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Educación vs . educación


En la polémica chilena se ha recurrido mucho a nuevas orientaciones en Finlandia que han tenido reconocimiento universal. Sí, pero ya en 1912 un observador inglés afirmaba que el finlandés era el pueblo mejor educado que había conocido...


Los dilemas sobre educación nacieron con la república. La creación del Instituto Nacional en 1813 por José Miguel Carrera es un botón de muestra de cuánto sus fundadores consideraban su misión política inseparable de la educación. En los siglos del Reyno de Chile, el Estado indiano y la Iglesia habían sido las dos vertientes encargadas de la educación. En los siglos XIX y XX, mientras se extendió la educación pública, junto a ella creció aquella cultivada por la Iglesia, pagada o no, y otra de corte laico y de otras confesiones. Las dos vertientes, pública y privada, han constituido a Chile.

Hoy se suman las voces que legitiman solo la pública, la única que se presume "desinteresada". Se parte de la premisa de que lo público y lo privado se contraponen de manera irreductible. Pero, no siendo lo mismo, no tienen por qué ser opuestos, como se nos quiere hacer creer. Al igual que con la salud, en educación pública y privada es natural que exista un estándar que sea custodiado, así como que los padres sin medios puedan reclamar asistencia a fondos públicos para enviar a los hijos a colegios particulares, por razones de calidad y de preferencias. Por algo son chilenos. En los mismos países escandinavos, ante el deterioro de sus tradicionales y excelentes sistemas públicos, se ha introducido un sistema de vouchers (especie de crédito gratis), que les permite a los padres escoger el establecimiento que más les parezca.

De todas maneras, la educación particular pagada o subvencionada nunca podrá reemplazar a la de carácter público. En ninguna parte lo hace. Las proporciones de cada una varían de país en país. Donde asoma la excelencia como carácter distintivo del país, en general ocurre porque su educación pública es excelente, y el resto intenta superarla.

Algunos se preguntan un tanto perplejos qué ha sucedido, por ejemplo, con los liceos líderes que en muchas ciudades de provincia crearon un foco cultural. Pensemos en el Liceo de Talca en las primeras décadas del siglo XX, bajo la égida de un Enrique Molina. En la particular, destacaba la educación de ciertas órdenes, ya sea a bajo costo -como los Hermanos Maristas- o a precios que hoy aparecerían exiguos -como los Sagrados Corazones entre los siglos XIX y XX (a veces con ayuda de subvenciones)-.

La respuesta salta a la vista. Mientras esa educación fuera para una minoría nada de pequeña, pero lejos de la totalidad, la educación pública y la privada alcanzaba metas codiciadas por su calidad. Cuando en el último tercio del siglo XX la evolución alcanzó a una cobertura total, su calidad fue menguando. Esto no es un problema chileno, sino mundial, y los debates chilenos -en niveles distintos, eso sí- están calcados de lo que se lee en la prensa de EE.UU., Alemania o Francia. Ninguna reforma milagrera va a torcer las porfiadas zancadillas que han emboscado a intentos reiterados. Educación es un campo donde solo vale un aliento de larga duración, de persistencia y renovación, de cataduras constantes. En la polémica chilena se ha recurrido mucho a nuevas orientaciones en Finlandia que han tenido reconocimiento universal. Sí, pero ya en 1912 un observador inglés afirmaba que el finlandés era el pueblo mejor educado que había conocido.

Nada sale de la nada. Así como la situación pide a gritos una reforma de la educación pública (en el sentido de mejoramiento, no de las mentadas "refundaciones"), la privada desempeña una función abierta a un público. Es contrapartida y espejo de emulación. Ninguna innovación podrá tampoco ignorar que las formas en educación -que hoy por hoy se ven tan disueltas- tienen que ver con un fondo que también se traduce en calidad.

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