No tengo una respuesta para este fenómeno.
Cierta belleza que puede tener la ciudad aparece en algunas ocasiones.
Antes del esmog siempre hubo en Santiago polvo en suspensión.
No contamos con una claridad permanente.
No sé cómo hemos podido integrar la cordillera
a una especie de normalidad tan indiferente.
Nos aísla y se nos viene encima.
Creo que en términos psicológicos
esta especie de negación monstruosa
algún día nos va a pasar la cuenta.
No sé cómo no hay más misticismo,
algún día nos va a pasar la cuenta.
No sé cómo no hay más misticismo,
cómo no nos hemos convertido en tibetanos.
Vivimo como si no existiera.
Vivimo como si no existiera.
Diario El Mercurio, VD, sábado 29 de junio de 2013
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