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No basta con lo físico Nicolás Luco Rojas

Opinión

Diario El Mercurio, Lunes 20 de Agosto de 2012

Se murió ya -algo impensable hace 50 años- la niña más linda que he conocido. Recuerdo su rostro, su simpatía. Y también sus pies, demasiado largos para una belleza tan perfecta.
Mirando hacia atrás, me pregunto ¿cómo fue que la dejé pasar? En mi diario de vida de entonces la comparaba con la Gina Lollobrigida.
Pero no hubo nunca química, salvo esa sensación de privilegio cuando bailábamos Los Platters y yo la tenía en mis brazos.
Hay físicos que dicen que la química no existe, que todos los fenómenos son físico-químicos. Pero en el caso de esta niña bella, no era así.
La física me parece algo descubrible, excavable como una mina para encontrar la pepita buscada.
En cambio la química... llena de misterios.
Mi primera aproximación a esta ciencia que tanto aprovecharon y aprovechan los magos, fue cuando el "Mota", mi profesor del ramo, tomó un terrón de sodio y con solemnidad lo lanzó a una placa de Petri con agua. El terrón se desplazó en círculos humeantes sobre el agua igual que el correcaminos por el desierto, hasta desaparecer.
El Mota nos explicó lo ocurrido y desarrolló la fórmula en el pizarrón.
No me caía bien el Mota. Tal vez por eso y por la necesidad de memorizar tanta cuestión, no me abuené nunca con la química. Pero siempre me pareció atractiva y misteriosa. Y muy distinta a la física. Mucho menos evidente, mucho menos intuitiva. (Sí, si sé, las cosas han cambiado).
Tarde me di cuenta del impacto de la química. Supe la preponderancia alemana en la materia. Conocí el gran desarrollo de la química en la Universidad de Concepción. Y lo que coronó este proceso fue escuchar a José Miguel Aguilera, hoy presidente de Conicyt, y su afán por la química de los alimentos. Mejores papas fritas, saludables y sabrosas. Espumas digeribles; un gran esfuerzo por aprovechar la ciencia en la cocina. Química cotidiana.
El jueves próximo, con discursos de cinco premios Nobel, culminará en Filadelfia la versión 244 de la reunión anual de la Sociedad Química de los EE.UU., la sociedad científica más numerosa del mundo, dicen ellos. Hay 14 mil científicos ahí. ¿Magos?
Los trabajos que están presentando son, por ejemplo, una sustancia que rejuvenece las cuerdas vocales; o un nuevo maquillaje de guerra que también protege del doloroso calor de las bombas, o la nueva sustancia 15 mil veces más eficiente que las anteriores para destruir materiales de guerra química; o una madera milagrosa que no se hincha, no se agrieta, no se encoge, gracias a que sus células son tratadas para que se aprieten unas contra otras e impidan el paso del agua.
Ayer premiaron a varios que generaron medicinas y a un grupo que inventó un proceso que aprovecha la presión atmosférica para distribuir vapores químicos en capas sobre el vidrio, con lo que las ventanas permitirán manejar mejor la temperatura del interior de las viviendas.
Y también químicos mostraron cómo el resveratrol del vino tinto puede aumentar la movilidad y evitar las caídas en la ancianidad. Y cómo los ingredientes de algunos berries son estabilizadores del ánimo. Y un nuevo aislante más eficiente para viviendas, ropa, refrigeradores.
La lista sigue. Un nuevo mundo asoma. La química hace el futuro.
Mi querida Gina Lollobrigida no era mi futuro.

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