
Un amigo una vez me dijo
riéndose un poco 
que los arquitectos malos
deberían tener la pena máxima.
Los crímenes arquitectónicos
alteran el paisaje urbano
y quedan en la ciudad para siempre.
Y cuando en una ciudad
hay demasiados crímenes,
ésta deja de tener arreglo.

A: ¿Te atrae más ahora la periferia?

B: No sé si la periferia,
pero no me atraen las ciudades grandes,
ni de grandes edificios.
Y mientras más viejo me pongo, es peor.
La otra vez fui a Quintero,
donde yo iba cuando chico
y encontré las casas preciosas.
Está bien, es un balneario de playa,
del año de la cocoa, 
cayéndose un poco a pedazos
pero de líneas muy lindas.
Hay coherencia en todo,
hay una escala amigable.
Tiendo más a esa escala de barrio.

A: ¿Qué opinión te merece la arquitectura
que se está haciendo en Chile?

B: Creo que por suerte
los edificios importantes,
los grandes, los han hecho
buenos arquitectos.
Aunque hay una generación
de otros muy malos que dejó 
muy mala arquitectura en la ciudad.  
Me encantaría ver
nueva arquitectura 
hecha con pocos recursos,
pero lamentablemente aquí
parece que no pudiéramos
hacer las dos cosas al mismo tiempo.
La escasez de recursos 
es sinónimo de lo mal hecho.
Cuando fui a Juan Fernández
después del tsunami
pensé que ese era el lugar indicado
para plantearse una arquitectura inteligente
hecha a partir de la escasez.

A: ¿Estamos cortos de arte en la ciudad?

B: Necesitamos más.
La ciudad crece con el arte urbano.
El problema es el criterio
con el que se decide.
Recuerdo cuando se intentó
poner esa estatua del Papa en Pío Nono.
En esos momentos pienso que es mejor
no hacer nada y quedarnos cortos de arte.
Debiera haber un jurado súper preparado
que encargara esa obras públicas
y tuviera la responsabilidad
de curar en beneficio de la ciudad.
Nos faltan murales, podemos 
explotar aún más el graffiti.
Chile está lleno de buenos grafiteros.

A: El problema es que está mal conceptuado.
Se tiende a asociar con la delincuencia,
a un simple rayado de muros.
La gente aún no lo tiene dentro
de su imaginario como arte.

B: Por supuesto que la gente se confunde,
y claramente hay garabatos con spray
que dañan la imagen del graffiti.
Pero si un tipo me hace un mural
en la puerta de mi casa
te juro que ahí lo dejo.
A la salida de la Autopista del Sol,
en Blanco Encalada
puedes ver unos murales increíbles.
Los pintores los renuevan, se van 
tapando y sucediéndose unos a otros.
Deberíamos aprender 
de ciudades  como Sao Paulo.  
Ahí el graffiti es un tema.
Y los grafiteros excelentes.
Después de todo,
el mural es parte
de nuestro paisaje urbano,
y modifica el cómo vemos la ciudad.

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