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B95, el ave migratoria que rompió todos los récords



Alejandra Martins
BBC Mundo
Miércoles, 16 de mayo de 2012

El longevo B95 ha volado una distancia mayor que la existente entre la Tierra y la Luna. "No podemos creer que siga vivo, ha pasado por situaciones terribles y drásticas".

En una de las migraciones más espectaculares del planeta, un ave ha tocado corazones a lo largo del continente americano, uniendo científicos y escuelas, inspirando un cuento, una obra de teatro y hasta su propia biografía.
El ejemplar de playero conocido como B95 es tan longevo que ha superado todas las expectativas. En sus travesías anuales desde el Ártico canadiense hasta Tierra del Fuego, en Argentina y Chile, se estima que ya ha volado una distancia que supera la existente entre nuestro planeta y la Luna.
B95, cuya vida es relatada en un libro que será lanzado esta semana en Estados Unidos, es un playero rojizo (Calidris canutus). La especie sufrió un grave declive debido a la sobrepesca en ecosistemas de los que depende, pero B95 ha logrado sobrevivir.
"No podemos creer que vive, porque es un ave en libertad que ha pasado por situaciones terribles y drásticas. Por eso también es especial y todos quieren ver a B95", dijo a BBC Mundo la bióloga Patricia González, parte del equipo que anilló al ave en Argentina en 1995.
"La población de playeros rojizos ha sufrido tantas declinaciones que pensamos que no deben vivir más de siete años", agregó. Para Allan Baker, experto del Museo Real de Ontario en Canadá, quien viaja cada año a la Patagonia para trabajar con González y también monitorea al ave desde el 95, "ésta es tan popular porque tiene al menos 18 años, o más, ya que podría haber tenido tres o más cuando la anillamos. Esto equivale a un ser humano que llega a los cien años de edad".
El ave se ha transformado en un símbolo no sólo de las amenazas crecientes que enfrentan las especies migratorias sino de su estrecha dependencia de las acciones humanas.

Para Patricia González, "B95 ha sido un compañero a lo largo de todos estos años. La conexión es muy fuerte".

"Cuando empezamos a anillar en el 95 les poníamos a las aves un anillo de metal", explicó González, coordinadora del Programa Humedales de la Fundación Inalafquen, en la localidad de San Antonio Oeste, en la provincia de Rio Negro, la primera parada clave de los playeros rojizos cuando emprenden el regreso desde Tierra del Fuego.
"Había un sistema de banderillas acordado por todas los países de América. Acordamos que cada país tuviera un color, de manera que el color anaranjado significa que el ave fue anillada en Argentina", dijo González, quien representante de la red Global Flyway Network, América del Sur.
El uso de banderillas con inscripciones permite actualmente a los científicos monitorear aves ya anilladas a través del uso de telescopios en las playas o el registro de imágenes con cámaras digitales.
La presencia de B95 ha sido notada muchas veces en los últimos años a lo largo de la ruta migratoria. "La última vez que lo vimos fue en diciembre pasado en Tierra del Fuego".
Los playeros rojizos, también conocidos como playeros árticos o playeros gordos, llegan al Ártico en junio para reproducirse y adultos y juveniles parten en torno al 15 de julio.
No todas las aves siguen la misma ruta. Llegan a Tierra del Fuego a fines de octubre y principios de noviembre, donde permanecen en general hasta mediados de febrero.
"Algo muy importante que realizan cuando llegan a Tierra del Fuego es la muda de las plumas de vuelo, lo que requiere mucha energía y les da gran vulnerabilidad frente a aves rapaces como el halcón peregrino", señaló González.
También deben modificar el plumaje del cuerpo. "Cuando están en Tierra del Fuego no son rojizos, sino blancos o grises porque tienen un plumaje básico. Deben cambiar al plumaje reproductivo que es el rojizo y esta muda también insume mucha energía".
Además de detenerse en San Antonio Oeste para completar este proceso, algunas aves hacen paradas en la Coronilla y Laguna de Rocha en Uruguay, así como en el sur y el norte de Brasil. La mayoría de los sitios donde paran los playeros rojizos son áreas protegidas que han sido reconocidas internacionalmente por la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras.

Allan Baker y Patricia González vienen monitoreando al ave desde 1995.

