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¿Quo vadis, agricultura?


"En Chile, el proceso de "desruralización" es casi completo (con o sin la ayuda de reformas estructurales de cuño ideológico muy diverso), aunque no estoy seguro de sus beneficios en términos de calidad de vida. Los campos se están quedando vacíos..."


Leo en este diario, hace pocos días, cómo China se propone "trasladar" a 250 millones de personas desde los campos hacia ciudades que crecen o se fabrican a toda marcha para ese efecto. Esta urbanización acelerada (y casi forzada, como lo sugiere la información) tiene por propósito bajar la tasa de ruralidad que en el gigante oriental todavía se mantiene en niveles del 50% de la población total.

Para que se haga una idea, estimado lector, tasas del 50% o más de ruralidad existieron en Chile hasta 1930. Desde 1940, el porcentaje de chilenos que viven y trabajan en el campo bajó de modo sostenido, hasta representar solo -según los dos últimos censos- cerca del 13%, una tasa que los chinos, sin duda, considerarían envidiable. Los jerarcas de esa gran nación piensan -según indica el reportaje- que no podrán sostener su crecimiento económico actual a menos que aumenten sustancialmente la demanda interna, y para ello es necesario lograr que sus habitantes emigren a la ciudad, porque en el campo consumen poco. El tránsito definitivo hacia la modernidad pasaría, según este criterio, por la emigración campo-ciudad, un ponerse al día en la industrialización y en el consumo -asimilación un tanto tosca de la lógica del mercado-.

En Chile, ese proceso de "desruralización" se ha llevado a cabo de manera casi completa (con la ayuda o sin la ayuda de reformas estructurales de cuño ideológico muy diverso), aunque no estoy seguro de sus beneficios en términos de calidad de vida. Los campos se están quedando vacíos. La participación actual del sector agropecuario en el Producto Interno Bruto apenas alcanza el 3%, y la mano de obra que emplea es alrededor del 12%, cifra muy cercana, por cierto, a la de ruralidad. El porcentaje de suelo dedicado al cultivo propiamente agrícola en Chile muestra una tendencia a la baja muy pronunciada desde hace décadas. Cae fuerte desde aproximadamente 1960 a esta fecha, alcanzando tan solo el 3% del total.

¿Qué ocurrirá en lo que resta del siglo con la vida en el campo y la agricultura, dos mundos tan ligados entre sí? Si la "matriz identitaria" nacional es rural y agrícola -como sostienen algunos pensadores de nuestra "chilenidad"-, esa matriz está en crisis o en vías de extinción, no solo porque cada vez menos chilenos viven y trabajan en los campos, sino porque los valores, los modos de ser y de actuar del hombre urbano moderno han invadido los campos, modificando o, simplemente, sustituyendo la cultura tradicional, a cambio de beneficios ciertos, pero, sobre todo, de grandes promesas.

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