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La semana pasada SENAME dio a conocer los resultados de un estudio sobre reincidenciaencargado -a través de licitación pública- al Centro de Estudios en Seguridad Ciudadana (CESC) de la Universidad de Chile. Es una gran noticia. Más allá de algunas diferencias con ciertos aspectos del informe, es necesario resaltar el logro de la administración actual de SENAME de entregarle al país un modelo para evaluar cómo lo estamos haciendo en materia de reincidencia delictiva y cómo estamos en responsabilización y reinserción, esos altos objetivos que declaramos como país para el sistema juvenil en la ley Nº 20.084. Conocer si vamos mejorando o empeorando en estos delicados temas, si nos hemos detenido o retrocedido, aunque parezca difícil de creer, no es posible hoy. Aunque la preocupación por la seguridad pública suele marcar alto en las encuestas de opinión, ni los estudios ni la inversión en investigación ni los datos duros van a la par de esa inquietud ciudadana. Hablar de reincidencia no debiera agotar la pregunta por la reinserción. Es efectivo que hay otras dimensiones, más cualitativas, que deben ser abordadas. Pero el indicador ancla es correcto situarlo en la cantidad de veces que un joven que pasó por el sistema vuelve a ser condenado. Y es que en esta perspectiva lo que evaluamos no es al sujeto reincidente sino al sistema del que es parte. Ron Corben -ex presidente de la Asociación Nacional de Directores de Libertad Asistida de EE.UU-, dice en Daring to fail (Atreverse a fracasar): “Recuerdo hace una década preguntarIe a una sala llena de directores de libertad asistida si ellos sabían cuál era la tasa de reincidencia de sus casos. No muchas manos se levantaron. Luego les pregunté si ellos sabían la cantidad de horas de servicios comunitarios efectivamente realizadas el año anterior. Muchos directivos podían decir cuántas horas habían sido asignadas, cuántas debieron cumplirse, pero no la cantidad que se completó. El éxito en esa época era definido por permanecer fuera de las noticias y no avergonzar a sus jefes.” Contar con un sistema que mida reincidencia debiera permitirnos cambiar el eje de preocupaciones. No salir en la tele avergonzando a tu jefe a disminuir significativamente tu tasa de reincidencia. Por cierto, para ello sería aconsejable que SENAME, antes de implementar como política pública las recomendaciones de una institución universitaria reuniera a un conjunto de actores institucionales y expertos para enriquecer esta política. Desde una perspectiva sistémica, por otra parte, se requiere contar con más bases de datos que sólo la de SENAME para el conteo, se necesita integrar la información proveniente de otras instituciones del sector justicia y, por cierto, es indispensable que la cifras queden desagregadas por unidad de responsabilidad (los distintos centros y programas) de modo de fortalecer la accountability de las instituciones de la justicia juvenil. Foto Bader Albassam Flickr © creative commons
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