En el Ártico es donde se forman las parejas. "Cuando los pollitos nacen las hembras se van y empiezan la migración al sur. Los machos se quedan tres semanas más hasta que los pichones empiezan a volar. Los pichones caminan si bien nacen y comienzan a comer insectos pero el padre tiene que cuidarlos de los predadores y darle temperatura", explicó González. "Los pichones se esconden abajo del papá para mantenerse calientes porque todavía no termoregulan".
Hay machos que intentan pero no logran llevar a cabo la cría y comienzan a migrar antes y son vistos en los primeros grupos que llegan a la parada del Archipiélago de Mingan en Quebec. En agosto hay una segunda llegada de los machos que han criado pichones. "A B95 siempre lo hemos visto llegar tarde, en agosto, por eso pensamos que es muy buen padre".

Belén Pérez, grupo Eco Huellas
La sensación que sentí al tener un playero entre mis manos realmente es inexplicable, el sentir los latidos del corazón era como sentir los latidos de la Tierra. Sentí que de su supervivencia depende la nuestra y que tenemos el deber de protegerlos para disfrutar del mundo en que vivimos.
Con el grupo Eco Huellas estamos haciendo conocer a los playeros rojizos y a las aves migratorias y a su vez concientizamos sobre el cuidado de los lugares donde éstas descansan.

Las aves hacen su última parada antes del Ártico en Estados Unidos. Gracias a nuevos sistemas de monitoreo, como los geolocalizadores que permiten medir la latitud y longitud, los científicos han descubierto sólo recientemente que algunas aves pueden viajar de la Patagonia a EE.UU. a lo largo de "8.000 kilómetros o más sin paradas".
En Delaware, en Nueva Jersey, es donde las aves enfrentan una de sus grandes amenazas. "En el año 2000 la población de playeros rojizos sufrió una declinación muy grande, del 40%", explicó González.
La caída se relacionó "con lo que pasa en la Bahía de Delaware, donde comen huevos del cangrejo herradura, pero debido a la sobrepesca comenzaron a tener limitaciones en su alimento. Esta parada es muy importante, porque es la última antes de ir al Ártico".
"Necesitan juntar masa corporal y nutrientes no sólo para viajar hasta el Ártico sino para sobrevivir una vez que llegan, cuando la nieve aún no se ha derretido y enfrentan tormentas".
Debido a las campañas de conservación, el número de playeros ha comenzado recientemente a reponerse, señaló González, quien se encuentra actualmente en Delaware para monitorear las aves. "A pesar de que voy desde el 97 no dejo de emocionarme cuando veo un ave y comparo como estaba en San Antonio. Veo si está gorda o flaca, si no está muy roja es que no le está yendo muy bien".
Unir a la gente
González trabaja en colaboración con científicos a lo largo de toda la ruta migratoria. "Algo que hacen las aves es unir gente a lo largo del continente. Yo llevo conmigo cartas de una escuela en San Antonio Oeste a otra escuela en Nueva Jersey. Los chicos ya estuvieron en contacto por Skype y aunque no saben inglés usan los traductores y se las arreglan para comunicarse".

En la captura y anillado de aves participaron también adolescentes del grupo de conservación Eco Huellas, que viajaron 600 kms desde la localidad de General Roca para ayudar a González y Baker.
"Los chicos tuvieron experiencias que llegan profundamente. Tenemos un vínculo muy fuerte con esos estudiantes maravillosos dedicados a la conservación de la fauna", dijo el ornitólogo canadiense sobre su trabajo con los adolescentes, incluyendo a Belén Pérez, de 16 años, para quien sostener un playero rojizo en sus manos y sentir su corazón es como "sentir latir a la Tierra".
B95 ya ha inspirado un cuento que fue llevado al teatro en Argentina y este viernes el escritor estadounidense Phillip Hoose presenta un libro sobre esta ave extraordinaria titulado "Un año al viento con el gran sobreviviente B95".
Patricia González señala que los playeros "nos enseñan lo que pasa con los ambientes donde paran y el día que estas aves desaparezcan es porque nosotros también desaparecimos".
Para la bióloga argentina, aves como B95 "no tienen fronteras y nos están mostrando a nosotros que tampoco deberíamos tener fronteras y que dependemos no solamente del lugar donde vivimos sino del resto del planeta".

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