por Jürgen Rottmann *
Buscar fotografías de Chile Central
es encontrar casas, cercos, caminos,
cables, árboles exóticos
o plantaciones en líneas rectas.
¿Será que ya no queda
escenografía natural en esta zona?
El paisaje más conocido incluye
avenidas de álamos, sauces llorones,
aromos y campos verdes y amarillos.
En general, casi todo lo que rodea
las ciudades, las viviendas y lo que se ve
a ambos lados de las carreteras es artificial.
Sin embargo, si de verdad
se quiere encontrar naturaleza
hay que ir un poco más lejos
y buscarla en la Cordillera de la Costa,
en la Precordillera Andina
o en los lomajes cercanos del mar,
pues allí quedan rincones sorprendentes.
Vivir en Chile Central es disfrutar
de un clima mediterráneo.
En verano la temperatura es agradable
-menor que la de un país tropical-
además, el calor es más seco,
lo que lo hace más llevadero,
y en la noche refresca.
Al llegar el invierno todo cambia,
pues debido a la alta humedad
se siente más frío del que realmente hay.
Para muchas personas
el clima es el único elemento
de la naturaleza que está presente
en la ciudad y en el campo,
olvidándose de la vegetación
o de la fauna que viven en él.
Para las plantas y los animales
el verano puede ser un período
de difícil sobrevivencia.
La mayoría de las especies
debe adaptarse para pasar
hasta seis meses sin lluvia,
lo que significa estar sin agua,
elemento vital para crecer.
Las plantas de cultivo
y numerosa vegetación ornamental
se desarrollan gracia al riego artificial,
que distribuye agua de embales,
canales, cañerías y mangueras,
repartiendo agua hasta el último rincón.
Así es como en esta zona
crecen árboles y flores provenientes
de diferentes partes del mundo
aun con climas en los que predominan
abundantes lluvias de verano.
En invierno se suele llamar «mal tiempo»
a los días de lluvia. Sin embargo,
sólo gracias a esos días
y a los temporales invernales
puede crecer la vegetación,
escurrir agua por los cauces
de los ríos y acumular nieve
las montañas y glaciares,
asegurándonos el agua potable
y de riego durante los meses secos.
Las lluvias siempre son bienvenidas
para la naturaleza que se desarrolla
en climas mediterráneos.
A su vez la nieve suele desganchar
árboles de hoja caduca
como quillayes y maitenes.
La escarcha que cae
en noches más frías
tiene un efecto negativo,
pues frena el crecimiento y
congela algunas plantas nativas.
Incluso árboles como el peumo
son afectados, por lo que
rara vez crecen en planicies
en que las heladas son más frecuentes.
Pero este clima exige además,
adaptaciones al verano seco.
La palma, por ejemplo,
acumula reservas de agua
en su voluminoso tronco
de hasta un metro de diámetro
y varios metros de alto.
Por su parte, los cactos
almacenan el líquido en el tallo,
el que se hincha cuando hay agua
y luego se arruga cuando pierde humedad.
El talhuén y el tevo son arbustos
que botan sus hojas en verano,
pareciendo completamente secos.
El espino y el algarrobo
tienen raíces profundas y largas.
El boldo, el quillay,
el litre y otras especies
tienen hojas duras
con cubierta protectora,
evaporando poca humedad;
se trata de hojas esclerófilas.
Las plantas anuales
crecen, semillan y mueren.
Durante los meses secos,
sólo la semilla
queda con vida latente.
Dentro de la fauna hay animales
como el degú que pueden vivir
en lugares sin agua, debido a que
sus riñones son capaces de retener
el exceso de líquido que consumen
junto con el alimento.
La hembra sólo se reproduce
durante los meses en
que crecen pastos verdes.
Gran parte de los roedores
tienen madrigueras subterráneas,
es decir, bajo tierra,
pues allí la humedad es más alta.
Además, salen de noche,
ya que así evaporan menos líquido.
Un porcentaje elevado de los insectos
desaparece en verano, quedando
sólo sus huevos o sus larvas escondidas
en espera de la próxima temporada.
Para muchas aves, el problema es menor.
Así, las tórtolas vuelan largas distancias
en busca de agua para beber.
En tanto la perdiz durante el verano
no se aleja mucho de los sitios con vertientes.
En otoño los tordos bajan a los valles
e invaden campos regados y cultivados.
Otras aves permanecen todo el verano
en la cordillera mientras que en invierno
bajan a la Depresión Central
o a los lomajes costeros.
El picaflor gigante y la golondrina negra
cuando falta el alimento emigran a otros países.
Muchas veces hemos oído decir
que en Chile la fauna es muy escasa,
lo que es cierto en cuanto
a número de especies diferentes,
pues en otras zonas del mundo
que presentan el mismo clima
existen más de dos veces
el número de especies
de mamíferos, reptiles y anfibios.
Sin embargo, en esto
el clima no tiene responsabilidad
sino más bien la geografía,
la geología y la génesis del país.
Chile Central en el pasado
era una inmensa bahía marina
que llegaba hasta la zona
en que hoy está ubicada Mendoza.
Sólo en el lugar en que ahora
está la Cordillera de la Costa
emergía un archipiélago,
correspondiente a las actuales
cumbres de dicha cordillera.
Hace unos dos millones de años
se terminó de levantar
la Cordillera de los Andes
y se formó lo que
hoy es Chile Central.
A su vez esta cordillera sirvió
de una especie de barrera natural
para la inmigración de fauna
y también de flora.
Además,
mientras desde el norte,
debido a la aridez
tampoco se produjo
una entrada por la cual
podían llegar las especies,
el sur, boscoso, lluvioso y frío
ofrecía igual resistencia,
quedando aislado
por la Patagonia
que es seca y fría
y tiene vegetación de desierto.
Por esta razón
no llegaron serpientes venenosas,
tortugas terrestres o de agua dulce,
tapires, armadillos, zarigüeyas, pecaríes
y muchas otras especies, todas presentes
al «otro lado» del desierto.
Y precisamente
gracias a este aislamiento,
en Chile Central casi no existen
especies ponzoñosas que debamos temer.
La fauna chilena
tiene otra característica más.
Las especies como aves,
mamíferos y algunos reptiles
se han adaptado a los ambientes
más diversos, un aspecto propio
de islas y no de grandes continentes.
Así el chincol vive en el desierto,
en la cordillera, en Chile Central
y en los bosques australes.
Lo mismo sucede con el chercán
y varias otras aves que habitan
desde el desierto hasta el Cabo de Hornos.
En el caso del zorzal,
por ejemplo, que se ve tanto
en plazas públicas de Santiago,
al lado de los hielos patagónicos
como en plantaciones de árboles
frutales de la zona central.
Chile Central tiene particularidades únicas,
por lo que vale la pena conocer su naturaleza,
la que está en retirada debido al rápido avance
de caminos, ciudades, parcelaciones,
abertura de nuevos campos agrícolas
y plantaciones forestales que todo lo cubren.
Chile Central -que abarca desde
el río Aconcagua hasta el río Biobío-
es la zona más densamente habitada.
[*: Extractos del libro La Zona Central
Colección Naturaleza de Chile
por Jürgen Rottmann
con fotografías de Nicolás Piwonka,
Thomas Daskam, Andrés Hinojosa & otros.
Editores: IGES - Ingeniería de Gestión Ltda.
(Santiago de Chile - 1995)]
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