por Mathias Klotz
Diario El Mercurio, Sábado 31 de Marzo de 2012
http://blogs.elmercurio.com/viviendaydecoracion/2012/03/31/la-obra.asp
Es habitual que los arquitectos nos refiramos a nuestros trabajos como obras. Para mí, este sustantivo es pretencioso y desmedido a la hora de referirse al resultado de un simple proceso de construcción, a un trabajo.
La palabra obra, creo, tiene una trascendencia y una solemnidad que obviamente no están presentes en la inmensa mayoría de lo que edificamos los arquitectos.
Sin embargo, en algunos casos determinados, la realización de estos trabajos, la calidad del proyecto, lo épico del proceso, el impacto social que logran, llegan a un nivel tal que las hace merecedoras de la calificación.
Hay "obras" tan sobrecogedoras que al visitarlas dan ganas de tocarlas, de olerlas, de cerrar los ojos y sentir el espacio.
Hace algún tiempo tuve el privilegio de escuchar al arquitecto Jan Utzon, hijo de Jorn Utzon, contar cómo es que primero su padre y luego ambos habían ideado, construido y padecido el proceso que permitió, en un período de catorce años, levantar el edificio de la Ópera de Sydney. Un par de días antes yo lo había estado recorriendo. Llegué a él sin mayores expectativas, escéptico de sus méritos y reconocimientos, incluso un tanto prejuiciado por parecerme demasiado espectacular como para ser verdad. Mi sorpresa fue encontrar uno de los edificios más bellos y emocionantes que he visto nunca.
Aparte de sus premios y de representar a un continente, no se trata simplemente de una "obra" con una fisonomía llamativa y fotogénica, sino de toda una topografía que articula la pequeña península ubicada entre el jardín botánico y el puerto turístico de Sydney. El edificio está emplazado sobre un zócalo natural de roca al que Utzon le dio mayor altura por medio de una serie de escaleras y plataformas construidas en el mismo material. Sobre éstas aparece un espacio público único, de inmensas (aunque escaladas) dimensiones, sobre el cual emergen las bóvedas de hormigón que acogen las salas.
Luego de volver y recorrerlo varias veces supe que Utzon hijo daría una charla...
En ésta, aparte del interés por conocer los datos biográficos inéditos de la obra en primera persona, me emocionó especialmente la ternura, el orgullo y el cariño con que un hijo se refería al trabajo de su padre. Jan contó la alegría de Jorn al ganar el concurso cuando él era sólo un niño, en el año 57. Contó lo que fue el traslado desde Copenhague a vivir a Australia por un tiempo indeterminado que al final fueron once años. Contó cómo se desarrollaba la vida cotidiana de una familia mientras su padre discutía, resolvía y construía el proyecto. Contó la tristeza y el enojo de éste, luego de once años de trabajo, al ser removido de su puesto y reemplazado por otros, producto de las peleas con funcionarios mediocres y envidiosos pero con poder (están en todas partes). Contó que al retornar a Copenhague el Colegio de Arquitectos de Dinamarca inhabilitó a su padre para volver a construir en su país por la deshonra que habría significado para el gremio no terminar la obra.
Contó por último que con el paso de los años, lo que más le había sorprendido era que durante toda su infancia y adolescencia jamás tuvo conciencia de la importancia y trascendencia de lo que su padre y él hacían, ya que para ellos se trataba simplemente de un trabajo, no de una obra...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS